Capítulo 40 "Gollum."

596 33 9
                                    

Silencio, temor, maldad en el aire. Todo eso al estar sentada en la sala de espera, pero el ambiente no es precisamente por el director, en realidad el hombre es genial, pero su secretaria, ella es otra historia. Tiene un aura de color negro flotándole alrededor del cuerpo, una expresión tan neutra que transmite malevolencia, es de esas personas sin corazón que cuanto te escriben en whatsapp, lo hacen sin caritas.

—Puedes pasar. — ¡Ah! ¡Me habló! Su voz suena como la de Maléfica, sólo le hace falta la capa negra porque los cuernos, bueno, es complicado. Y el cuervo, el cuervo era lindo.

—Gracias. —Camino hacia la oficina, abro la puerta y el ambiente es muy diferente aquí dentro, Lucas tiene los pies sobre el escritorio y comparte un cigarrillo con el director, eso no debería estar bien pero bueno, quién soy yo para hablar de convivencias. —Hola.

—Sam, ¿te molesta el humo? —Hago un ademán para restarle importancia, aun así Lucas apaga el suyo en el cenicero sobre el escritorio, exacto niño, estás en problemas. —Mira, Sam, no sé cómo expresarme correctamente sobre el asunto.

—Se refiere a la muerte de mi madre. —Asiente cabizbajo y abandona su cigarrillo. —Es algo normal, así que no tiene por qué hacerse un lío la cabeza. Me parece que Lucas ya le comentó lo de las faltas y eso.

—Sí, no te preocupes por ello, tanto Mena, Fernández y tú tienen justificadas todas y cada una de las faltas de las últimas tres semanas. Lucas me dijo que llegaron hace unos días pero prefirieron alagar su descanso.

—No me sentía lista para volver, pero no se libraran de mi tan fácilmente, señor. —Me sonríe débilmente y saca una carpeta del cajón a un costado, Lucas extiende su brazo y me hala cerca de él hasta hacerme sentar a su lado.

—Podemos alargarlo un poco más si quieres. —susurra en mi oído al ceñirse sobre mi cuerpo para alcanzar una menta del bol. Niego despacio y estiro mi mano para tomar una también.

—Estabas fumando. —musito, lo veo por el rabillo del ojo hacer una mueca, esos pequeños gestos tan característicos de los Fernández.

—Tu compañero, Edson, él se encargó de tomar los apuntes necesarios durante tu ausencia. —La expresión de Lucas es graciosa, muerde su labio inferior para evitar reír, su ceja perfectamente alzada acompañada de una mirada de confusión. —Sí, él también comentó que probablemente al conocerlo, preferirías los de alguien más.

—No, cuando es necesario, su letra puede llegar a parecer humana. Podré con ello. —Ríe pero sabe que es verdad. Lucas me indica que espere afuera, me despido con un ademan y salgo antes de que la secretaria regrese de su guarida.

—Señorita, es bueno contar con su presencia. —Adrián me intercepta y se inclina para hacer una reverencia, Edson le hace segunda dejando en mi campo de visión a un entretenido Felipe. Les doy un beso en la mejilla a ambos y salgo corriendo hacia mi queridísimo idiota con traje de profesor.

Tiene los auriculares puestos y está de espaldas a mí, recargado sobre el barandal del foro, puedo escucharlo tararear pero desconozco la canción. Huele a tabaco y menta, alguien más estuvo en la oficina del director hoy. Alargo mi mano y doy suaves golpecitos sobre su hombro.

—Hola, pequeña. —Me atrapa entre sus brazos, dejando mi cabeza contra su pecho, no entiendo porque diantres debe ser tan alto, si quiero regañarlo primero debo hacer que se agache o tumbarlo en el suelo.

—Debería estar en clase...de inglés. ¿No crees?

—No, no lo creo. —Sigue musitando la letra de una canción en italiano, Lucas y una chica de otro grupo caminan hacia su oficina, supongo que él si piensa trabajar hoy. — ¿Realmente quieres tener clase?

Memorias de una adolescente.♚Donde viven las historias. Descúbrelo ahora