~Presa.~

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Dr. Stone no me pertenece es propiedad de Inagaki y Boichi, yo sólo tomo prestado a los personajes para fines de esta historia.

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La oscuridad cubrió por completo el inhóspito lugar cuando la luna desapareció del cielo gracias a las enormes y amenazantes nubes negras de tormenta, los vestigios de la anterior nevada causaron estragos al cubrir el suelo haciendo casi imposible avanzar. Kohaku se tambaleó al caminar arrastrando los pies por la espesa nieve y siseó una silenciosa maldición al reprenderse por haber abandonado su refugio temporal durante la tormenta. 

Una violenta sacudida se instaló en sus hombros, obligándola a abrazar sus brazos para aplacar los fuertes temblores por el frío brutal de esa tempestuosa noche. Su mirada indecisa buscó el camino correcto, sin embargo sus pies se negaron a dar un paso más y en todo caso, a seguir en pie por más tiempo. 

Sin fuerzas para seguir adelante, se dejó caer al suelo.

Tras dos días sin probar alimento, la sensación de vacío en el estómago estaba volviéndola loca. 

Miró su pierna con preocupación, levantando la tela de sus pantalones para mirar la herida que la atormentaba desde hacía varias horas atrás. Notó entonces que las marcas rojas en la piel se habían convertido en franjas más oscuras y cayó en cuenta que después de un tiempo sería material pútrido para los animales carroñeros. 

Ella se estremeció al recordar cómo se había hecho esa herida: una maldita trampa para animales. ¿Cómo llegó hasta ahí? Alguien debió insistirle en no ir a las montañas con la advertencia de tormenta. 

Sus amigos, su hermana y su cuñado probablemente estaban preocupados organizando una búsqueda desesperada, y ella sólo esperó que cuando la encontraran no fuese demasiado tarde.

De repente un sonido llamó su atención ¿algún animal salvaje? 

No, era el sonido de pasos hundiéndose en la nieve y ramas de árboles resquebrajándose. Tomó de nuevo su linterna y enfocó la luz hacia adelante donde una oscura figura se acercaba. 

Era un joven de extraña apariencia envuelto en lo que a ella le pareció un fino y largo abrigo, al mirarla él le dió una sonrisa de medio lado. Quizá dijo algo ya que su aliento se solidificó ante la fría brisa, sin embargo no fue capaz de dilucidar el significado de sus palabras. 

Kohaku se frotó las sienes con molestia intentando mantener la consciencia y apaciguar el dolor. 

Los ojos carmín del misterioso extraño se enfocaron en ella, observándola a la perfección a pesar de esa impecable oscuridad. Y entonces lo percibió, el aroma apetitoso de un ligero toque metálico mezclado con otra esencia que le resultó difícil de reconocer, uno que no supo identificar bien. 

Fue cuestión de una fracción de segundo para que la boca se le hiciera agua y las manos comenzaron a temblarle gracias al estremecimiento excitante que recorrió su cuerpo.

El joven se acercó a su lado y la miró con atención notando su aspecto decadente y su semblante contraído que no ayudaba demasiado.

— ¿Estás bien? —preguntó él, ladeando la cabeza para poder enfocarse en su rostro.

Ella levantó la mirada y clavó sus ojos aguamarina en el extraño, cuestionando silenciosamente qué hacía alguien como él en aquel lugar donde nadie podía acceder con facilidad.

—Tengo hambre. —susurró Kohaku. 

El joven le dedicó una sonrisa enigmática y sus ojos carmín parecieron brillar en la oscuridad, adquiriendo un toque filoso y casi hambriento.

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