XIX

2K 227 43
                                    

La jefa estaba muy felíz, al menos eso es lo que los curiosos y algo cotillas ojos de Mitsuki podían apreciar.

Ella llegaba todas las mañanas tarareando alguna canción y sus mejillas parecían que se iban a entumecer de estar sonriendo todo el día. Esa no era una expresión común y corriente como las que daba a los clientes por mera cortesía, ese era el rostro que solo una mujer enamorada podía ofrecer.

No se necesitaba ser un gran genio para notarlo, Mitsuki, quien se creía alguien un poco lento para muchas cosas, miraba con recelo a la mujer que se encontraba atendiendo a los clientes con gran entusiasmo.

Él estaba seguro de que podía ver una atmósfera rosada al rededor de la (c/c).

Mientras llevaba los trastos sucios a la cocina, miró a su compañero de trabajo, quien terminaba de decorar unos cupcakes recién hechos.

- ¿Crees que la jefa esté saliendo con alguien?- Preguntó el joven.

Subaru arqueó una ceja.

- Ella es muy mayor para tí.

El adolescente sintió como sus mejillas se sonrojaban por la vergüenza.

- ¡N-no me refiero a eso!- Exclamó rojo.- Quiero decir, desde hace tiempo parece que tiene la cabeza en las nubes, puede que esté saliendo con alguien en este momento.

El hombre más grande se encogió de hombros, continuando con su labor.

- Si la jefa es feliz, entonces la paga será buena.

- Eres un avaro.- Reprendió.

Subaru solo rodó los ojos, escuchando los murmullos y quejidos conspiranoicos de su compañero de trabajo al mismo tiempo que él lavaba los platos sucios, sabía que si no hacía algo para entretenerlo entonces seguiría así el resto de su vida.

El repostero, sin dejar de trabajar, soltó un suspiro.

- Pero si me lo preguntas, creo que es el hombre de la otra vez.- Especuló, a pesar de su aparente desinterés era cierto que sentía cierta curiosidad por aquél extraño y algo intimidante hombre.- He visto que la jefa se va con él todas las tardes después de cerrar.

Mitsuki abrió los ojos con sorpresa, comenzando a atar cabos como si el significado de la vida fuese revelado frente a sus narices. El joven asintió con fuerza, llevando una de sus manos al mentón en un gesto reflexivo.

Lo que ambos empleados no sabían era cuan cercanos eran en realidad ese par.

Todas las mañanas, sin falta alguna, (__) se encargaba de preparar un café y un bollo recién horneado para Taiju. Al mismo tiempo, era en algunas noches en las que Taiju le ofrecía una buena cena, todo cortesía de su propio negocio.

Aún cuando la repostera recuperó su auto después de que pasara por una larga estadía del mecánico, aquellas cortesías de ambos seguían manteniéndose. Hablaban en sus pequeños encuentros, poniéndose al día con cosas tan cotidianas como las mascotas o sus respectivos negocios.

Poco a poco, la relación entre los dos parecía recuperarse, iniciando tan lento como si estuviesen recreando los inicios de su amistad en la adolescencia, solo que sin las salidas en motocicleta y sin intoxicaciones alimenticias.

Había una extraña felicidad que comenzaba a cosquillear en su pecho cada vez que Taiju elogiaba su cocina. Al tratarse de su trabajo, estaba acostumbrada a escuchar los cumplidos que los clientes le daban todos los días, pero que estos vinieran directamente de la boca del peliazul se convertían en una pequeña alegría.

Al igual que todos los días, después de cerrar su negocio, Taiju se había preparado para hacer una última parada en la repostería del otro lado de la calle.

Tan Dulce Como La Miel [Taiju Shiba x Reader]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora