Una Tormenta Se Acerca (28)

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🚬
Thomas Roy

— Es con mucho amor, nos alegra que una nueva integrante se una a la familia.


Es una niña?

— Muchas gracias antonella.

— Y ya tienen alguna idea para el nombre? — pregunta el tío reynald

— Aún no hemos pensado en alguno

El Babyshower a mi futura hermanita, era una hermosa reunión familiar, con demasiado rosado y muchos postres llenos de azúcar. William y Lily habían trabajado juntos para comprar una silla mesedora para la bebé. Mientras que yo, había olvidado por completo que hoy era la fatidica fiesta.

— Thomas — dice la voz de la abuela

Mierda

Mierda

Mierda

— Abuela, ¿que tal va todo? Te ves muy bien hoy, ¿cambiaste de peinado? Definitivamente te hace ver más joven

— Thomas — dice con severidad

— Señora

— Caminemos juntos

— Si señora

Era una caminata larga, silenciosa y muy lenta a través del jardín. Cada paso parecía durar mil años, el miedo a cualquier palabra que pudiera salir de la boca de la abuela empezaba angustiarme.

¿Por qué le tengo miedo?

Tal vez es por el hecho, que papa también se lo tiene. Y solo un monstruo le temeria a otro

— Alguna vez has visitado el jardín de mi casa? — dice la mujer con suavidad.

— Fue hace mucho

La anciana me miró con una sonrisa torcida y antes de que pudiera desviar mi mirada de sus ojos azules, movió la cabeza hacia unas bancas de porcelana blanca que se encontraban cerca. Caminamos hasta allá, ayude a la abuela a sentarse en la banca. Ella miró al horizonte y con sus manos sobre el bastón, lanzó un suspiro.

— Recuerdo que amabas mi jardin, solías corretear de un lado a otro. Aún recuerdo todas las veces que llegabas a casa, en completo silencio para que no notará tu cuerpo lleno de heridas causadas por las espinas de las rosas, pero, nunca fuiste tan silencioso.

Antes de que mi madre adoptiva se separara de mi padre adoptivo. Visitaba mucho la casa de la abuela. Mamá padecía de una enfermedad que limitaba su movilidad, no recuerdo el nombre, solo a un niño de 5 años preguntándose porque su mamá pasaba las tardes, con su pensamiento perdido en el profundo rojo de los rosales. La abuela cuidaba de mi, ya que mamá no podía hacerlo y papá trabajaba todo el día. Así que, durante un breve tiempo pase mis tardes perdido entre las espinas de las rosas.

— Yo también lo recuerdo — dije en voz baja agachando la cabeza

— En serio? Yo creo que no — la mujer giro hacia mi y con una sonrisa señala mi pecho con el bastón — Mirate, a pesar de todo, sigues siendo el mismo niño lleno de heridas, aunque no puedas verlas, ahí están. Y justo como en ese entonces, llegas a casa callado, cruzando los dedos para que otros no noten, la sangre que corre por tu piel abierta.

El Cielo De Van GoghDonde viven las historias. Descúbrelo ahora