Memorias de una adolescente.♚

Capítulo 39 "Mi niña con cuerpo de niña."

~N. Lucas

Tengo todo para ver, tanto para apreciar. Las olas del mar rompiendo contra las rocas, la puesta del sol, el ambiente tranquilo del aire y el poco ruido del lugar, todo y tanto, y nada de eso llama mi atención como esa mirada perdida en el mar azul y esos pequeños labios formando una débil sonrisa.

Ya todos se han ido, sólo quedamos nosotros cinco. Hace dos horas que dimos el último adiós, y se siente extraño e irreal, aún no asimilo lo que ha ocurrido, no del todo. Pero se te hizo, guapa, visitar la playa… y ahora tus cenizas se han mezclado con el agua salada, y tu helado favorito no podía faltar. A Sam le encanta, perdóname, por favor, por quererla como lo hago, por brincarme tus reglas y alimentar este cariño que nunca debió surgir. Perdóname por no haber nacido nueve años antes, o cinco, o menos, perdón por no rondar su edad y ser mayor que ella. Perdón por conocerla como la conocí y por quererla casi de inmediato. La amo.

James, ese pequeño imbécil que comparte mi sangre, es todo un reto a veces pero mamá me enseñó a cuidar de él y me he dejado lo que llevo de vida en eso. Lo mismo haré con ellos, los cuidaré, te lo prometí ¿no es cierto? Y yo, yo nunca falto a mis promesas, de eso puedes estar segura. Estaremos bien, yo creo que venderé la casa pero bueno, consultaré con ellos, les propondré irse a vivir conmigo, podemos mover el cuarto de juegos al sótano, y crear en ese espacio una habitación para que Charly, Sam puede dormir conmigo. De acuerdo, no, sólo bromeaba. Ella puede quedarse en el cuarto de invitados, pero o duerme conmigo o duermo con ella.

Carlos es un buen muchacho, no termino de conocerlo pero él y mi niña son muy parecidos, y si puedo lidiar con el carácter de esa pequeña y preciosa criatura, podré con él. Se fue hace un rato, quería dormir un poco. Son como tú, demasiado fuertes, no se rompen por cualquier cosa, no han llorado…no frente a mí. Ezra está a unos seis o siete metros de mí, sentado a la orilla del mar, si no se levanta o se sumerge por completo se le congelará el trasero. Ha estado callado, temo que esté reviviendo el momento en que nosotros perdimos a mamá.

Felipe va por su tercer cerveza, se ha acabado la mitad de mi paquete de cigarrillos y tampoco ha dicho mucho desde que nos despedimos de los demás. Gus estuvo con mi niña, demasiado tiempo y demasiado juntos para mi gusto, pero estuvo con ella, me agrada porque aún no encuentro segundas intenciones en sus actos, y por su bien espero que siga siendo así.

Mi niña, esa figura a diez metros sentada sobre una enorme roca, con el cabello suelto y ese sombrero sobre la cabeza. Su perfil, se ve preciosa con los audífonos puestos y abrazándose las rodillas, de vez en cuando esconde el rostro y sé que una lágrima se le ha escapado, la veo tomar largos suspiros para aguantar el llanto.

—Hey. —El corazón me da un brinco con el susto que me ha pegado, ralentizo mi respiración y me giro para aceptar la cerveza que Felipe me ofrece. —Estás pensativo, se te va a quemar el cerebro si sigues así.

—Gracias, amigo. —Aparece esa sonrisa socarrona, levanta la mirada e inclina la cabeza. —No.

—¿Por qué no? Está sola, te necesita.

—Necesita espacio, necesita escuchar música, no a mí.

—No seas cabezota, ¿quieres? Ella te necesita ahí, pero no con olor a cigarro. —Olfateo la camisa y si, el humo del cigarrillo se ha impregnado en ella. Comienzo a desabotonar botón a botón, y un sonido particular llama mi atención cuando la deslizo por mis hombros.

—Hola, ¿podemos acompañarlos? Tenemos cervezas. —Un par de rubias se han parado frente a nosotros, la más alta menea sus caderas mientras sostiene las botellas a la altura de su pecho y la de lindos ojos no deja de mirarme.