Capítulo 28

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Salía de casa como un día cualquiera. La habían advertido de que tuviese cuidado cuando saliera a la calle. Ella odiaba la sangre y temía a la muerte. Le habían dicho que si veía algo raro volviese a casa sin pensárselo. Pero cuando lo vio no pensó en huir. Estaba dolido, tratando de sobrevivir en el suelo, intentando volar.

Se acercó lentamente a él. En su colegio le dieron charlas para estos casos y ella siempre prestaba mucha atención a cómo podría salvar a algo.

El cuervo negro batía sus alas rápidamente más no podía alzar el vuelo. Ella puso sus manos alrededor del animal y lo levantó del suelo. Pudo observar que tenía tierra seca en sus garras, algo que le impedía su objetivo.

Lo abrazó con cuidado y se acercó a un pequeño riachuelo que estaba ubicado en un lado del pueblo muy cerca al bosque y poco concurrido.

Bajó al cuervo hasta que sus dedos tocaron el leve caudal y lavó las patas del animal. Al poco tiempo, las densas bolas de tierra se fueron desprendiendo de él.

Cuando estuvo libre, se sacó la chaqueta y se dispuso a secarle con cuidado. Pasados unos minutos lo posó en el suelo y empezó a volar. Se iba alejando, lejos, cada vez más lejos, soltando un graznido que ella interpretó como un gracias.

Sonrió con satisfacción, era una de las primeras veces que había salvado a un animal de un horrible futuro. Pensaba como tenía que haber sufrido lejos de sus padres, de su familia.

Por un segundo imagino que eso le pasase a ella y una lágrima se le escapó de sus preciosos ojos. No quería estar lejos de ellos.

La noche empezaba a caer mientras esto pasaba y un manto estrellado se extendía sobre su larga cabellera. Se daba cuenta de lo tarde que era y sabía que debía volver a casa, pero cuando se giró divisó algo que se lo impedía.

Una figura humana tapada de pies a cabeza le cortaba el paso. Levantó su mirada y se fijó en su cara, llevaba una careta de calavera. Ahí recordó lo que sus padres le habían dicho antes de salir. Trató de alejarse sin hablar con eso, pues el miedo empezaba a ocupar todo su cuerpo.

—Cariño—Le habló una voz tranquila, calmada y dulce—Necesito que me ayudes con algo.

—Lo siento, pero no creo que pueda ayudar en algo—Se excusó ella.

—Créeme querida, serás de gran ayuda—Insistió con serenidad.

—Puedo ir a llamar a mis padres, ellos estarán encantados de echarte una mano—Trataba de huir.

— ¿Me temes? —Preguntó manteniendo el mismo tono.

—No, claro que no. Simplemente creo que cualquiera sería mejor para lo que necesites—Siguió ella, intentando alejarse.

— ¿Estás segura de que no quieres ayudar? — Cuestionó.

No dijo nada, solo se dio media vuelta y empezó a correr, aunque no anduvo ni dos pasos cuando dos personas vestidas igual que el sujeto anterior la cogieron por los brazos mientras tapaban su boca para acallar sus gritos.

— ¿Él estará conforme? —Interrogó uno de ellos.

—Más que suficiente—Aseguró otro. 

El bosque Rojo [Amazon Y Librerías]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora