Se recordo el niño

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Flashback

Escondidos de los ojos del mundo, menos de los ojos de Dios. En el mismo lugar de costumbre, en el sucio pero sagrado santísimo. La frase "trágame tierra" sonaba a cielo, ya que el santísimo, su pequeña madriguera de amor, es subterránea.

Todo tiene un principio y un final. El principio siempre es el más importante, si empieza bien, acaba bien.

— Ya veo que eres el favorito de tu familia — dijo con burla aquel cenizo con el que solo había cruzado palabras forzadas de educación — ¿No hablas o que?

— Si habló, pero no voy a caer ante tus provocaciones

— Yo no trataba de provocarte, yo solo dije lo que pienso. Es muy de noche, el clima está frío y tú estás sentado como idiota esperando a tu papá que ya se fue — se sentó a un lado del bicolor a una distancia razonable para dos personas que entablan conversaciones por primera vez.

— Igual prefiero quedarme aquí a irme y ser asaltado

— Alguien podría pasar y asaltarte de todas maneras, yo lo haría si fuera un ladrón

— Pffff, ¿Porque yo? No me veo como alguien que tenga dinero — sonrió un poco aligerando el ambiente.

— Tal vez no con dinero, pero te ves... frágil

— ¿Frágil?

— Desde mi punto de vista, estas todo escuálido y tienes cara de tener miles de traumas, hasta haces que quiera ser terapeuta y no sacerdote

— Ósea que quieres protegerme — sonó más a afirmación que a pregunta.

— Bastardo, no cambies mis palabras

— Solo dije lo que piensa

— ¡Deja de usar mis palabras en mi contra!

— Tu pareces un perro rabioso, necesitas disciplina

— Tu necesitas amanecer vivo y no con una bala en la cabeza, así que agradéceme porque me voy a quedar hasta el final contigo

¿Cual es el final?

De esa extraña charla, surgió una chispa, como el choque de dos piedras buscando crear fuego.

Ambos muchachos comenzaron a saludarse primero.

Shoto entró detrás de su padre un domingo por la mañana, adormilado porque levantarse temprano no es algo que disfrute hacer, pero no podía echarse para atrás porque ese día tendría un solo en el cántico a la hora de comulgar. Cerró las ventanas de su alma instantes, pero las persianas se dispararon hacia arriba cuando un toque seco en su cabeza activaron sus reflejos. Era aquel cenizo gritón quien había pasado tocando su cabeza. Cuando la mirada de los dos se encontró se saludaron sin palabras, solo bastó un movimiento de mano. Ese toque activo su energía y el sueño se espantó al recordar la noche en vela que pasaron estos dos entre platica y platica. Al bicolor le agradó Bakugou aunque el tono de su vez es fuerte, pudo escuchar más allá, no solo su tono era fuerte, el también lo era, sus palabras seguras, carácter y actitud dominante característico de un hombre confiable. Bakugou por él contrario, no le dio un gran significado a esa noche qué pasó con el bicolor, pero reconoció qué pasó un buen rato, el coqueteo indirecto del de dos mitades le sacó varias sonrisas. Esa mañana, cuando pasó detrás de Shoto, puso su mano la cabeza de este tan solo segundos, no porque quisiera saludarlo, simplemente no supo de dónde salió ese gesto, su mente actúa más rápido que su cerebro.

Ave María PurísimaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora