Como cada día, el ritual se repetía. Sus vestiduras eran preparadas, su cuerpo aseado y su hambre saciada con frutas y masas finas. Era adornado con alhajas de diamantes, topacios, rubíes y otras piedras preciosas; perfumado y humectado con aceites balsámicos de flores y hierbas. Su rostro y piel exaltado con matices de colores y luego, se escondía tras la máscara.
Cuando terminaba, salía de sus aposentos y paseaba por palacio con galantería, con paso recio y escoltas entrenadas por el mismo general; arrastrando el satén de sus ropas y levantando el rostro. Saludaba a los súbditos, sonriendo cuando no le significaba trabajo, y luego iba al salón de los consejeros de la corona donde firmaba decretos que destinaban para él.
Escuchaba, o fingía que lo hacía, a su consejero de finanzas dar cuentas de sus excesivos gastos y como no había destinado nada de su oro a caridad. Siempre prometía ser más consciente; nunca cumplía.
Ignoraba los murmullos a su espalda y relentecía el paso, agitando sus caderas con más presuntuosidad y riendo por todo lo alto para ser oído.
Coqueteaba tanto con guardias como con acaudalados linajudos, aceptando invitaciones a fiestas y declinando con la suavidad de una pluma en el viento las propuestas más formales.
Luego, cuando se le era avisado por sus escoltas que había llegado el medio día, caminaba hasta el salón de peregrinación de los dioses al interior de palacio, donde cubría sus cabellos con un ligero manto de muselina bordada y se arrodillaba para orar por su pueblo y presentar su devoción ante decenas de espectadores.
Siempre debía ser cuidadoso para no dormirse mientras aquella faramalla era llevada a cabo.
Posteriormente, almorzaba junto a sus padres ante la vista de sirvientes y súbditos reales. Nunca había espacio para la charla, siempre comían en silencio mientras los músicos y líricos enriquecían el ambiente con baladas e instrumentos.
Nethery disfrutaba en silencio la limitada y ostentosa comida que le era suministrada. En el interior de sus aposentos podía degustar toda clase de manjares, en público, sin embargo, debía mantener la elegancia de una mariposa al recolectar el néctar de las flores; comiendo pequeñas porciones y masticando tan sutilmente que su pequeña boca apenas parecía moverse.
Siempre con el mentón en alto, ignorando todas las miradas sobre él.
Las tardes quedaban para él. Para disfrutar de sus menesteres y de los privilegios que poseía como miembro de la familia real.
Podía dar paseos por los enormes jardines, dejar que sus amantes lo visitaran o realizar exquisitas fiestas sin motivo alguno más que su propia necesidad de ser exaltado como lo que era, el corazón del reino. Atormentar a sus padres también le era una actividad gratificante, inclusive podía decirse su favorita.
—Han sido días —murmuró la reina. Sus manos en la suave labor de cepillar los sedosos cabellos de Nethery.
—¿Hm? —Giró el rostro para ver por el rabillo del ojo a su madre—. ¿Días?
La reina asintió y comenzó a tejer los cabellos de Nene con hilos y piedrecillas perforadas en su centro. Linajudos y criados observaban a la distancia cómo el rey junto a su esposa e hijo disfrutaban de la fresca sombra bajo los árboles de higo, recostados sobre un lecho de almohadones, tejidos de satén y bandejas repletas de manjares.
—Desde la llegada del bárbaro —murmuró finalmente. El rey levantó la vista de su libro hacia la reina—. Demasiados días que visita tu alcoba, ¿qué es lo que tanto disfrutas de su compañía?
—Kalista —suspiró—, no molestes a Nene. Nuestro hijo no hace daño a nadie manteniendo unos cuantos esclavos.
Los labios de Nethery se levantaron y pudo escuchar a su madre resoplar entre dientes apretados.
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DRAKÁN [DISPONIBLE EN FÍSICO]
General FictionTras perder la guerra, Rhada, el último Drakán de la tribu de los dragones, fue tomado como botín y arrastrado bajo cadenas a los perfumados aposentos del caprichoso heredero del reino de Rosalles; Nethery Devhankur. Un enmascarado príncipe que olía...