—Te amo, Seong... Te amo como no he amado ni volveré a amar a nadie.
—Te amo, Yeongu. No puedo seguir engañandome. No he dejado de amarte, en cambio, esto que siento ha crecido mucho más cada día... Hemos sido unos idiotas... y unos mentirosos.
Sus ojos me miraban con ternura y hasta un poco de dolor. Sus lágrimas, al igual que las mías, se desprendieron de nuestras cuencas como si no fuera suficiente ya todo lo que habíamos llorado en la vida. Aquel gato se me acercó con lentitud, como era su especialidad: ser tierno después de que segundos antes había entrado como una fiera a mi habitación y me había besado con tanta furia...
No me quejo; fue magnífico...
Con sus labios besó cada una de las lágrimas que corrían por mis mejillas hasta llegar a mi boca. Sus manos acarciaron toda la extensión de mi espalda mientras que las mías, subieron a su nuca y se enredaron en algunos mechones de su cabello. Estábamos tan juntos, tan abrazados, tan a gusto, que no cabía ni el aire entre nosotros. Sus besos se hicieron más húmedos, más jugosos, bajando por todo mi cuello para luego volver a subir a mis labios y repetir el trayecto una y otra y otra vez, reconociéndome y reclamándome como suya. Mi cuerpo acostumbrándose poco a poco al roce y al calor de un hombre y no a un hombre cualquiera. Era mi hombre; el único que lo había recorrido a fondo y conocía cada milímetro.
Mi piel respondiendo inmediatamente, sensible, necesitada de su dueño. La electricidad comenzó a invadirme, mi respiración a agitarse, a hacerse más y más inconstante. Y cuando volvió a meter su lengua en mi boca, chupando mi lengua, jalandola con desespero, queriéndosela comer, mi vientre bajo palpitó un millón de veces y no pude resistirme: jalé su cabello con fuerza y él jadeó en medio del beso:
—Mi canción...
Suspiré, haciendole saber que tenía mi atención, sin tener que dejar de besarnos.
—Yo también te he extrañado... —mascullé, en medio de los chasquidos de nuestros labios qué hacían eco en la habitación—. Te necesito...
—¿Cuánto? —indagó, separándose un poco y juntando nuestras frentes. Su media sonrisa de gato descarado se hizo presente. Había tardado demasiado.
¡Joder, tanto, que era capaz hasta de rogarle! Quería que me hiciera suya con toda la fuerza posible, sin miramientos, sin piedad, puro y duro para saciar cinco años de su ausencia y ni aún así, creo que tendría suficiente... Pero me contuve...
—¡Qué atrevido, señor Min! Se ve que ha crecido, ya no se anda con rodeos.
—No tienes ni idea, pero te aseguro que hoy te mostraré todo... y no te arrepentirás.
Y me cargó en su cintura con destreza inigualable, rápido, ligero y enredé mis piernas a su alrededor. No cabía duda de que las clases de baile le habían hecho muy bien. No pude evitar reir a carcajadas, quizás de felicidad, quizás, de puro nerviosismo. Él ahogó mi risa con su boca demandante. No podía negar que sus besos estaban a otro nivel y, ya sabemos que siempre me habían encantado; pero ahora sentía que no podría prescindir de ellos nunca más.
Sus manos se posaron en mis nalgas y apretó ambas. Este Yeongu era certero y además, tenía la seguridad de que solo debía superarse a sí mismo, así que sabía exactamente qué hacer...
La pared fría choco con mi espalda baja y él se separó de mis labios, levantó mis brazos, subió el corto vestido de dormir y lo ayudé a terminar de sacármelo, como pude, entre beso y beso. Estoy segura de que mínimo, había aprendido un par de trucos más y de solo pensar en eso, mi excitación iba en aumento. Ya no éramos adolescentes, pero a Yeongu se le notaba mucho más.
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Diario de una canción ✔️
Teen FictionPensaba que amar le sería tan fácil como componer un rap... pero se equivocó. 🎼🎼🎼 Él vivía enamorado de la música. Ella se convirtió en su canción más perfecta. Pero no todas las melodías necesitan letra y no todas...