~Depredador.~

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Dr. Stone no me pertenece es propiedad de Inagaki y Boichi, yo sólo tomo prestado a los personajes para fines de esta historia.

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Estaba nevando, el aire gélido azotó con fuerza y Xeno quizás consideró esa noche como la más fría de la historia. El viento cortante y los ligeros copos de nieve en el aire congelaron sin piedad alguna todo lo que estaba a su paso, incluso el canto de los pájaros en los oscuros amaneceres se transformaron en pequeños alaridos agonizantes. 

El dulce sonido de la muerte.

La espesa nieve pronto se convirtió en un manto blanco que cubrió los tupidos árboles del bosque volviéndolo un lugar inhóspito y solitario. A excepción de la enorme casa que se alzaba entre la marchita maleza del lugar.

Los copos de nieve se estrellaron silenciosamente contra la ventana y la mirada de Xeno se perdió en la melancolía del momento, llevando a la deriva pensamientos distantes de un pasado lejano. Observó la fina capa de nieve acumulada en el marco de la ventana antes de que un leve suspiro escapara de sus labios. 

—Xeno.

Respondiendo de inmediato al llamado, volteó con tal gracia y elegancia propia de su naturaleza hacia el dueño de la voz. 

Los ojos carmín de Senku se fijaron en él con aquel brillo que exponían sus verdaderas intenciones. Permaneció de pie en el umbral de la puerta llamando su atención con la mera intención de pedir algo y Xeno lo supo casi de inmediato. 

La absurda expresión en el rostro del joven era la misma que mantuvo por años cuando quería algo de él. 

— ¿Se puede saber dónde demonios has estado? Stanley te buscó después de que el sol se ocultó.

Senku puso los ojos en blanco ante tal reprimenda. Aunque a decir verdad esa no fue ni por asomo la primera vez que Xeno demandó saber sobre cada uno de sus movimientos, él lo asfixiaba con su sobreprotección y vigilancia. Ya no era un chiquillo en el que debía mantener un ojo para evitar que se metiera en problemas, aunque al parecer Xeno no entendía aquel punto. 

¿Hasta cuándo las cosas seguirían así? ¿Otro siglo tal vez, quizás dos más?

—¿Quieres calmarte un poco, anciano? Necesito que veas algo… —Senku lo miró con apatía mal disimulada mientras se metía el dedo en la oreja considerando que él estaba exagerando.  

—Mira mocoso, no estoy para bromas en este momento. Te escabulles cada maldita noche sin que nos demos cuenta —Xeno se acercó a paso lento hacia Senku con una mirada estoica y amenazante—. Si esto sigue así tendremos que reforzar la seguridad de la casa.

El ceño de Senku se frunció ante la premisa ¿Reforzarla? ¿Aún más si es que eso se podía? ¡Por favor! Esa maldita casa era una fortaleza y no podrían reforzarla más aunque quisieran. 

Senku jamás entendió el afán de Xeno por aislarse del resto del mundo y vivir en un lugar tan deprimente como ese. 

Así como tampoco aceptó el hecho de vivir en una especie de cautiverio dentro de esa casa, y fue por tal motivo que Senku nunca desaprovechó una buena oportunidad para salir de esa casa cada vez que podía. Aunque el maldito bosque tampoco fue de su completo agrado.  

—Deja el numerito de padre preocupado y ven conmigo, tengo que mostrarte esto. 

Sin esperar alguna respuesta, Senku salió de la habitación sin voltear la mirada en dirección a Xeno, estaba seguro que él lo seguiría. 

Tras un leve gruñido de molestia por tal altanería así lo hizo. 

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