27

59 17 23
                                    

El día del adiós definitivo.


              Viernes, 20 de julio de 2012
                                                    2.30 pm

¡Hola, soy yo de nuevo!

Lo sé, ha pasado ooootro año. ¡Lo dije! No iba a tener tiempo ni para rascarme la cabeza. ¡Y así fue! Por fortuna, toda salió bien: pude recuperar lo que me faltaba del primer año de instituto, pasar las pruebas de nivel, e incorporarme al segundo semestre del segundo año. Ya lo dije, el estudio nunca ha sido un problema para mí. El tercer año comencé bastante arriba y todo indica que terminaré con honores. Así que para celebrarlo y también por mi décimo octavo cumpleaños, a papá se le ocurrió «la brillante idea» de regalarme un viaje a Japón.

Y aquí voy, en la primera clase de All Nippon Airways, dos años después de la etapa más traumática de mi vida, rumbo a una «excitante» visita al país del sol naciente. Papá quería que viera las universidades antes de entrar. Al final, me dejará escoger y no solo me mandará directo a donde estudió. «¡Qué considerado!»... ¡Ay, ya me fui del tema! Seguro estas loco por saber por qué decidí sacarte de las sombras, ¿no? Pues lo de siempre, D: hace un rato sucedió algo realmente inesperado. De esas cosas que me hacen recordar que te tengo...

Esta última semana he estado en Seúl. Vine para hacerme una revisión médica. Sé que las secuelas de un coma provocado pueden ser peligrosas, pero mis padres no estuvieron tranquilos en todo este año. Por fortuna, mi salud está mejor que nunca y les hice firmar a los más de diez especialistas que me atendieron, lo que llamé «mi libertad condicional». Un estúpido papel acuñado, pero la única forma de que mi madre, al fin, se convenza de que estoy bien y me deje en paz de una vez y por todas. El señor Kim se lo llevará a Daegu. Él me ha acompañado en estos días. Aprovechó para ir a ver a Taesung en lo que yo estaba en el hospital. De todas formas, solo permiten visitas de familiares cercanos, así que no me dejarían entrar aunque rogara... Entonces, esta mañana, de camino al aeropuerto para tomar mi vuelo a Tokio, sucedió:

                           

                                                    

10.30 am

—Ya se nos hizo bastante tarde, Kim, si pierdo el avión a Japón, mi padre lo matará —avisé a mi siempre extremadamente seguro conductor.

—Señorita, lo siento, pero no estoy acostumbrado a este tipo de coches tan sofisticados y me está costando conducir.

—Acelere, señor Kim, solo tiene que acelerar, ¡por Dios! —grité, confieso que demasiado alterada. Toda una semana en Seúl me había puesto muy nerviosa y como quería irme lo más pronto posible, la lentitud de mi chofer me incomodaba cada vez más.

El pobre Kim intentó acatar mi mandato, pero al parecer, el estrés que le habíamos provocado el coche nuevo y yo, lo hizo perder el control. Una bicicleta eléctrica se nos atravesó de pronto y ambos gritamos asustados. Aunque el señor Kim hizo todo lo posible por esquivarla, no le dio tiempo y, el pequeño vehículo terminó impactando contra la esquina derecha del capó y su conductor, cayó al suelo...

—¡Por Dios, señorita, yo lo conozco! —avisó el mayor después de componerse, asomando su rostro por la ventanilla y a punto de bajar del coche—. Es training junto a Taesung y también... —Me miró vacilante, dudando de si debía hablar.

Diario de una canción ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora