𝟶𝟺 || 𝚓𝚞𝚐𝚞𝚎𝚝𝚎

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─── 𝐅𝐎𝐔𝐑
❛ juguete ❜




     Hace cinco días que no veo al matrimonio Cullen o a Alice, ni siquiera a Emily

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     Hace cinco días que no veo al matrimonio Cullen o a Alice, ni siquiera a Emily. Edward se apiadó de mí y me consiguieron un lugar para mí sola. Se trataba de una cabaña apartada de todos ellos, en medio del bosque. A pesar de ser bastante pequeña, tenía una habitación para dormir, un baño y el salón y la cocina en una estancia abierta. El aspecto de la casa es antiguo, parece como la casa de los enanitos de Blancanieves, pero su interior es bastante más moderno.

     Al principio no quería aceptar este espacio para mí sola, porque no tenía derecho a aceptar nada de ellos ni debía hacerlo si pensaba tomar distancias con esas personas, pero al final tuve que aceptarlo. Convivir con Emily ahora no era una opción para mí, y no tengo a ningún sitio al que escapar lejos de todos. Edward dejó una nota pegada en la nevera, contando que tenía un nuevo teléfono con otro número, y que en la agenda de contactos tenía los de ellos cuatro.

     No los he llamado, como es de suponer. Ni siquiera he sacado el teléfono móvil del cajón de la cocina que menos utilizo.

     En la nota también escribió que no debía preocuparme por la comida, que él mismo se pasaría a dejar una cesta en la puerta cada día con diferentes ingredientes. Gracias a eso, ahora tengo la nevera llena de comida deliciosa con la que he podido poner en marcha mis actitudes culinarias. Siempre quise aprender a hacer mi propia comida, formar una rutina en la que solamente prestara atención a mis necesidades, y eso había ampliado de forma significativa mi personalidad.

     Las voces de mi cabeza no han dicho nada en estos cinco días, y las supuestas visiones—o poder—, tampoco. En general he estado tranquila, disfrutando de una soledad sin molestias que ha acabado atrapándome.

     Quiero quedarme aquí para siempre, mantenerme en esta calma y soledad hasta el día de mi muerte.

     — ¿Pero te quieres estar quieto, maldita sea? —escucho, en el tejado. Frunzo el ceño, poniéndome en alerta—. ¡Cullen dijo que no debemos hacernos notar!

     —Lo siento, es que quiero verla...

     —Maldito niño cotilla...

     Lejos de asustarme, me encuentro a mí misma con una pequeña sonrisa en mis labios. Por alguna extraña razón, aquellas voces me transmitían tranquilidad, y terminé haciéndole caso a mi instinto. Supongo que son compañeros de Edward, vampiros o lobos, que vienen a asegurarse de que continuo aquí.

     ¿Por qué se preocupan por mí?

     Porque les eres útil en una sola cosa, dice la voz de mi cabeza. Una vez que cumplas lo que necesitan, te dejarán tu libertad.

     La tranquilidad se terminó, y esa sensación de malestar que no había notado en estos días, vuelve a inundar mi pecho. Todo eso es sustituido por la rabia, rabia contra los dos hombres que se encuentran en el techo de esta casa y que han interrumpido mi calma física y mental. Cierro la puerta de la nevera con más fuerza de la necesaria y salgo más cabreada que nunca al exterior de la casa.

     — ¡Sé que estáis ahí! —grito, dándome igual todo.

     Un instante más tarde, dos hombres descienden del techo de un solo salto, como si nada. Ambos están desnudos de torso para arriba, tienen la piel morena y, en uno de sus brazos, tienen un tatuaje circular adornándola. Su pelo es castaño y corto, y sus ojos marrones me miran con culpabilidad. Aunque sus cuerpos están llenos de fuerza, mantienen su rostro agachado, e incluso distingo diferencias entre ambos.

     Todo mi enfado se desvanece.

     — ¿Quiénes sois vosotros y que hacéis en el jodido tejado? —pregunto, intentando continuar con mi enfado—. Si pretendíais no haceros notar, es lo único que habéis hecho.

     La única diferencia entre ambos, es la altura y su masa corporal. Uno de ellos le saca media cabeza al otro, y es mucho más fornido que el anterior. Supongo entonces que su edad también es distinta, y no me equivoco cuando el más alto levanta la cabeza con decisión para contestar a mi pregunta.

     —Mi nombre es Sam Uley—se presenta, con tranquilidad—, él es Seth Clearwater. Somos de la tribu, soy el esposo de Emily.

     En mi mente varios puntos se unen con sus palabras.

     — ¿Tú le hiciste eso en el rostro a Emily?

     Mi pregunta le pone en alerta y le enfurece, porque enseguida aprieta la mandíbula y da un paso hacia mí, dispuesto a hacer cualquier cosa que se le haya pasado por la mente. El pequeño, Seth, le frena rápidamente y le dice algo con la mirada. Sam asiente en la dirección del muchacho, y vuelve a su posición calmada.

     —No es algo que quise, pero es cierto—murmura.

     — ¿Y qué hacéis en el techo de la casa de Edward? —pregunto, cruzándome de brazos.

     —Los Cullen han tenido que marcharse a cazar, están demasiado hambrientos como para continuar protegiendo la casa y a ti. Seth y yo, con el resto de la manada, hemos tomado su relevo.

     Me sentía un juguete, en cierta manera. ¿Por qué se molestaban tanto los Cullen y los lobos en protegerme? Chasqueo la lengua al contestarme a mí misma, recordando las palabras de Edward de cinco días atrás. De alguna manera, yo veo a esa persona que tanto quieren, soy el juguete con el que conseguirán lo que buscan.

     —Dile a los Cullen, y al resto de tu manada, que no necesito protección ninguna—espeto, presa de la ira—. Si estáis buscando a alguien que es tan importante para vosotros como para protegerme como una niña indefensa, entonces no tendréis problemas en encontrar otra forma de recuperar lo que habéis perdido.

     La mirada de Seth se descompone al instante en el que procesa mis palabras, y por alguna razón, siento una punzada en el pecho. Sam, en cambio, se enfada. Esta vez no se pone amenazante, pero abre la boca dispuesto a soltar veneno hacia mí.

     —Nosotros no estamos haciendo esto porque nos importes en absoluto, maldita desagradecida—espeta, señalándome—. Estamos haciendo esto por nuestro hermano, una persona que realmente nos importa. Me da igual tus sentimientos de mierda, o tus conclusiones estúpidas, deberías agradecer la ayuda y ser empática con las personas que te están protegiendo, aunque tú no quieras. ¿Es que nunca en tu jodida vida has tenido alguien a quien proteger?

     El veneno de sus palabras no me sorprende, pero sí me afecta. Nuevamente, mis sentimientos no interesan, lo único que importa es otra persona. Claro que he tenido a esa persona a la que proteger, pero fallé en el intento y ahora estoy rota por ello. Entiendo que, si están aceptando protegerme, es porque soy su única opción.

     Ingreso en la casa sin decir ni una sola palabra, bajo su atenta mirada. Me escabullo hasta la cocina y voy directa al cajón, para sacar el teléfono móvil que Edward me proporcionó.

     ¿Pero qué haces, estúpida? ¿No ves que si aceptas todo esto romperás a todas esas personas?

     No voy a romperlas, solamente...

     — ¿Keira? —contesta Edward, con la sorpresa en su voz—. ¿Ocurre algo?

     —Os ayudaré.

𝐁𝐑𝐎𝐊𝐄𝐍 ━ jacob blackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora