―Soy el oficial Costa, vengo a hacerte unas preguntas. ¿Puedo pasar?
―Por supuesto oficial―Dije apartándome de la puerta para dejarle paso―Lamento no poder ofrecerle café, pero estoy sola en casa y no sé prepararlo.
―No te preocupes, tengo poco tiempo para hacerte las preguntas.
Nos sentamos en el sofá del salón y me fijé en su rostro. Era el padre de Diana, una amiga mía. La conocí en el colegio, hacía más de diez años. Ella era rubia, ojos marrones y una piel bastante pálida, al contrario de su padre. El oficial era alto, con el pelo marrón y con los ojos de la misma tonalidad. Se le notaba un poco de tripa y algunas canas. Era el típico hombre que pasa de los cuarenta y cinco años.
―Como sabes, Alice desapareció la noche del 21 de junio, hace unos días. Sabemos que tu hermana Anna y ella tenían una estrecha relación así que creo que deberíamos hablar con tu hermana, por si puede aportar algo en la investigación―Asentí, pensando en que podría aportar una niña de cinco años―Bien, ¿cuándo fue la última vez que viste a Alice?
―Hace una semana, cuando fui a dejar a Anna al autobús de su campamento, Alice venía con nosotras para despedirse.
― ¿Sabes el motivo por el que Alice no fue al campamento? ―Preguntó mientras anotaba algo en una pequeña libreta.
―Creo que la Sra. Lombardi dijo que no podía ir porque la niña tenía fiebre alta y dolor de cabeza. Me costó mucho convencerla para que se pudiera despedir de Anna.
― ¿Estaba tan mal? ―Dijo arqueando una ceja.
―No creo que estuviera muy enferma, simplemente tendría unas décimas de fiebre, pero la Sra. Lombardi es una madre soltera y primeriza. Supongo que se asustaría - Respondí
― ¿Como es tu relación con Alice?
―Nula. Solo manteníamos conversación en pocas ocasiones.
―Bien, por ahora solo te haré estas preguntas. Cuando Anna esté en casa volveré para hablar con ella y con tus padres. Pero quiero hacerte una pregunta, ¿crees que esto es una simple desaparición o crees que puede haber algo más detrás de todo esto?
―Seguramente la niña observó algo que le llamó la atención, se dirigió hacia eso y cuando se quiso dar cuenta se había perdido en alguna parte. No se preocupe, encontrarán a la niña y todo volverá a la normalidad―Mentí con intención de tranquilizar a Costa.
Nos levantamos del sofá con un camino seguro hacia la puerta. El oficial salió de la casa tras hacer un gesto de despedida y cuando estuve sola me paré a pensar en la última pregunta del policía.Era obvio que no pensaba la misma respuesta que le había dicho, pero que él sospeche de que algo pasase me resultaba increíble. Era un hombre que nunca se ponía en lo peor y muy optimista, yo siempre pensaba en todas las posibles opciones antes de fijarme en solo una de ellas.
Me separé de la puerta y me dirigí rumbo a la cocina, entre Carlo y el oficial Costa se me había formado un hambre que resolvería con la comida que mis padres habían preparado para mí. Abrí la nevera y pude percibir el olor de una lasaña. Saqué el recipiente que la contenía y lo metí en el microondas. Mientras mi comida daba vueltas en el interior de mi electrodoméstico pensaba que haría más tarde, tras comer.Podría llamar a Mario y dar una vuelta.
Saqué la lasaña del microondas, me senté a comer y saqué mi teléfono para llamar a mi mejor amigo. Llamo y a los pocos segundos contestó.
―Mario me preguntaba si querías salir a dar una vuelta en una hora.
―Em... Vale, tengo que hablar contigo sobre algo.
―Relacionado con la desaparición de la niña?
―No, es más bien algo sin importancia. Nos vemos en una hora en tu casa. Seré puntual―Dijo como despedida.
Una vez finalizó la llamada comí mi lasaña, tiré el recipiente, lavé el tenedor y el vaso y me dirigí a mi habitación. Cuando me fijé en la hora me tiré en mi cama y empecé a leer un libro, faltaba más de media hora para que Mario llegara.Estaba leyendo “El misterio de las sombras”. El libro trata de Michelle, una estadounidense con una gran pasión por descubrir los secretos que oculta su pequeño pueblo al norte de Texas. Cuando ella empieza a investigar conoce a Mike, un chico procedente de Inglaterra que tiene los mismos intereses que ella. Juntos descubren el misterio y libran a su religioso pueblo del mal que los acechaba.
Me gustaba ese libro porque me identificaba con la protagonista, carácter fuerte, decidida e independiente; y la misma pasión por los misterios.
Lo que nos diferenciaba era que yo convivía con misterios más macabros y que no podía investigar por mi cuenta.
Siempre me molestaba que en los libros las protagonistas tienen toda libertad para investigar y si algo se les complica al final todo sale bien. En mi vida las cosas son muy distintas, padres que preguntan por todo y chicos perfectos que no existen. Pero me gusta leer por el mismo motivo, escaparme de la realidad e infiltrarme en mundos donde las preocupaciones disminuyen y al final siempre conseguir la felicidad.
Volví a mirar el reloj y me levanté de la cama. Quedaban 5 minutos y yo en pijama.
Me quité los pantalones de pijama y me los cambio por unos vaqueros cortos de color negro al igual que me pongo un conjunto de lencería de color burdeos. Intento abrocharme el sujetador y, sin conseguir resultados, empiezo a escuchar unos golpes en la puerta. Bajo las escaleras intentando cerrar la parte superior de mi ropa interior y cuando lo consigo, corro para abrir la puerta.
―Hola Mario―Dije con la respiración acelerada por haber corrido desde mi habitación.
―Maravillosa bienvenida―Dijo riéndose.
―Lo siento, pero me entretuve con las misteriosas sombras al norte de Texas―Comenté mientras me reía con Mario.
―Ve a vestirte, te espero en el salón
―Dame un segundo y bajo.
Dejé a Mario solo en el salón y me dirigí hacia mi cuarto. Cuando llegué, me puse un top rojo con escote cuadrado y volví hacia mi amigo.
―Y qué era eso que me tenías que contar? ―Pregunté una vez estuve a su lado.
―Me han dicho que se ha mudado una familia nueva al pueblo―Dijo Mario con un brillo en sus ojos―Por lo que sé son una familia aparentemente normal, un padre, una madre y un hijo de nuestra edad.
―Y los has visto? ¿A alguno de ellos? ―Pregunté de manera curiosa. Era muy extraño que alguien se mudara al pueblo por varios motivos: las muertes de animales, los misterios sin resolver y la localización. Vivíamos en un pueblo pequeño, en la costa italiana y rodeado por un profundo bosque el cual nadie se había atrevido a cruzar. Para salir del pueblo solo había una carretera que rodeaba el inmenso bosque.
―Esa es la mejor parte, viven en una casa al lado de la mía y mi padre hizo un bizcocho para entregárselo como bienvenida. La madre se llama Rachel, es rubia con el pelo por los hombros, ojos verdes. Es un poco más baja que tú, medirá aproximadamente 1´65 y es delgada. El padre se llama Christian, tiene el pelo de color marrón y los ojos marrones, con un poco de barba. Mide aproximadamente 1´85, como yo, y es delgado también. Me han dicho que su hijo se llama Marcus, pero no sé cómo es, no estaba en casa.
―Y supongo que quieres que me pase para darle la bienvenida a este macabrilloso pueblo.
Los padres de Mario siempre le decían que las personas que venían al pueblo se merecían una cálida bienvenida. Al ser un pueblo relativamente pequeño los habitantes nos conocíamos entre nosotros, pero eso no impedía que nuevas personas entraran en la comunidad.
―Ya sabes lo que dicen mis padres―Dijo subiendo los hombros, haciendo un gesto de desinterés- ¿Acabas de crear una palabra entre macabro y maravilloso?
―Si vas a hacerme conocer a mis nuevos y queridos vecinos te recomiendo que empieces a andar antes de que me arrepienta.
Mario salió de la casa mientras yo me centraba en coger lo necesario para irme de casa. Llaves, cargador, cartera y el teléfono. Metí lo antes mencionado en mi bolso, me puse mis gafas de sol y salí de casa. Mario y yo empezamos a hablar sobre los nuevos vecinos, estaba segura de que serían el centro de atención en el pueblo por un par de días. Me dijo que los padres de Marcus eran personas encantadoras, por lo menos eso parecía.
ESTÁS LEYENDO
El bosque Rojo [Amazon Y Librerías]
Mystery / ThrillerRedWillow, aparentemente el típico pueblo que nadie conoce, que solo aparece en los mapas por casualidad, tan apartado de la sociedad que las leyendas y mitos fantasiosos son más frecuentes que la gente mayor yendo a misa un domingo; y otros mitos q...