Capítulo 6

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La sangre recorría cada centímetro de mis manos.

Algunas pequeñas gotas se esparcían por mi cara y mi ropa.

Su olor era más que palpable en el ambiente.

La hierba se había teñido de aquel color rojo.

El cuerpo de aquel chico descansaba sin vida a mis pies.

El silencio de una noche oscura envolvía el lugar haciendo que solo una voz se hiciera presente.

―Parece que estás en problemas―Dijo frente a mí.

“Horas antes”

Había estado todo el día fuera de casa.

Mario me había invitado a comer y después estuvimos jugando a juegos de mesa: parchís, juegos de misterios, ajedrez… Hasta que un tiempo después nos dirigimos a mi casa para enseñársela a los White, tal y como habían prometido.

Llegamos cuando mis padres nos llamaron diciendo que ellos ya estaban aquí. Cuando estuvimos allí mi madre me dijo que habían tenido un problema y que se irían a Milán durante un par de días. Salieron de casa rápidamente dejándome con el encargo de enseñarle la casa a nuestros vecinos.

Fui puerta por puerta, sala por sala, mi habitación, la de Anna, la de mis padres y la de invitados, los baños, la pequeña biblioteca que teníamos junto con una pequeña sala de estar... Toda la casa fue vista por los vecinos que, de manera curiosa, observaban todas las estancias.

Cuando terminé el tour les invité a un café, pero ellos rechazaron la propuesta con la excusa de que tenían que acabar de colocar detalles y arreglar papeles en su vivienda. Mario también se despidió y se fue con los White. Dejándome sola.

Me dirigí a la cocina e intenté cocinar algo, lo más básico que existe, unos macarrones. Puse el agua a hervir, eché la pasta y puse la salsa de tomate en otra olla para calentarla. Los minutos pasaban y los macarrones estaban apunto de hacerse cuando el sonido del timbre se hizo presente.

Me dirigí a la puerta y la abrí, frente a mí había un hombre de unos veinte años, vestido de negro con una gorra del mismo color, llevaba una carta en la mano. Sus ojos se fijaron en mí recorriendo mi cuerpo con su mirada al igual que hizo la mía. Su expresión se convirtió en una de enfado y entró por mi lado hacia el interior de la vivienda.

―Así que tú eres la chica que han elegido, creí que este tema era serio―Dijo una vez dentro mientras su mirada seguía recorriendo mi cuerpo.

― ¿De qué estás hablando? ¿La elegida de qué? ―Hablé con cautela.

―Llevo toda mi vida esperando esta oportunidad, perteneciendo desde que nací, preparándome para el gran golpe y solo se les ocurre elegir a una chica que ni siquiera sabe de que hablo―Balbuceó con incredulidad, soltando la carta que llevaba entre manos furioso.

No sabía que decir, me encontraba expectante a sus movimientos, el sujeto daba vueltas por el salón y la cocina con rapidez y enfado hasta que, de un momento a otro, paró de moverse en medio de la planta, levanto su vista y me miro a los ojos. Se abalanzó sobre mí con sus manos apretando mi cuello hasta que mi cuerpo chocó con la pared. Empezaba a faltarme el oxígeno cuando recordé lo que alguien me dijo.

“Pulgares a los ojos y presionando con mucha fuerza, patada a la entrepierna y escapar de allí”

Hice lo que Arianna una vez me dijo y corrí a la cocina por un cuchillo, miré la puerta principal, estaba abierta pero el sujeto empezaba a levantarse del suelo, solo quedaba la segunda opción, la puerta trasera.

Abrí la puerta y salí intentando buscar una salida. El patio trasero estaba rodeado por setos haciendo de vallas, con una altura superior a los dos metros, sin ningún lugar para salir, me había quedado encerrada en mi jardín.

El chico se aproximaba a mí con idea de terminar lo que había empezado y yo no tenía escapatoria. Estaba muy cerca de mí, paso a paso, cada vez más cerca.

Entonces, cuando estuvo a punto de volver a atacarme, clavé el cuchillo en su carótida. Empezó a desangrarse y, en pocos segundos, agonizaba tirado en frente de mis pies.

La sangre recorría cada centímetro de mis manos, algunas pequeñas gotas se esparcían por mi cara y mi ropa, su olor era más que palpable en el ambiente, la hierba se había teñido de aquel color rojo, el cuerpo de aquel chico descansaba sin vida a mis pies y el silencio de una noche oscura envolvía el lugar haciendo que solo una voz se hiciera presente.

―Parece que estás en problemas―Dijo Marcus frente a mí.

Estaba en el marco de la puerta que conectaba con el interior de la casa. Mentir sería inútil, estoy segura de que habría presenciado la escena y las pruebas eran más que evidentes.

Sangre en el cuerpo del hombre.

Sangre en mi cuerpo.

Sangre en el césped.

Sangre en mis manos.

Sangre en el cuchillo.

Sangre por todas partes.

― ¿Estás bien? ―Dijo mientras comprobaba mi cuerpo en busca de heridas graves.

― ¿Qué haces aquí? ―Pregunté mirándolo a los ojos.

―Me había olvidado el móvil cuando vine a ver tu casa.

No conocía a Marcus, no sabía si era de los que delatan o de los que ayudan a esconder el cuerpo.

― ¿Qué vas a hacer? ¿Vas a delatarme o a ayudarme?

―Digamos que estamos juntos en esto.

― ¿Por qué harías eso? ―Hablé con desconfianza.

―No es mi estilo delatar y lo he visto todo, si no te ayudo y nos descubren me haría cómplice.

Me ayudó a cargar el cuerpo hasta el maletero de un todoterreno de color negro con todos los cristales tintados.

Cogí la manguera y limpié todo rastro de sangre del césped al igual que recogí las pocas cosas que habían caído en el interior de mi casa.
Limpié pomos, el cuchillo y toda superficie que pudiera haber tocado el sujeto, al igual que el suelo.

―Estaba haciendo macarrones, ¿tienes hambre? ―Pregunté saliendo al jardín.

― ¿Macarrones? ―Asentí― ¿Acabas de matar a un tipo y piensas en la cena?

―Tenemos que hacer tiempo, hasta la madrugada la gente estará en las calles, será sospechoso salir con un coche con los cristales tintados.

― ¿Por qué tienes un todoterreno negro con los cristales tintados? Ese coche es discreto, perfecto para hacer trapicheos ilegales.

―Lo compré hace meses, vi en una película de mafiosos que tenían ese coche y lo adquirí al día siguiente. ¿Quieres entrar a cenar?

Cerró el maletero y entró a la cocina donde previamente había preparado dos platos de comida. Nos sentamos a comer y hablamos sobre el procedimiento a seguir con el cadáver.

―Leí en un libro que había que cortar sus huellas dactilares y quemar su cara, para que no puedan reconocerlo
fácilmente―Dije―Después solo vamos a un lugar perdido en el mundo y lo enterramos.

―De acuerdo. Antes de meterlo en el maletero quité todas sus cosas, teléfono y cartera, no tenía nada más.

En ese momento recordé. Me levanté de la mesa de un salto y corrí al salón en busca de aquel sobre que traía el sujeto.

―Cuando entró traía esto―Hablé mostrándole la carta.

― ¿Qué te dijo? ¿Por qué intentaba matarte? ―Preguntó.

―Hablaba sobre que era la elegida de algo que el quería, como si yo me apropiara de algo que él creía que le pertenecía. Supongo que si me quitaba de en medio podría conseguirlo.

― ¿Tienes alguna idea sobre lo que puede ser?

―Solo espero que el contenido de este sobre nos dé alguna pista.

Me miró atento esperando que abriera el sobre y así lo hice. Mi cara debió de ser un cuadro.
El contenido era un mapa de RedWillow, no solo del pueblo si no parte del bosque, pero lo realmente extraño era que sobre el mapa había las líneas de un tablero de ajedrez.

Mi casa, por ejemplo, estaba ubicada en A3 y la de los White en H2, al lado de la playa. Una parte del bosque RedWillow ocupada las filas 7 y 8 rodeado por la carretera, la playa ocupaba solo la fila 1 y el pueblo estaba en el resto del tablero.

Se lo enseñé a Marcus y comprobé que aún quedaba algo dentro del sobre, una nota más pequeña, la desdoblé y leí en voz alta las cinco palabras que esta contenía.

― “El juego ha comenzado, Scarlett”.

Debajo había también “el símbolo de la discordia”, como firma. Le enseñé la nota a Marcus y su cara fue de sorpresa. Mi cabeza estaba llena de preguntas.

¿Qué juego?

¿Por qué el símbolo?

¿Estaba conectado a la desaparición de Alice?

¿Quién estaba detrás de todo esto?

Esas y muchas otras preguntas rondaban mi mente mientras conducía con Marcus de copiloto rumbo a algún sitio perdido para esconder el cadáver.

Cuando salimos del pueblo eran las tres de la madrugada, nadie acechaba en las calles, todo limpio para salir del pueblo.

Durante el trayecto solo abríamos la boca para hacer preguntas que el otro no podía responder. Me desvié por rutas secundarias y di varios rodeos hasta asegurarme de que nadie nos había seguido y de que estábamos en el sitio más remoto de toda Italia.

Sacamos las palas y nos pusimos a cavar. Cuando enterramos el cuerpo, sin huellas dactilares y con la cara quemada, nos dirigimos de vuelta al pueblo, tardaríamos un poco menos de una hora en volver. Llegados a RedWillow fuimos a mi casa.

―Dúchate, te llevaré ropa de Mario para que puedas cambiarte y te largas corriendo a tu casa, el pueblo se despertará en unas horas.

Simplemente asintió y se encerró en el baño. Subí a mi habitación y agarre ropa de Mario.

―Voy a entrar―Grité antes de dejar la ropa de Mario.

Salí de ahí y me puse a lavar el coche, tenía una mezcla entre sangre y tierra. Cuando terminé fui a la cocina y me despedí de Marcus. Le dije que aparentara total normalidad y que le devolvería su ropa lavada cuando él me trajera la de Mario.

Subí a mi habitación, cogí pijama y entre a la ducha. El agua recorría mi cuerpo eliminando los rastros de suciedad que tenía en él. Cuando acabé puse toda la ropa, la de Marcus y la mía, a lavar.

No quedaba rastro de ese crimen en ninguna parte y, lo más importante, no quedaba ninguna evidencia que pudiese inculparme.

El bosque Rojo [Amazon Y Librerías]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora