CAPÍTULO XVIII

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La cafetería•

Capítulo 18

Alessia Pellicer.

Me despertó la alarma, maldita alarma, hacía que me levantase de un humor fatal.

Cómo de costumbre, hacía mucho frío, así que, ni bien me levanté, me coloqué los calcetines más calentitos que encontré.

Sí, por más frío que hiciera, yo nunca pude dormir con medias, que cosa tan incómoda.

Me di mi ducha de agua fría. Me metí en unos jeans blancos y me puse una camiseta de manga larga de color beige.

Claramente no me faltan mis accesorios en dorado. Até mi pelo en una coleta alta y dejé dos mechones sueltos.

Estaba lista para encontrarme con Alexander. No niego que verlo me sigue dando muchos nervios.

Aunque lo conozca un poco más, claramente me voy a sentir así, lo vengo admirando desde años, sigo sin poder creer que me hablo con él.

Si le diría a mi yo de hace unos años que lo conozco en persona, y él me invita a salir, no lo creería.

Dejé de pensar y salí hacia afuera. El día no estaba muy lindo, bueno, para mí. Ya que estaba despejado y había bastante sol, se sabe que no me gustan los días así.

Le dije a Alex que me pasara a buscar por el parque que estaba frente a mi casa, ni yo sabía por qué.

Sonreí cuando vi el coche de él, imposible tener un coche feo con la cantidad de dinero que tiene ese hombre.

Le di una mirada tímida cuando entré a su carro. Él se quedó unos segundos en silencio mirándome de arriba hacia abajo.

Eso me hizo sonrojarme un poco.

—Un placer volvernos a ver, francesa—Habló por fin.

—El placer es mío, chico desconocido.

Se quedó otra vez en silencio, pero se acercó y me plantó un beso en la mejilla.

—Estás preciosa.

Y me sonrojé.

—Gracias—Me maldecí a mi misma por sonar como niñaca de 16 años.

—¿Vamos?—Dijo él con entusiasmo.

—Claro.

Mientras conducía, me tomé el tiempo de repararlo: como siempre, lucía muy elegante, eso es de las cosas que lo caracterizaba.

Tenía el pelo un poco desordenado por el coche, pero aún así se veía lindo. Las venas se le marcaban en los brazos y manos.

Joder, me había vuelto a sonrojar. Él se me miró.

—¿Qué?—Dijo con una sonrisa arrogante—¿Te gusta lo que ves? Ah, es verdad que eres mi fan.

Le eché una mirada asesina.

—¡Oye!

Él soltó una carcajada.

¿Y si te digo que sí?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora