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La lluvia torrencial caía sobre la ciudad, no parecía poder detenerse en ningún momento.

Se sentía patética, completamente inútil mientras se congelaba bajo el tejado de una parada de autobús.

Sus nudillos magullado se comenzaron a volver blancos por la forma en la que se aferraba a sus antebrazos en un intento de preservar el poco calor que su cuerpo podría conservar.

Maldijo el momento en el que decidió escapar de casa sin un paraguas o algo más abrigado pero las prisas de poder ver a Mikey le animaron a salir corriendo.

(__) había estado cenando con su familia tranquilamente cuando recibió una llamada, se trataba de Mikey, aunque extraño que le llamase a esas horas no podía culparlo, el pobre había pasado por cosas traumáticas recientemente, era normal que buscara consuelo en alguien como sus amigos.

Inició un charla con normalidad, rememorando con melancolía algunos momentos antes de soltar una frase que le dejó helada.

- Por cierto (__), ha sido un gusto ser tu amigo.

Su nombre sin ningún tipo de mote cariñoso, era la primera vez que le llamaba así en mucho tiempo.

- ¿Por qué estás hablando como si fuese una despedida?.- Hubo un silencio sepulcral del otro lado de la línea.- Eh, Mikey ¿Qué está pasando?- Preguntó angustiada.

- Espero puedas tener una vida feliz.

La joven no tuvo tiempo de contestar cuando la llamada terminó, el familiar sonido de la otra línea siendo desocupada llenó su audición. El angustiante sentimiento de que algo andaba mal obligó a (__) a salir corriendo de su casa, sin importarle en lo absoluto los gritos de su madre y el llamado de su hermana. Apenas alcanzó a colocarse un par de sandalias antes de salir corriendo en dirección a la residencia de los Sano.

Al llegar, el abuelo de Mikey le dijo que no había visto a su nieto desde la mañana, no había rastro alguno de él o de su motocicleta. Al parecer no había sido la única a la que había contactado ya que algunos de sus amigos pasaron a preguntar por él más temprano.

Agradeciéndole por su amabilidad se despidió del anciano, tratando de lucir tranquila mientras el hombre cerraba la puerta. Cuando estuvo lo suficientemente lejos de la casa su máscara de tranquilidad cayó, lanzó su puño a la pared más cercana una y otra vez hasta que el dolor pudo más que ella.

Las lágrimas corrieron por su rostro al mismo tiempo que la sangre bajaba por sus nudillos.

Con la mirada perdida y temblorosas manos sucias comenzó a andar sin rumbo, no quería volver a casa, primero debía calmarse antes de recibir la perorata que su madre le daría por salir tan tarde en medio de la cena.

En algún momento el cielo comenzó a nublarse, si tan solo la chica se hubiese dado cuenta habría podido evitar el agua que caía furiosa sobre su cuerpo desprotegido.

La vida debía odiarla.

Mantenerse bajo la parada del autobús ya no parecía tan buena idea, después de todo ya habían pasado dos autos a gran velocidad que casi le salpicaban con el agua estancada en la calle. Aún con frío buscó con la vista algún lugar al que pudiese permanecer sin el temor de terminar de empaparse por completo.

Como si de una señal divina se tratara, un edificio fue iluminado entre la penumbra de las calles, la familiar estructura y los coloridos vitrales vistos desde la fachada podían ser extrañamente daban un aspecto irónicamente seguro al sitio religioso. Una iglesia podría ser el lugar perfecto para resguardarse, al menos tenía la certeza que no podían encontrarla si trataban de buscarla. Su madre no se atrevería a pisar un lugar como ese, ella era alérgica a los crucifijos y su hermana se derretiría antes de siquiera dar un par de pasos al interior del edificio.

Tan Dulce Como La Miel [Taiju Shiba x Reader]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora