19.

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Una noche.

Kalia.

-Su alteza, la reina está a su llamado...

No me retengo con el aviso del guardia.

-No le digas que llegué -le cierro la puerta en la cara.

Mi espalda se pega a la puerta y los pasos alejándose me dan la libertad para soltar un suspiro.

No ando con genio para que nadie me pida explicaciones, en pocos días al parecer no soportaré ni mi propia subsistencia.

El cuarto está a oscuras apenas alumbrado por una luz tenue que ingresa por las cortinas abiertas de uno de los balcones...

Recién voy llegando de Hintler, pensé que al llegar pasada de las doce de la madrugada no encontraría a nadie por los pasillos, pero que equivocada estuve. No solamente me encontré con Theo, si no, también con Wanda y Marley... a todos los evité cambiando de dirección, pero a los que no pude evitar fueron a los guardias que están custodiando mi puerta, los mismos que al verme se apresuraron por darme el recado de la reina.

Aquella noche no fui a donde Marley, ya que, el tiempo se me ha acabado en segundos y puede que eso no sea una excusa para otros, pero sí para mí.

Estoy agotada...

Comienzo a sacarme las bailarinas.

Las mucamas no están por ningún lado, sin embargo, a mi cabeza no le importa aquello.

Necesito descanso físico, si es que, no hay el privilegio de obtener el mental.

Desato el nudo del corsé y hago rodar las mangas del vestido, quedando solo en bragas.

Ir a mi cama no me hará descansar y las cortinas abiertas del balcón trasero llaman por mí. Unos meses atrás hacía esto cuando tenía miles de cosas esperando por mí y yo solo quería tranquilidad.

Así que, no me cohíbo, voy por mi bata de seda que ayudará para que mi desnudez no sea vista por todos los que deambulen por el patio.

Camino a paso lento por el cuarto a oscuras y las plantas de mis pies cosquillean cuando al acercarme a la salida veo el piano en una esquina del balcón.

El cielo está estrellado, mi mente tiene tanto para maquinar como el hecho de que para mañana necesito todo el dinero de la inversión y no tengo ni un centavo en mano, Elle está enojada conmigo, no encontramos el nombre de la periodista, Rose no quiere hablar más de Michael y Nicole ni siquiera revive de todos los comas etílicos a los que se ha expuesto estos días...

¿Qué haré ahora mismo ante todo esto?

Tocar el piano.

Mamá June dice que para buscar nuestra propia paz hay que ser egoístas y nunca le encontré tanto significado a esas palabras hasta que llegó este momento.

Tomo asiento en el banquillo de cojín, un fresco aire choca contra mi cara y mis dedos inquietos buscan las teclas que aparecen luego de alzar la tapa.

No espero más, estoy tan ansiosa que apenas me imagino ya estoy tocando una melodía que no tiene estructura, pero si un comienzo el cuál yo misma se lo doy.

Mis ojos se cierran, mi cuerpo vibra, mis dedos se deslizan y una sonrisa nace.

Nunca encontraré algo que me dé tanta felicidad como tocar el piano.

Mi mente queda en blanco y en menos de nada estoy corriendo por el bosque alzando la falda de mi vestido para no caer, sonriendo mientras mis células se sienten libres, mi mente olvida los límites y mi alma grita por más.

AUREKEA. (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora