Young & Beautiful - Larry Stylinson (traducción)

XIII

Harry no deja de mirar su teléfono.

Lo cual es irónico, porque Louis está haciendo exactamente lo contrario: ha apagado su teléfono. Por miedo a las incesantes llamadas de su madre. A las que puede haber sentido la tentación de contestar.

Pero solo para detener el incesante soniquete.

Van por una carretera rural en el coche antiguo (para confusión de Louis: "¿No es este el coche de coche de Zayn?" "Lo compartimos", había dicho Harry con sencillez, y luego se había subido sin decir nada más), habiendo abandonado hace tiempo su pequeño pueblo, y ninguno de los dos ha pronunciado una palabra desde que Louis aceptó seguir a Harry. Y Louis está como, tal vez, en pánico, pero mantiene la calma mientras se sienta en el asiento del copiloto tratando de entender qué coño está pasando. Y por qué cojones aceptó estar aquí.

Se acerca el atardecer, el cielo sin nubes se tiñe de tonos cítricos, y las flores de madreselva y algodón empapan el aire fresco. Harry y Louis conducen en su silencio ventoso, sus figuras saturadas de luz ámbar mientras la brisa despeina su cabello y les lame la piel. La luz del sol y los árboles se deslizan por delante de ellos a medida que avanzan por la carretera. Louis tamborilea con los dedos en la puerta, en el muslo, en todas partes, arrastrando los pies mientras mira con curiosidad a Harry de vez en cuando, muy secretamente desesperado por una explicación o una sensación de tranquilidad. Pero hace todo lo posible por no mirar fijamente, así que gira la cabeza hacia el lado opuesto, fingiendo que observa el paisaje borroso.

Pero es muy consciente de Harry y de todos sus movimientos.

Harry.

Harry con su ceño fruncido que nunca parpadea mientras sus suaves rizos azotan su cara, sus labios puestos en una línea apretada. Harry que revisa su teléfono cada dos minutos, con la cara vacía de emociones menos las arrugas y la tensión. Harry que estaba un mal humor de mierda, y que hizo retumbar el mundo antes de llevarse a Louis a un lugar seguro sin ton ni son.

Bueno, espera que seguro. Todavía existe la posibilidad de que el asesinato sea inminente.

Llevan diez minutos conduciendo y Louis no puede dejar de hurgar en el agujero de sus vaqueros.

Diez minutos enteros conduciendo.

Y Harry aún no le ha dicho a dónde van.

Y Louis es una persona muy, muy curiosa.

—De acuerdo. Necesito saberlo —estalla finalmente, volviéndose a mirar a Harry, cuyas cejas están juntas, con los ojos fijos en la carretera—. ¿A dónde vamos?

—A algún sitio.

—Eso no cuenta como respuesta —dice Louis molesto, poniendo los ojos en blanco—. Y puedes dejar esa actitud. Tengo derecho a saberlo —hace una pausa—. Podrías estar llevándome a algún sitio para matarme —observa atentamente la reacción de Harry.

—No te mataría —dice Harry, sonando como si fuera la noción más ridícula del mundo—. Eso sería un lío.

Oh, vaya.

Las cejas de Louis se disparan.

—¡Oh! ¡Fallo mío! Podrías llevarme a algún sitio para que alguien más me mate, entonces.

Y Harry guarda silencio ante eso.

Lo cual es, quizás, ligeramente preocupante.

Incomodado (no cree haber estado en una situación más incómoda en su vida), Louis estira la mano para juguetear con la radio que parece completamente en desacuerdo con el vehículo de época, si es sincero. La pone en la primera emisora que se le ocurre.