ᴄᴇʟᴏꜱ - Adrien Agreste x Luka Couffaine

Capítulo 7

Alguien tocó la puerta con agresividad, lo cual despertó a el chico rubio que intentaba volver a dormirse, después de que una inexplicable alarma a las 6 y media de la mañana lo despertara. Al escuchar estos golpes, soltó un resoplido y se puso de pie para abrir la puerta. Nathalie lo examinó con ojos escrutadores, y no pudo evitar un suspiro al ver su pelo despeinado y su pijama.

  - Adrien, ¿qué te dije ayer?

El ojiverde se talló los ojos con los nudillos para intentar enfocarla.

  - Sinceramente, no lo recuerdo. Lo siento, Nathalie.- musitó.

La expresión de ella no cambió en lo absoluto, cosa que no era sorpresiva. Parecía que Adrien era la única persona con sentimientos en esa mansión. Siguió en su tarea de tallar sus ojos y rascarse el cuello, cuando por fin ella respondió.

  - Tendrás una sesión de fotos al amanecer en la Torre Eiffel. Tenemos aproximado que hoy amanezca a las ocho y quince, entonces si te despertabas a la hora de tu despertador, y salías a las 7, tendríamos una hora para maquillaje, pelo y vestuario. 

  - Oh, lo recuerdo. Me cambiaré rápido.- se excusó, y la mujer asintió, y camino por el pasillo con rumbo a su habitación.

Él entró mientras murmuraba maldiciones y se cambiaba. Echó agua en su cara, se puso los tenis sin abrochar las agujetas, y abrió de nuevo la puerta de su cuarto exactamente 5 minutos después.

Su guardaespaldas le hizo una sencilla seña de "ven" al muchacho, y él obedeció. Bajó las escaleras con parsimonia y cansancio, seguido silenciosamente por la asistente de su padre. Subió al carro, y ella se sentó a su lado, con la fría mirada siempre puesta al frente.

El rubio abrochó sus agujetas una vez que el automóvil se puso en marcha, bostezando constantemente. El dolor de garganta del día anterior había sido reducido (gracias a las pastillas), a una inofensiva molestia en las anginas cada vez que apretaba la mandíbula.

  - Estás despeinado.- observó la pelinegra, despegando por primera vez en todo el trayecto, la mirada de el frente y posándola en Adrien.

  - Supongo. Me peinarán allá, ¿no?

Nathalie soltó un suspiro, sin emoción alguna. Simplemente expulsó aire. Él desvió su mirada hacia la ventana. Si bien el sol aún no salía, las calles no estaban oscuras, ni solas. Una cantidad bastante considerable de personas salía de casa para trabajar, estudiar, o cualquier otra cosa.

Adrien las observó, pensativo. Recordaba que para matar el aburrimiento en sus peores momentos de reclusión, miraba a las pocas personas que pasaban por la plaza frente a su casa. Veía sus expresiones, manera de caminar, y de vestir. Podía imaginarse su vida entera, trágica y emocionante, o solamente aburrida, darles un nombre inventado y metas para su futuro, para que simplemente al cabo de unos pocos minutos, desaparecieran como un sueño desconcertante.

Así lo hacía en ese momento. Por ahora, miraba a una mujer que había apodado Amy, porque era casi idéntica a la mujer del mismo nombre de la novela de "Mujercitas", que había leído de joven. Rubios caireles caían por sus hombros, y enmarcaban su delgado rostro, acompañado por labios delgados y ojos azules y grandes. Su expresión era de desdén, o quizá simple aburrimiento. 

Amy desapareció en las escaleras del metro, y Adrien desvió sus ojos rápidamente a otra persona. Un chico alto y atractivo caminaba rápidamente por la calle. El muchacho dentro del coche lo apodó Jason.

Antes de que desarrollara a Jason como era debido, su auto dió la vuelta y se estacionó. Habían llegado.

Nathalie bajó primero, y lo miró una vez de pie afuera del coche, esperando a que la imitara. El chico bajó también, y sintió la enorme mano de su guardaespaldas en el hombro, guiándolo hasta el set de fotografía. Al contrario de sus expectativas, había más personas ahí. No en su set, sino esperando el amanecer. Se sentaban alrededor y charlaban con amigos o familia, la mayoría turistas, absortos en su emoción.