Lejos de casa y perdido, entre un largo camino que no tiene fin, con la niebla limitando mi visión. ¿Cómo llegué a aquí? ¿Cómo es que lo perdí todo? En un momento me encontraba caminando de la mano con mi niña, mi mejor amigo, mi hermano y al que me encantaría poder llamar cuñado; y luego todo se vino abajo, en cuestión de segundos todo se veía lejano, me perdí entre las lágrimas de los recuerdos, y no supe cómo reaccionar ante sus gritos de auxilio.
Él me la quitó, él se llevó a lo que más necesitaba. El la arrebató de mis brazos cuando intenté sostenerla, él se llevó mi corazón en ese auto costoso. Pero no sé quién es él, sólo conozco de su persona el dolor que me causó, minutos que me parecen eternos pasan con el sonido de la manecilla acompañándoles. Su carita desfigurada por el miedo, yo de rodillas imponente a la situación. ¿Por qué se la lleva? ¿Por qué me la arrebatan? ¡Prometí cuidarla, joder! ¡Le prometí que cuidaría de ella, que la protegería!
No puedo evitar que mi garganta profiera un grito desgarrador y las cortinas se rompan y las telas se desprendan de mi cuerpo, el dolor comiéndome desde dentro, ¿cómo cuidare de ella estando lejos? ¿Cómo la amaré si no la tengo? ¿Cómo podré cumplir mis promesas si me alejan de mi razón de ser? Escucho a Felipe intentar reconfortarme a lo lejos, y siento pesada su mano sobre mi hombro, sé que lloro desconsolado mientras el motor del auto arranca sobre el asfalto y se lleva en su interior a mi pequeña.
Carlos grita, golpea y rompe cosas, James está frente a mí tratando de liberarme de mi estado de shock, pero simplemente no puedo, no siento respirar, las palabras se atoran en mi garganta y se aferran para no salir. ¡Quiero correr tras ella! ¿Por qué hostia mis piernas no responden? ¿Por qué tarda tanto mi cerebro para enviar la señal? Déjame correr, déjame seguirla. Por favor, quiero ir por ella, quiero salvarla, quiero sostenerla entre mis brazos, ¡por favor!
—Lucas...—Giro mi cabeza hacia todos lados, me levanto del suelo y comienzo a buscar desesperado por ella, busco su esencia, su aroma, su calor. La necesito. Los pasos de Felipe siguen los míos preocupados, y de la nada lo pierdo, no sé en dónde está y todo se vuelve gris, todo se torna oscuro y mi cabeza se estrella contra el suelo.
No es dolor lo que siento, no siento. Mis extremidades están inertes a mi lado, me encuentro en una cama rodeado por paredes blancas y el sonido débil de mi corazón, James está afuera de la habitación, un tubo en mi garganta me impide hablar, quiero susurrar que me encuentro bien pero estoy con él, lo abrazo con fuerza mientras su pequeño cuerpo se aferra al mío con necesidad. No soy yo en la cama, es mamá, es como si estuviese en un segundo plano, como si estuviese pagando por un pecado grave al revivir los momentos más difíciles de mi existencia.
De vuelta al camino, comienza a llover y una sombrilla aparece entre mis dedos, el lúgubre escenario provoca que un escalofrío me recorra el cuerpo, y la escucho, una tenue risa como cuando está nerviosa, cuando ha hecho algo y ha sido descubierta. Esa risilla traviesa que acompañaba las noches en que no quería dormir, o cuando no hacía tarea.
Poco a poco la niebla se dispersa dejando ver un hermoso bosque, con largos pinos adornando la vereda, una música tenue resuena entre las hojas, cosquillas se despiertan en mis brazos cuando el aire corre a mí alrededor, rozándolos. Ese aroma me embriaga los sentidos como si de alcohol se tratase, haciéndome perder el equilibrio y caer sobre una cama de suaves plumas color rosa. Su risa me envuelve cual cálido manto, y siento su presencia a mi lado aún sin verle; un árbol de apariencia majestuosa se sitúa justo frente a mí, con largas ramas cayendo sobre el suelo, de color purpura y los rayos de sol atravesándole con cautela.
Y me abraza, y trae consigo la calma que necesito, no dice nada, el silencio se hace presente entre nosotros permitiéndome observarle. Nariz pequeña pero respingada, labios dignos de ser contemplados por críticos expertos en arte, cabello largo y castaño con olor a frutas, sus hombros apenas cubiertos por la fina tela del buzo que lleva encima, un short demasiado corto para mi gusto, piel blanca, suave y delicada. Sus brazos rodeando con ternura mi torso, mi barbilla descansando sobre su cabeza, subiendo y bajando al lento y constante ritmo de su respiración.
Amo esos ojos, esos misteriosos ojos cafés tan adictivos como el café mismo, capaz de enamorarte con una mirada. Amo ese sonido celestial que es su risa, su sonrisa, su boca, la curva que hacen sus labios, las pequeñas líneas de arrugas que se forman en el puente de su nariz cuando se enoja. Cuando refunfuña, cuando se queja, cuando ríe, cuando baila, cuando salta, cuando duerme; amo verla dormir, por más perturbador que suene, amo la tranquilidad que me transmite verla dormir.
Amo dedicarle canciones, cantarle y que me cante, amo que me encante, que me fascine, que me deslumbre. Y es que cada día a su lado es diferente, amo amarla. Y me odio por eso. Soy nueve años mayor que ella, fui su primer beso, y ella el primero que realmente ha significado algo. Soy su primer todo, su primer mejor amigo, su primer idiota, su primer enamorado. Soy yo, y ella es mi todo. Ella es tan perfectamente imperfecta, llena de virtudes todos mis defectos, y resalta con cariño cada uno de mis errores, me hace enmendar el pasado con mi presente, y desear el mejor futuro solo si es con ella.
Se va, se desvanece entre mis dedos dejándome una sensación de vació en el pecho, pero no tengo miedo, no temo porque su sonrisa me lo advirtió. Porque esta huida es una más de sus travesuras. Y en su lugar se encuentra mi hermano, ese pequeño de ojos azules tan parecido a mi madre, de risa encantadora, con esos deslices españoles que sufre al hablar, con su adicción por el chocolate y el jugo de manzana, porque sigue siendo un niño para mí. Lo amo, joder, amo a mi hermano. Ese chiquillo que brinca por la cama como si su vida se fuera en ello, que ríe sin cesar cuando algo le causa gracia, que ama brindar amor y que te ofrece una amistad sincera. Amo los pequeños rasgos que lo asemejan a mí y nuestras diferencias.
Pero, ¿dónde está ella? Y es que así me pasasen como una película eterna los mejores momentos de mi vida, y a las personas más importantes en ella, me faltaría una personita en especial o aparecería en la mayoría de las escenas. Amo verla en pantalla, ver sus fotos y verla a lo lejos, pero nada se compara a tenerla entre mis brazos.
Las plumas se abren dando paso a un oscuro vacío y me siento desfallecer al volver a la realidad, su rostro angustiado mientras él la saca de la casa, sus lágrimas corriendo libres por su rostro y yo inmutado en el marco de la puerta. El desastre que dejé al escapar de ahí, al correr sin rumbo al no saber por dónde él se había ido, corriendo para sacar esta necesidad de perderme, porque sin ella no tengo un por qué.
Dicen que la vida se basa en dos fechas, cuando naces y cuando descubres para qué. Mi "para qué" es ella, nací para cuidarla, para quererla, para protegerla, para sacarle sonrisas y eliminar llantos. Estoy aquí gracias a ella y me la han quitado, joder. Me han separado de ella, que no es mayor de edad y que debe estar en una casa hogar hasta ser adoptada, que Carlos no tiene derechos sobre ella, que no puedo retenerla, que no soy apto para cuidarla. ¡Excusas! No soy el mejor ser humano que puede haber, no soy Superman, joder que lo sé, pero puedo ser lo mejor para ella. Que me llevaría la vida entera buscando lo mejor para ella.
—Por favor, no. No me la quites, no la alejes de mí. —Tomo al hombre por el cuello de la camisa, una sonrisa siniestra se dibuja en su rostro a la vez que declina mi petición.
—¡NO! ¡No dejare que la lleves! ¡No si puedo evitarlo!
—Lucas, hey, Lucas. —Abro los ojos y observo a Felipe frente a mí, mi respiración es agitada y una fina capa de sudor cubre mi piel. —¿Qué? ¿Te perseguía el gato sonrisas?
—Idiota, sabes que odio ese gato. —Mis ojos recorren la habitación, todo está en orden. Comienzo a preocuparme al recordar lo que paso, me levanto, tomo algo de ropa y me arrastro dentro de ella.
—Ella...fue con Charly a comprar algo para el desayuno. ¿Cómo te sientes? —Ella, ella no, ella no puede estar...Por sus muecas parece que Pipe nota mi estado de confusión.— ¿Qué soñaste, amigo?
—¿Dónde está Sam? —Pregunto ignorando lo que me ha cuestionado.
—¡Aquí! —Su pequeño cuerpo trepa por la cama hasta quedar bajo las cobijas, ríe a merced del ataque de cosquillas que recibe, trepo hasta llegar donde ella y la tomo por la cadera para sentarla frente a mí, beso su cabeza, sus mejillas, su nariz, su cabello, la beso hasta escucharla quejarse y la abrazo. —Alguien despertó de buen humor hoy.
—Mi amor, prométeme que siempre estarás conmigo.
—No puedo prometer algo que no sé si podré cumplir. —Recita a la perfección mi respuesta a su pregunta un tiempo atrás, en el hospital. Sonríe con inocencia y besa mi mejilla antes de escapar. —Anda, guapo, que se enfría.
Ella es mi niña, estos somos nosotros. Ella es mi pequeña adolescente. Ella es Samanta Ferrel.
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Memorias de una adolescente.♚
Novela Juvenil¿Quieres saber de qué trata? Tendrás que descubrirlo por ti mismo. Estimado lector, está puede sonar como una historia cliché pero no te dejes engañar por el título, las cosas no son lo que parecen. La protagonista te invita a conocer a su mejor ami...