Dance Dads || l.s (Completa)

Veintisiete.

Reproduzcan la canción en multimedia.

—Papi, despierta —sintió la voz de su hija mayor llamándolo, abrió con lentitud sus ojos, acostumbrándose a la luz de la habitación. Le sonrió.

—¿Sí, bebé? —tomó su mano, pero ella la apartó con brusquedad.

—¡No me toques! —él frunció el ceño—. ¿Crees que quiero tener un padre igual a ti? No comprendo cómo no te das asco a ti mismo.

—¿A qué te refieres? —susurró, sintiendo una presión en el pecho.

Maddie negó con su cabeza, decepcionada.

—Me has arruinado la vida.

Su visión comenzó a hacerse más borrosa.

Una nueva voz comenzó a escucharse.

—¡HARRY EDWARD STYLES, TE HE DICHO QUE DESPIERTES!

Se sentó de inmediato al escuchar eso. Sus ojos se cristalizaron, dejando que segundos después las lágrimas caigan por sus mejillas; su respiración era dificultosa.

No emitía sonido o realizaba movimiento alguno.

A pesar de la poca luz en la habitación, notó la preocupación en el rostro de Louis. Sentía su garganta quemar.

¿Qué clase de pesadilla fue aquella?

Buscó refugio en los brazos de su novio, lanzándose hacia él. Éste se sorprendió, pero correspondió el abrazo sin protestar. Ambos estaban temblando, uno por sollozos, el otro por miedo. Al escuchar los quejidos y gritos, creyó que perdería a Harry.

Exageró, incluso era capaz de admitirlo, pero la desesperación del momento le trajo pensamientos erróneos a la cabeza. Nunca perdería a Harry. Seguía allí, a su lado.

—¿Quieres hablar sobre eso? —el rizado negó repetidas veces. No quería recordarlo.

No estaba triste. Tampoco feliz. Simplemente... no sentía nada. Sus lágrimas eran consecuencia de su impotencia, ni más ni menos. Solo y vacío. Bien, Louis continuaba a su lado, tenía a sus amigos, pero no tener el afecto de sus hijas igual de presente que antes le provocaba ese sentimiento.

—Hubo un tiempo que fui a secciones grupales de psicología, ¿sabes? No te lo he contado, pero creo que viene al caso —suspiró.

—¿Y me cuentas eso porque...? —sus palabras salieron a secas. No entendía por qué estaba enojado, y menos con Louis.

—Te lo digo para que me cuentes qué te sucede. Creí que tendríamos más confianza el uno con el otro, que no nos guardaríamos nada.

Louis tenía razón. Prometieron no tener vergüenza ni desconfianza entre ellos, y él estaba rompiendo aquella promesa. Por razones así, muchas veces se sentía la escoria más grande. Sus mentiras eran culpable en la mayoría.

—Ella me gritaba, me decía que no quería tener en su vida un padre gay. Que le he arruinado la vida.

—¿Ella quién? ¿Maddie? —el muchacho de rizos asintió—. Tus sueños te están jugando una mala pasada, cariño. Creo que es hora de que hables seriamente con ambas chicas.

Fijó su mirada en el reloj sobre su mesa de luz, las agujas marcaban las 4:06 AM. No quería despertarlas, pero lo que sí podía, era tranquilizar a su novio e informarle que lo haría a primera hora, al despertarse.