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Kalia.

A veces me resigno, o, mejor dicho; mis diecinueve años de sobrevivencia me he resignado a vivir lo que la vida tiene para mí.

Al fin y al cabo, soy una princesa ¿No? Las reglas y las normas llenas de moral y ética deben de caer sobre mí. No tengo derecho a nada, que no esté respaldado por una firma de un hombre o por un decreto bajo el sello de alguno de mis antepasados.

(Suspiro mental)

No me queda más que decir que soy una princesa común que se ha resignado a esperar cumplir su objetivo de vida (casarse) para subir al trono. No hay sueños rotos, porque me limité a no tenerlos, ya que, lo menos qué quería y quiero es auto-decepcionarme.

-Siempre que hay estos eventos al mes eres la más entusiasmada, Kalia -La voz de Olive me saca de mis pensamientos-. ¿Qué sucede hoy?

La hora de descanso fue tan efímera que apenas tuve tiempo de lanzarme a la cama antes de estar de pie de nuevo.

-Yo...

-Está algo cansada -Nicole quién está un poco repuesta me salva-. Los últimos días han sido muy ajetreados para todas en el palacio.

Las tres tomamos las tres últimas cajas de frutas dejadas a un filo del carretero de tierra y nos direccionamos al puesto de venta.

Cada lady tiene al mes como objetivo un acto de caridad, ya que, somos consideradas inservibles. La corte de damas del reino decide a que misión enviarnos o en ocasiones -como está—tenemos vía libre de escoger.

Para decir verdad, me gusta ayudar y sentir que soy útil en algo que no sea sonreír, me satisface mucho aquellos actos caritativos que hago al mes, y aunque no esté en mi mejor momento ahora puedo decir que tal objetivo mensual me sirvió para salir de la alcoba.

-Por aquí -la dueña del lugar señala la isla de baldosas blancas que está en el centro de la cocina-. Esas son todas por hoy, puede y no haya muchas ventas.

Dejamos las caja en donde nos acaba de indicar y a sus lados hay muchas más cajas, en el piso y en la encimera también hay varias.

Este mes teníamos previsto junto a las chicas, encargarnos por una semana de este pequeño negocio de venta de ensalada de frutas que está en la vía central de Aurekea a la mitad del bosque y pertenece a la familia Stander, tal familia compuesta por una abuela de edad alta y cinco niñas... La más mayor tiene ocho años.

-La mentalidad que tiene no es de una mujer emprendedora -la reprende Nicole-. Puede y hoy vendamos hasta de más, siempre piense en grande...

La mujer se limita a sonreír.

-La mentalidad de la señora, es una mentalidad realista -llega Elle y Rose con delantales y guantes que nos entregan.

-Aunque sería mejor pensar en grande -la contradice Olive a Elle-. Así el incentivo para hacer las cosas es grande y codicioso.

Me coloco lo que me entregaron y voy en busca de las cacerolas que dejo a una esquina de la isla para comenzar a lavar las frutas. Las chicas siguen en su charla de mentalidades, mientras comienzan a picar las frutas (ya limpias) y me mantengo en silencio lavando y dejando en cacerolas distintas para que no se confundan las variedades.

La mujer tiene que irse porque dejó a las niñas solas, Wanda llega fiscalizar nuestro trabajo y entre risas y conversaciones de ellas avanzamos en el trabajo. Insisten en meterme a varias conversaciones y les sigo el rollo hasta que poco a poco me voy saliendo del hilo sin darme cuenta.

Termino en lavar las frutas y voy a asear la parte de afuera de la choza, las mesas de madera están sucias por polvo y tengo que ir en busca de agua al pozo del bosque -en el negocio solo hay agua suficiente para la comida—y la traigo en baldes, refriego con cepillos y los bancos sin respaldo también tengo que lavar.

AUREKEA. (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora