CAPÍTULO XIII: PACTO

4.4K 646 1K
                                    


—¿Cómo te encuentras hoy? —preguntó la anciana mientras acomodaba sobre una bandeja de cobre las nuevas vendas con las que cubriría el torso de Rhada.

—Mejor. —Se reincorporó en el lecho rodando los hombros para destensarlos.

Sentía el cuerpo tirante, como si estuviese amarrado por todos lados. No tenía grilletes, pero aún se sentía encadenado, encerrado. La habitación era grande, pero parecía que las paredes se cerraban torno a él.

Sabía que era un juego sórdido de su cabeza, su cordura resbalándose lejos.

—Eso es bueno. —Asintió y miró a Rhada por el rabillo del ojo—. Nene cortaría mi cabeza si te dejo morir.

—¿Por qué le dicen Nene? —preguntó mirando a la anciana con una ceja levantada.

La mujer era delgada, su rostro y manos cargaban las arrugas que solo los años y la tristeza otorgaban. Lucía ropas elegantes, como todos en palacio, pero Rhada sabía que ella era distinta, que era como él. Sus ojos la traicionaban.

—No recuerdo realmente, solo sé que de pequeño lo llamábamos así...

El Drakán arrugó el entrecejo. Tenía una sensación molesta en el centro del pecho, nacida por una serie de interrogantes que sabía que Nethery no respondería.

—¿Tú sabes...?

—No —lo interrumpió la anciana sentándose frente a él con la bandeja llena de utensilios—. No sé nada. No tengo orejas ni ojos, y mi lengua fue cortada cuando entré a trabajar en palacio.

Rhada asintió y cerró los ojos, tensando el cuerpo cuando las vendas comenzaron a ser removidas. Sintió los aceites de la mujer comenzar a embalsamar su cuerpo y exhaló profundo, quedando sin aire en el pecho en un intento por relajarse.

—¿Cuándo sacarás las vendas de mi cuerpo? —preguntó cuando ella comenzó a vendarlo nuevamente.

—Pronto he de suponer. —Su rostro se contrajo en una mueca de confusión—. Tu cuerpo... es distinto.

—Lo sé.

—Estabas deshidratado... Tenías desangramiento interno, costillas rotas y las llagas de tu espalda infectadas. —Miró a Rhada a los ojos—. Otro hombre hubiera muerto. ¿Quién eres? ¿Qué eres?

—Sabes la respuesta, anciana.

—¿Entonces es verdad? Ustedes son... descendientes de los dragones que alguna vez pisaron la tierra. —Rhada le dio un leve gesto de aprobación—. ¿Por qué estás acá? Podrías haber escapado, las cadenas no son impedimento para ti, dragón.

—No puedo abandonar Rosalles hasta que haga justicia a mi pueblo. Le juré que los liberaría. —La mujer suspiró y Rhada tomó sus muñecas—. ¿De dónde provienes tú?

Los labios de la anciana se estiraron en una línea tensa. Apartó sus manos y las colocó sobre su regazo. Su vista no se levantaba del suelo.

—¿Cómo lo descubriste? —preguntó tras unos segundos—. Que soy una forastera.

—Tus muñecas tienen las marcas que solamente los grilletes dejan... —Hizo una pausa y la vio apretar la seda de su vestido con fuerza, sus nudillos empalideciendo y sus manos temblando—. Tras años de ser cargados.

—Soy del lejano reino de Sirán. Más allá del mar. —Comenzó a amarrar las vendas, sus dedos en movimientos atropellados—. Me trajeron hace casi dos décadas, cuando la reina buscaba con desesperación un heredero varón.

—Kalista. —La anciana asintió.

—Junto con los hombres que navegan por el mar, los rumores del don que cargo llegaron a Rosalles y la reina mandó por mí. Me negué a venir, pero Kalista Devhankur no es una mujer que acepte un no, así que amenazó con destruir todo lo que amaba si no me sometía a su voluntad...

DRAKÁN [DISPONIBLE EN FÍSICO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora