8.

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Felices veinte.

Kalia.

—No sabes lo mal que me sentí —escucho a mis espaldas—. Pensé que habías muerto, yo...

Dejo de escuchar el relato para concentrarme en el bosque que se ve desde mi balcón. Estoy sentada en un sillón al que no puedo recostarme y están peinando mi cabello e intentando mejorar mi presencia porque según aparento todo, menos ser una princesa.

No he visto a nadie que no sea a Wanda y no saben cuánto lo agradezco, las imágenes no dejan de proyectarse en mi mente y cada nueva proyección me ataca con más destreza... Es como si me transportaran a otro universo donde todo a mi alrededor es caótico.

Mi ojos duelen de soltar tantas lágrimas, mi pecho me martillea tratando de buscar paz. Mis músculos, cabeza y plantas de pies arden, duelen, punzan. Mi boca no bota el agrio sabor de la despedida de Eduardo y el dolor de mi corazón crece a medida que pasan los segundos.

Si creen que soy fuerte no lo soy, mi alma no está preparada para soportar esto, apenas, tengo diecinueve años y el golpe más duro de toda mi vida llena de unicornios, antes de esto, fue despedirme de mis amigas porque me separaría de ellas por un tiempo.

No tengo agallas, no tengo una fuerte para decir superé algo catastrófico y aún sigo con vida. Soy tan ordinaria y débil, soy un manojo de debilidad con piernas y pueden derrumbar mi paz mental con un pequeño respiro, con un comentario.

Sobrepienso y hago escenarios irreales en mi cabeza luego de un pequeño suceso, mi imaginación no tiene magnitud y mientras terceros hablan yo escucho para luego darle lógica a todo. Con la persona que más he hablado es con el lord que ya no está, mis amigas son mi lugar seguro, pero nunca encuentro el momento para comentar sobre el tema que charlan, porque ya lo he hecho antes y mis comentarios siempre quedan fuera de la conversación o no vienen al caso.

Pero ahora que no está él ¿Volveré a mi estado anterior? ¿Alguien me podrá entender como él? ¿Mis charlas más largas serán con mi conciencia?

Creo que no, porqué ahora mismo ni mi conciencia me soporta... Ni mis pensamientos más cuerdos quieren estar en mi mente y todos ellos me dictan que debo de pagar esto, que mi crueldad disfrazada de un anhelo no puede quedar sin ser sentenciada.

—Su alteza...

Me hablan por mi espalda y reacciono.

— ¡Vete! —el collar de mi pecho pesa, los pendientes de mis orejas pican y me los saco todos tratando de ser libre, al menos de ellos—. ¡Vete y no vuelvas!

Escucho más pasos acercándose lo que me pone a la defensiva, me lanzo al piso para retroceder de espaldas y a rastras, ya que, las plantas de mis pies queman...

—Kalia —reconozco la voz de Nicole y sacudo la cabeza cerrando mis ojos—. La reina...

— ¡La reina! —gritaron— ¡La reina!

Decenas de flechas caen a mis lados y la angustia de no encontrar a Eduardo es ignorada por mi instinto de supervivencia que me hizo bajar a toda cerrera.

Bajo, rodeo lo que me cubrirá y mantendrá con vida, la cobardía disfrazada de temor no me dejaba dar la cara, busco algo con que defenderme y me asomó encontrando a...

Un hombre alto y gordo con la cabeza mi novio en su mano, el cuerpo con una herida en su estómago cae y la sonrisa en el rostro del castaño se extiende.

Él hombre corre hacia mí y lo espero con ansias solo para tomar lo que tiene en mano.

El escenario cambia de un segundo a otro y tengo a la morena frente a mí.

AUREKEA. (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora