Se apuñalo el niño

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Una hora y media había pasado desde que Bakugou rezó al cielo para que Izuku lo perdonara. Una hora y media había pasado desde que el cenizo vio con el peliverde temblaba en la esquina de su oscura habitación en posición fetal, buscando un poco de calor en su propio cuerpo que estaba frío. No quería verlo temblar. Al menos no de esa forma. Ahora que yacía en su cama los ligeros temblores pasaron y se notaba que ahora descansa mejor. El solo hecho de recordar el frío tacto que tuvo con la piel pecosa cuando lo cargó hacia su cama le produjo un escalofrío.
Los ojos rubíes no se apartaban ni un solo segundo de los rasgos faciales del muchacho 8 años menor que el. Estaban frente a frente. Poso su mirada en esa pequeña boquita que tanto conflicto y placer le habían causado. En este momento más conflicto que placer. "O-ojalá Todoroki hubiese venido por mi", palabras que revoloteaban en su cabeza, haciendo tanto eco que hasta podría jurar que su craneo sería perforado en cualquier momento.

Se volteó, quedando boca arriba y restregó con rabia sus manos en su cara. Todoroki solo hacía más difícil su existencia, al igual que el muchacho a un lado suyo.

Decidió levantarse para ir al baño y desechar todas sus preocupaciones y problemas a través de su orina. Salió de la cama sin despertar al menor. Camino por los largos pasillos de los que nunca en su infancia se imaginó serían parte de su hogar, aunque realmente al ser sacerdote renunciabas a todo apego terrenal y tu hogar sería el que la arquidiócesis te asignara dependiendo de la parroquia. Puede que un día su hogar sea otra iglesia lejana.

Todo el lugar esta bañado en la oscuridad de la noche, pero su ser reconocía el lugar aun sin ver un carajo. Llegó a la característica puerta celeste del cagadero, que sofisticadamente llamamos baño. La puerta hacia un estruendoso chirrido cuando la abrías.

Se paró frente a los urinarios, saco su miembro y dejó fluir aquel líquido amarillo. Al terminar, sacudió su hombría y la guardo. La sensación de unas manos abrazándolo por atrás lo sacaron de sí mismo. No había escuchado la puerta siendo abierta y estaba seguro que no estaba lo suficientemente metido en sus pensamientos como para haber ignorado pro completo el escandaloso sonido que la puerta producía cuando era abierta.

La persona que lo abrazaba no era muy alta y parecía tener un 'as' bajo sus manos.

— ¿Deku?

El nombrado solo apretó más el abrazo y soltó una pequeña risita.

— Gracias por haberme sacado de mi casa, padre Kacchan... — dijo en un tono amable que escondía algo más grande que eso.

No sabía que contestar. ¿Acaso no recordaba lo qué pasó hace unas horas atrás?.

— Pero hubiese sido mejor que Todoroki-Kun lo hiciera

Abrió sus ojos rubí tan grandes como el coraje que sentía en ese momento y antes de siquiera poder voltearse, junto con aquellas palabras tan hirientes que se incrustaron en su corazón, algo también se incrustó en su estómago.

Cuando volteo abajo, vomito sangre también. El cuchillo que Kirishima usa para partir cebollas está incrustado en su estómago. Las pequeñas manitas solo lo enterraron más, moviéndolo bruscamente. Su pijama se tiñó de rojo y el ambiente de muerte.

Sentía que la vida se le escapaba a través del agujero en su estómago y con las manos temblorosas intentó apartar a Deku, pero este se aferraba con ganas a él.

El cenizo empezó a entrar en pánico, llenando su boca de todo el oxígeno que podía.

— Ahora iras con el Dios con el que hablabas. O a lo mejor al infierno por intentar ahogarme por segunda vez — soltó a Katsuki. Este desesperado se apoyó con su espalda contra los urinales y se tocó, manchando sus manos con sangre, sangre que no dejaba de brotar. Miro hacia su homicida y Deku lo miraba con asco. Las heridas que su madre le había hecho con el castigo comenzaron a sangrarle.

Ave María PurísimaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora