Capítulo 20

36 9 40
                                    

Al día siguiente me desperté con la noticia de que la Sra. Lombardi había muerto la noche anterior. La hora del fallecimiento fue aproximadamente a las 3 de la madrugada, pero al parecer, hubo un fallo en la máquina y nadie se enteró hasta pasadas las siete.

Ahora estábamos en camino del hospital. Mis padres habían aparecido esta mañana preocupados por lo acontecido la noche anterior. Había tenido un segundo interrogatorio cuando me levanté.

Al llegar vimos a algunas de sus amigas llorando en la sala de espera, la alcaldesa y la policía. Todos estaban devastados, era la segunda muerte del pueblo, pero lo que más le dolía al pueblo no era su muerte, era su condición. Estaba sola en el mundo, hacía poco más de una semana había perdido a su hija, no tenía familia, pareja... Las únicas que estaban para ella eran un grupo de chicas que llevaban juntas desde el instituto y que ahora lloraban por la culpa, la culpa de no haber estado con ella en su último aliento. La familia de Marcus no estaba presente. Tampoco me los esperaba aquí, no creo que sea su sitio, ni siquiera sé si la conocían. Faltaba más de la mitad del pueblo pero por alguna razón solo quería verlo a él.

Estos últimos días nuestro acercamiento era más que evidente. No tengo ni la más mínima idea del porqué, de repente, decide hacer su coqueteo más notorio. Suponía que la relación tan cercana a su hermano de manera tan repentina lo ponía celoso o quizás habían tenido una charla y se había dado cuenta de que quería algo conmigo. En cualquier caso, no me desagradaban para nada estas situaciones en las que nuestras caras quedaban a centímetros y nuestras respiraciones se mezclaban.

Después de comer volvimos a quedar el grupo de la playa: Marcus, Mike, Isabelle, Emma, Mario y yo.

Nos reunimos en una zona tras las casas de los chicos. Ahí había una especie de comedero, con cuatro mesas de madera y un lugar con columpios y toboganes en los que la gente pasaba mucho tiempo.

Marcus, Mike y yo empezamos a correr para tomar asiento en un banco, antes de que las parisinas se nos adelantaran, y nos sentamos conmigo quedando en el centro. Ellas llegaron segundos después, puesto que empezaron a correr tras nosotros y se sentaron en el suelo junto a Mario frente a nosotros.

Una vez allí, hablamos sobre todos los acontecimientos de RedWillow. Parecía que el tema de los asesinos estaba en boca de todos, no había conversación en la que estas desgracias no salieran al menos veinte veces la hora.

Miré a Marcus de perfil, sabía que para él conocer la situación a la perfección y no poder decir nada lo hacía sentirse mal. Aunque no me lo dijera sabía que le dolía, o al menos antes de que su hermano lo supiera. Entonces observé el perfil del hermano a mi derecha. A él no pareció afectarle tanto la noticia, creo que en cierta manera él también sospechaba algo, desde que lo conozco.

Por un momento me lo imaginé en su cuarto, boca arriba en su cama, repasando todas las posibles opciones por las que su hermano que comportaba de manera extraña, desde algún lio secreto entre nosotros, hasta la posibilidad de que fuésemos superhéroes que en la noche luchábamos contra los peligros que rondaban el pueblo.

Cuando volví a adentrarme en la charla, entendí que el tema no había cambiado demasiado.

— ¿Entonces ella murió por la noche? —Preguntó Mike.

—Al parecer hubo un fallo en el sistema eléctrico o algo así y no lo detectaron hasta las siete—Contestó Isabelle.

—Desde luego el hospital más seguro del mundo—Aporté irónicamente.

—No deberían estar muy despiertos—Dijo Marcus, dándome la razón.

—Y, ¿Qué tiene que ver el estar despiertos y la electricidad? —Habló Isabelle, bastante confusa.

—Pues que si hay un problema que deja al hospital sin luz, las personas que trabajan ahí serían las primeras en enterarse, no esperarían casi cinco horas en restablecerla—Respondí defendiendo el punto de Marcus.

—Uy, míralos como se apoyan entre ellos—Bromeó Emma subiendo y bajando las cejas mientras daba un codazo a su hermana.

—Creo que deberíamos dejarles intimidad—Continuó Isabelle.

—No necesitan más de la que tienen—Susurró Mike.

Le di una patada en la pierna para que se callara, por suerte nadie escuchó su comentario, pero, aun así, podrían haberlo hecho. Él me miro con una sonrisa inocente y uno de sus guiños que tampoco fue captado por el resto.

Pasaron las horas y las cosas de las que hablar dejaron de parecer tan interesantes y supimos que era el momento para irnos a casa. Cuando llegué vi a mis padres haciendo las maletas otra vez. En verdad, solo habían venido para ver cómo estaba y aclarar el tema del disparo, pero una vez que la policía nos soltó y la Sra. Lombardi muere, ellos ya no hacían nada aquí.

—Cariño, nos vamos a ir después de cenar, sabes que para tu hermana es mejor viajar mientras duerme—Explicó mi madre mientras se tiraba sobre la maleta para cerrarla.

—Tranquila mamá, lo entiendo.

—Al ser mayor de edad no es necesario que tus padres estén contigo con todo el tema del disparo, así que tenemos que retomar cuanto antes las reuniones urgentes que hemos tenido que aplazar—Continuo mi padre.

Cenamos los cuatro con tranquilidad, algo que hacía tiempo no pasaba. Claro que en cada cabeza pasaban distintos pensamientos. Mis padres estarían pensando en sus negocios, reuniones, fábricas y demás, Anna estaría pensando en su mejor amiga, muerte que está superando lentamente, y yo, que estaba pensando en sangre.

Cualquiera que leyera mis pensamientos creería que soy una vampira.

Ellos se fueron tras la comida, como anteriormente habían mencionado. Me fui a mi habitación y empecé a desvestirme para ponerme el pijama. Mientras subía mis pantalones una caja rodeada con un lazo rojo entró por mi ventana abierta. Era exactamente la misma caja que la que nos dieron en la playa. Y, aunque fuese tarde, llamé a la única persona que debía de saberlo.

—Me preocupa lo mucho que me extrañas, Tormenta—Dijo nada más cogió el teléfono.

—Me preocupa lo egocéntrico que eres, White—Respondí en su mismo tono sarcástico.

—Dime, ¿qué es lo que tu hermosa voz quiere decirme a la una de la madrugada?

—Acabo de recibir otra cajita, con otra nota y otro mensaje en runas vikingas.

—Qué bonito que pienses en mí cuando necesitas ayuda—Habló juguetón.

—No necesito ayuda de nadie, pero creo que lo más justo para ti es saber de la existencia de este acontecimiento.

—Bien, mañana estaré ahí para ayudarte a descifrarlo.

— ¿Y Mike?

—Tiene que hacer algo que no me interesa.

— ¿Por qué no te interesa? —Pregunté curiosa.

—Porque el que él no está mañana hará que tenga un momento a solas contigo—Respondió coqueto.

— ¿Estás tan desesperado por un beso? —Cuestioné con un tono provocador.

—Solamente porque es tuyo—Contestó sincero.

—Buenas noches Marcus.

Y sin más colgué sintiendo un cosquilleo en la zona baja del abdomen. 

El bosque Rojo [Amazon Y Librerías]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora