22

50 13 6
                                    

Segun la psicología las personas que
«se suicidan por amor», en la mayoria de las casos sufrieron abandono durante su infancia de uno o ambos padres (a veces solo abandono afectivo, no literal). Estas personas guardaron ese dolor en su subconsciente y cuando su pareja los deja, el dolor se despierta, y no pudiendo soportar un segundo «abandono», optan por el suicidio... (...) Y la realidad es que, cuando alguien tiene codependencia, que comúnmente suele suceder en el enamoramiento juvenil, al terminar esa relación en la cual estaban atrapados por voluntad emocional, no le encuentran sentido a la vida y sienten que mueren a diario. Es por eso que toman decisiones apresuradas y totalmente erradas. Lamentablemente, esto sucede en el mundo más de lo que nos gustaría.

Tomado del estudio
«Desesperación y dolor emocional»
de la Universidad de Columbia Británica.


Cabe destacar, que no pretendo romantizar, aprobar, ni mucho menos, fomentar esta conducta. El suicidio es un tema muy delicado y no solo en la juventud. Recordemos que esto es una historia ficticia y como tal, ha de verse y leerse con responsabilidad. Hechas las aclaraciones, los dejo continuar.




🎼🎼🎼

1.10 am

Lo siguiente que recuerdo fue la voz lejana, aunque inconfundible, del oficial Choi junto a la de otra persona, supongo que también policía. Esa noche me enteré de que Daegu contaba con una guardia policial nocturna que recorría hasta los más recónditos lugares de la ciudad. ¿Mala o buena suerte? Quién puede saberlo. Tal vez si me hubiesen dejado morir allí, todo hubiese terminado. Y nadie hubiese tenido que vivir el angustioso y verdadero momento traumático que estaba por venir.

El oficial Choi me sacó del agua, me reanimó con el boca a boca, para luego cargarme y correr conmigo en brazos hacia el coche patrulla. Cada cosa pasaba delante mis ojos como fotografías vintage con filtros gélidos. Mi mente se abarrotó de los acontecimientos que siguieron y de los cuales, no fue difícil deducir su orden, aunque se manifestaran en veloces flashasos cada vez que mis ojos lograban abrirse por un breve espacio de tiempo: el sonido de la sirena, los médicos corriendo al lado de mi camilla, las molestas luces del hospital... y el rostro lloroso de mis padres.

                                                          

3.30 am

Apenas podía abrir los ojos, mis párpados se sentían pesados, mi cuerpo, adormecido. Recuerdo que estaba en una habitación bastante grande, lo que la hacía parecer mucho más fría y melancólica. La sensación de vacío era extraña, incluso con mis padres, situados a cada lado de mi cama, tenía la impresión de estar completamente sola. No entendía muy bien qué había pasado. Mi mente no había tenido mucho tiempo para procesar la locura que había hecho y tendría menos para meditar la que haría a continuación. Porque recordarás que estaba agonizando, no muerta, sin embargo, el golpe de remate me lo daría quien menos imaginaba.

No me dio tiempo a pronunciar palabra, aunque la verdad no hubiese sabido qué decir, cuando un doctor algo mayor, entró a la estancia con un montón de papeles en la mano. Me miró con cierta lastima y luego se llevó a mis tutores a una de las esquinas del cuarto. Por un buen rato estuvieron cuchicheando hasta que el rostro de mis padres fue cubierto por una extraña sombra: ¿Preocupación? ¿Espanto, tal vez?

—¡Por Dios, en su condición esa inyección podría haberla matado! —chilló mi madre y me sobresalté—. Es un alivio que la enfermera esperara los resultados de los exámenes.

Diario de una canción ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora