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—¿No estarías hablando de... casarte ahora? —indagué, haciéndome la ingenua y mi padre mordió el anzuelo.

—¡Claro que no pueden casarse ahora! —chilló de forma automática—. Ambos tienen una carrera por delante y Seong ni siquiera ha empezado a estudiarla.

—No se preocupe por eso, primo. Claro que primero están los estudios. Solo quería que supieran del compromiso.

—Pues si es así y todo está claro, me parece perfecto. Lo anunciaremos lo antes posible. Todo Daegu debe saber que mi princesa ya está comprometida —avisó papá con un tono que parecía más de resignación que de felicidad y luego, se dirigió a mí. El tono seguía siendo el mismo—: Tú ganas... Serás Evelin... Moon Evelin. Mañana a primera hora iremos a hacer el cambio al registro—. Pasó su mano por su cabello y luego volvió a mirar a Jihu—. ¡Y tú!, no creas que me estoy conformando ni, mucho menos, que no estaré pendiente de mi niña. Más te vale que hagas exactamente todo lo que dijiste porque si no la haces feliz... ¡yo seré quien te dé tu final!

Jihu tragó duro e hizo una pequeña reverencia, mas jurararía que sonrió a escondidas. Pobre Jihu, pensando que había triunfado. No conoce tan bien a «su Ivi» como cree... Al final, me salí con la mía y nadie se percató. Lo siguiente que recuerdo fue lo que califiqué como «el verdadero nacimiento de Moon Evelin», ya que fue lo primero que hice como mi nueva yo. ¿Que cómo estoy tan segura? Sencillo: Seong jamás hubiese podido pronunciar aquella palabra... Seong jamás hubiese podido llamar «hermano» a aquella pequeña criatura que descansaba en los brazos de Yuri.

—Ivi... Yo también puedo decirte Ivi, ¿cierto? —preguntó mamá con cierto temor y asentí—. Aprovechando este momento tan emotivo y... bueno... hablando de empezar una nueva vida y eso... No crees que ya es hora de que... lo cargues.

No me dio tiempo a pensar... ni a responderle. La muy aprovechada caminó hacia mí y me plantó a Hanseong en plena cara. Di dos paso atrás como era de esperarse, inconsciente, por reflejo, mas mi espalda chocó con el pecho de Jihu, que me miró condescendiente y volvió a tomarme por los hombros. Apretó varias veces y acarició otras tantas, dándome finalmente un empujoncito que me volvió a acercar a mi madre. Papá movió su cabeza en señal de aprobación y todavía indecisa, extendí mis brazos temblorosos donde Yuri acomodó con cuidado a aquel bebé, que comenzó a llorar de nuevo.

Por un instante lo miré con detenimiento. La verdad, no sabía qué más podía hacer. Era tan diminuto, tan indefenso, que no me atrevía siquiera a rozar su tierna piel. De sus pequeños ojitos dejaron de brotar lágrimas y entonces, me miró. ¿Hasta qué punto podría verme? No creo que mucho. ¿Y mi olor? ¿Acaso lo reconocería? Ni siquiera pude tocarlo cuando nació así que era imposible que guardara algún recuerdo de mí. Mis padres habían hecho muy bien su trabajo. Se habian asegurado de, como le gustaba llamarlo a Hanjung: «Cortar la mala hierba desde la raíz». No existía nada en el mundo que le recordara a Hanseong que en realidad, había salido de mi vientre... Y era mejor así, ¿no? Su rostro rosado y regordete se iluminó de momento con una pequeña mueca. ¿Una sonrisa? ¡Imposible! A esa edad todavía no sonríen.

—Miralo, Han. ¡Esta sonriendo! —exclamó mamá y en aquella milésima de segundo, supe que podría hacerlo.

Al fin podría dejarlo ir...

—Hola..., peque —susurré con una de esas vocecillas ñoñas que te hacen parecer un tonto enamorado—. Soy Ivi... tu... tu hermana... Y te voy a querer mucho... Y siempre...

Lo lograste... Bienvenida, Ivi...

                             

Diario de una canción ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora