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—Pues sí, ¿qué otro Kang conoces? —indagué con sarcasmo...

—¿Que tenga un edificio de veinte pisos?... La verdad es que ninguno.

—Veinticinco, tiene veinticinco pisos —aclaré a modo de burla y el móvil volvió a chirriar—. Si no contesto saldrá a buscarme por todo el edificio... y no demorará en encontarme —susurré  intentando calmar mi respiración jadeante porque él no parecía tener intenciones de soltar su agarre, como un pitbull que a mordido una jugosa presa, solo que en lugar de sus dientes, eran sus manos las que mantenían apresadas mis caderas.

—Pues... contesta... —Su petición sonó más como una orden, pero no pude negarme. No necesito repetir que Yeongu me tenía a sus pies.

—¡¿Fuiste a Italia a buscar las pizzas?! — Fue el grito sarcástico que escuché de papá al descolgar mi teléfono.

—N-no, pa.... —Mi voz sonó agitada, insegura, mientras intentaba apartar la lengua que no dejaba de hacerme cosquillas en el cuello—. E-es que quería llevarte un batido de moras y frambuesas... tu favorito y... y en la cafetería no lo tienen.

—Ah... Tines razón, mi niña, no lo tienen aquí... ¿Cómo sabías que era mi favorito?

—Porque soy... tu hija, pa.

—Una hija que inventa cualquier excusa para no estar con su padre. —Su risita cómplice me hizo enternecer a pesar de la situación en la que me encontraba—. No obstante, te perdonaré si logras encontrar ese batido... ¿Pero dónde estas ahora?

—Bus-cán-dolo, pa... —casi sollocé por las sensaciones que me estaban invadiendo y que mi padre, al otro lado de la línea, no podía ni imaginar—, donde haga falta.

—Gracias, princesa... Está bien, esperaré. Hoy más que nunca necesito ese batido bien frío. Hace demasiado calor.

Otro lametón...

—Sí, de-ma-siado.

Colgué lo más rápido que pude e intente reprimir lo que exhalé que fue más parecido a un aullido que a un simple gimotear.

—Rayos..., Yeongu... puedes... hacer de una vez... lo que sea que vayas a hacer —supliqué al tiempo que me aferraba a su camisa con mis manos cerradas en puño, arruinando por completo su perfecto planchado.

—Eso depende de ti. —Fue su particular observación antes de invadir de nuevo mi boca, con tanta pasión que me costó un poco seguirle el ritmo...

          🎼🎼🎼

No dejaba de mirarme a los ojos, con su media sonrisa hermosa y triunfante. Después dejó un dulce beso en mi frente...

¡Dios, su beso en mi frente!

Aunque ni él mismo me creyera, eso es lo único que necesitaba... Mentiría si dijera que lo otro no me gustó, pero en realidad, su tierno beso en la frente era insuperable, era la gloria para mí, lo había confirmado al extrañarlo tanto aquel día y sentí la necesidad de decírselo...

—No quiero que me malinterpretes... —comencé a decir bien bajito, con cierto tono infantil—, no digo que hayas tenido una mala idea, al contrario, no puedo imaginar una mejor manera de justificar tu ausencia entre semana, pero... también hubiese bastado con ese beso en mi frente.

Sonrió.

—Eres maravillosa, pequeña. —Sus manos se posaron en mi rostro para bajar mi cabeza con lentitud y volver a darme el beso que tanto me gustaba—. ¿En serio solo te basta con esto?

—Es que... siento que si alguna vez tuviera que esperar por ti un largo tiempo... lo que más extrañaría sería ese cálido roce de tus labios en mi frente.

Diario de una canción ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora