Capítulo XI Hay que correr el riesgo

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- ¡Poché, te lo ruego por favor, no me dejes! - gritaba Daniela con los ojos rojos e hinchados de tanto llorar, se encontraba en la habitación que ambas comparten, solo que ahora había una cuna al lado de la mesa de noche de la castaña- no ahora que más te necesitamos- tocaba su muy abultado vientre, el cual estaba tenso y comenzaba a presentar ciertas molestias en la parte baja.

-Deja de llorar Daniela Calle, así como tú no tuviste compasión para dejarme en claro que no eras lesbiana, así igual yo ahora me iré con el amor de mi vida- guardando ropa en su maleta- además el abuelo ha fallecido, ya nada me ata aquí, te regreso tus acciones, puedes hacer lo que quieras con ellas, Valentina se quedará con el restaurante, si tú te quieres hacer cargo del hotel lo podrás hacer sin complicaciones ya que desde que regresaste has estado al tanto del manejo y es bastante simple.

-Pero yo no quiero hacer esto sin ti, creí que bebecín y yo te importábamos, acaso ¿todo lo que me dijiste era mentira? – sus lágrimas no paraban y cada vez sentía una mayor debilidad en su cuerpo- acaso ¿el amor que me jurabas era falso y solo querías hacerme sufrir?

-Por Dios Daniela, ¡mírate! ¿Quién podría estar enamorada de ti? Estas obesa y no es por el embarazo, Laura te dijo que solo debías de subir de 9-12 kilos y tú ya vas en 25, es un milagro que no te hayas infartado.

- ¿Por qué me dices todo eso ahora? ¿Por qué me haces sentir mal después de haberme ilusionado con una vida juntas?

- ¡Porque ya me cansé!, me cansé de jugar a la familia feliz, me cansé de siempre estar solucionando tus problemas, me cansé de hacerme cargo de un bebé que no es mío y eso que aún no ha nacido, así que es mejor que me vaya con ella.

-¡No! Me rehúso, no quiero que te vayas, yo te amo Poché, hare lo que me pidas, pero por favor no me dejes, tu no-lloraba desconsolada aferrándose a las piernas de Poché.

-Lo siento Daniela, pero tu amor llegó demasiado tarde.

- ¡NO! - el grito de Daniela retumbó en la habitación que compartía con la pelinegra, lágrimas surcaban sus mejillas de forma incontrolable y emitía múltiples sollozos- fue una pesadilla, una horrible pesadilla- se repetía hasta el cansancio tratando de recomponerse y lograr que su acelerado corazón dejara de palpitar tan acelerado. Se había sentado en la cama, con su espalda recargada en la cabecera de la misma y aunque lo intentara las lágrimas seguían corriendo por sus mejillas.

El reloj en la pared marcaba las 10 am, no entendía como es que había logrado dormir tanto y sobre todo estaba extrañada de no ver a su lado a la pelinegra, ese sueño se había sentido tan real, que el despertar y no ser consolada por la chica protagonista de la pesadilla estaba incrementando el miedo a que lo soñado se volviera realidad, a que Poché la rechazara y abandonara ahora que más la necesitaba para salir adelante junto a bebecín. Sin darle tiempo de recomponerse la puerta se abrió dejando ver a una pelinegra perfectamente arreglada trayendo una bandeja de desayuno, que al ver el estado en el que la castaña se encontraba dejó la bandeja con los alimentos sobre el baúl que guardaba las mantas y se colocó a su lado intentándola consolar, sin embargo, la castaña la rechazó.

-Calle ¿Qué pasó? ¿te sientes mal? ¿hice algo para que te enojaras conmigo? ¿Por qué estas llorando? Le va hacer daño a bebecín, dime ¿Qué necesitas? ¿Qué hago para que estés bien?

-Me abandonaste- dijo en un tono bajo casi imperceptible.

-Solo bajé a hacer mi ronda al hotel, ayudé un poco a Valentina en el servicio porque Tom amaneció un poco indispuesto y te traje tu desayuno para que no tuvieras que levantarte.

-Desperté y no estabas- menciona aun con lágrimas en los ojos, aunque ahora su tono ya no era de dolor sino más bien parecía una niña consentida que se ha raspado la rodilla y pide ser auxiliada por su madre.

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