Se desespero el niño

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El evento termino normal para todos, excepto para Katsuki, quien estaba más enojado que los demás. Parecía una tetera de vapor a punto de estallar.

La causa de su mal humor: Shoto y Deku.

Ambos reían de lo que hablaban. Nunca había visto esa sonrisa tan brillante en su rostro cuando estuvo con el, sus ojos denotaban vida, pero al mismo tiempo, sus iris ocultaban algo más que no lograba identificar.

El cenizo tenía unas enormes ganas de llevarse a Deku a su habitación y no dejarlo salir nunca para que no volviera a ver la estúpida cara del mitad-mitad, pero su moral le impedía armar una escena de esa magnitud. No tuvo otra opción más que masticar y tragar.

Hoy es domingo, día de misa y día en el que podría ver al pecoso.

Estuvo pendiente de la entrada hasta que vio llegar a esa mata de cabellos verdes.

Sonrió internamente porque hoy comenzaría su nueva estrategia.

Lo espero sentado en las bancas de la sacristía, lugar donde no le tomo mucho tiempo llegar al más bajo.

— Buenos días Deku — la tensión hizo acto de presencia en el ambiente y en el cuerpo del pecoso.

— Buenos días Padre... — devolvió el saludo en un tono bajo.

— Llegas temprano

— S-si, es que mi madre me trajo

— Aún no llega nadie, estamos solos

El pecoso sabía a dónde iba tanta vuelta que el mayor daba con sus palabras. Solo suspiro y controlando su cuerpo, volteó su mirada hacia donde se encontraba el.

— Acércate

Lo único que los separaba es dos metros de distancia. Distancia que fue rota cuando Izuku a paso lento se acercó a el, hasta quedar de frente pero sin verlo a la cara. Se sentía más seguro viendo los zapatos de ambos casi chocar.

El cenizo se paró, ya que esto le daba más ventaja por la altura. Tomo suavemente de los mofletes al más bajo y alzo su cara.

Justo como pensó, los ojos de Deku gritaban "peligro", aún así lograba sostenerle la mirada.

El Padre trato de sonreír con naturalidad, pero esa clase de gestos no se le daban bien; finalmente, lo que para el es una sonrisa amigable, a los ojos de Deku es una sonrisa arrogante.

— Te vez bien Deku — la expresión de peligro en la cara del peliverde cambio a una de wua ta fack. Luego sin intenciones sucias, el cenizo deposito un casto beso en los labios pequeños del menor y lo soltó — Prepára el incienso y vístete con el traje para la misa — dijo antes de irse por la puerta que llevaba al altar.

El corazón de Midoriya latía tan fuerte que dolía. La verdad es que cuando le dijo que se acercará, sus expectativas de lo que iba a pasar eran que terminaría con la cartuchera entera dentro de el o algo más sádico que su cuerpo apenas soportaría, pero no, incluso le dejo la sensación que el Padre Katsuki intento ser dulce con el.

Durante toda la misa el mayor le lanzaba miradas discretas que intentaba ignorar porque solo lo ponían más nervioso y no quería equivocarse frente a la multitud.

Shoto no se quedaba atrás, aunque el era peor, pues a la hora de cantar sus estrofas lo miraba fijamente, hasta parecía no parpadear.

También noto que ambos mayores se lanzaban miradas de ¿Odio?, ¿Rivalidad?, ¿Rencor?, ¿Todo lo anterior combinado?. Quizás solo fue su imaginación, puesto que el Padre Katsuki miraba a todos y todo con odio y el director del coro Shoto te congelaba con la mirada.

La misa terminó y todos los que participaron en ella estaban en la sacristía guardando las cosas y preparando otras para la siguiente.

Katsuki fue el penúltimo en entrar al lugar. Busco con la mirada al de ojos esmeraldas, y cuando lo encontró guardando su traje en uno de los armarios fue directo hacia el.

Acarició discretamente el trasero del menor que en ese momento estaba inclinado. No podía evitar molestar al pecoso, sus reacciones eran lindas y eso lo incitaba a molestarlo más.

El pecoso dió un salto y un grito que callo rápidamente al ver de quién se trataba (igual, ¿De quién más se podía tratar? El cenizo es el único que lo tocaba de esa manera).

— P-padre Katsuki...

— Tan despistado como siempre. Cómo sea, ¿Eres todo un nerd verdad?

— ¿Porque lo dices?

— Por la camisa de Marvel

— Me gustan todas esas cosas de superhéroes, creo que es genial — dijo mientras juntaba sus dedos, con una sonrisa tonta en el rostro.

— Yo creo que es tonto, si este mundo tuviera héroes hubiera mucha más miseria — la cago, porque la cara del menor se apagó al escuchar sus palabras — pero, supongo que sería genial tener poderes, y yo sería el mejor de todos — y como si el peliverde tuviese algún transtorno bipolar, su cara se iluminó otra vez en segundos.

— Si yo tuviese poderes, daría hasta mi vida por salvar a los demás

La conversación iba fluyendo poco a poco.

— Ya hubo alguien que murió por todos nosotros ¿Sabes? — Así es, la conversación iba fluyendo, hasta que Todoroki se metió.

— Tsk — chasqueo la lengual el de ojos rubí — Ya vino el metido este — murmuró para si mismo, pero de todas maneras Shoto alcanzó a escuchar lo que dijo.

— También me da gusto verle Padre — forzó una sonrisa — Midoriya, vamos, te acompañaré a casa

— No es necesario, mi madre está allá afuera esperándome — de nuevo ese extraño ambiente.

— Le puedes decir que te quedarás a ayudarme a la siguiente misa — propuso el cenizo.

— Pero ¿No dijiste que me acompañarias a tomar un café después de misa?

El peliverde está muy seguro que nunca le dijo tal cosa al bicolor.

Estaba por negar lo que el bicolor dijo, pero en eso, entro Inko para llevárselo.

— Izuku, tardas mucho, tenemos que ir a hacer las compras. ¡Oh! Perdón por mis modales — exclamó apenada — Buenos días Padre Katsuki, director del coro

— Buen día — saludaron al mismo tiempo.

— Señora — se adelantó a hablar el heterocromático antes que el de ojos rubí lo hiciera — Quería pedirle permiso para ir con Izuku a tomar café

Ella hizo una rara expresión — ¿Eso que no es solo para parejas?

— No

— La verdad no me agrada la idea, tengo el concepto que ir a tomar café es solo para parejas hetero

— Mamá... — mencionó a su progenitora que lo estaba avergonzando en ese momento.

Todoroki prefirió no decir más.

— Señora... — llamo esta vez la atención el cenizo —  ¿Mirodiya? — Bakugou es malo para recordar nombres, por eso le pone apodos a todos.

— Midoriya — corrigió la regordeta señora.

— ¿Puede quedarse su hijo? Para ayudarme en la misa

— Claro, esa idea me parece mejor, vendré por ti más tarde — indico a su hijo antes de salir.

— Estar aquí es mejor que ir a un curso café — exclamó victorioso el cenizo.

Oh no, esto no se quedará así, pensó el bicolor.

— Te veré después Midoriya — el de ojos heterocromáticos dió un rápido beso en la pecosa mejilla del menor e irse tan rápido como realizó está acción.

— Bastardo... — lo que más cabreó al Párroco fue el sonrojo en el chiquillo.

Tendré que desinfectarlo después, pensó Bakugou.

Ave María PurísimaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora