Capítulo 19

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Regalito

No es un nuevo personaje, es uno que siempre ha estado en las sombras esperando atacar, es uno que parece ser más astuto que los que ya están en el juego.

Mi mente viaja a todo lo que he vivido, no como Sara Gray si no como solo como Sara, es decir todo, viaja mientras que en mi vida diaria recibo el regaño de mi vida.

— ¡Veinte vehículos dañados! Cuyos dueños exigen que les paguen los daños, sin contar la motocicleta que tuvimos que devolver y dar una suma de dinero al chico a quien se la quitaste, ¿Y todo para qué?—me grita el ministro siendo apoyado por el general— Para ir por unos malditos leones que te quitaron, porque ahora están con su verdadero dueño y ya no tenemos nada para usar en su contra.

No agacho ni subo la mirada, me mantengo seria y firme, si no tienen algo para usar en su contra es porque no sirven ellos, no yo.

—Esta era tu oportunidad para escalar a capitana y la desperdicias por idioteces—Leonardo se une al regaño.

—No eres capaz de liderar un simple escuadrón, no sirves para nada, dime de una vez si perteneces a estas filas o prefieres el puesto fácil de la mafia—habla el general como si el puesto fuera fácil, no tiene idea de lo que dice, ese puesto es más que solo acompañar al líder, es saber mover y eliminar piezas, mandar y organizar, nada de lo que hice ahí fue fácil como para querer regresar, pero eso es algo que ellos no saben porque su cerebro no da para imaginar más.

— ¡Conteste sargento!—grita el ministro golpeando la mesa.

—Estoy aquí porque desde adolescente he marchado para la milicia, el que me hayan condenado a un puesto que no quiero no significa que vaya a dejar mi lugar como sargento, además podemos recuperar a los leones si...

—Entonces justifíqueme sus fallas.

—No hay justificación, ministro, fue un grave error y estoy dispuesta a cumplir con el castigo que desee darme.

—Te encargaras de todo el trabajo investigativo y de reclutamiento de la sección A3, A4, A5, al parecer tus compañeros son más útiles que tú en el campo de batalla. —el general es quien dictamina el castigo y asiento porque es verdad, el día de ayer actúe de forma nefasta, pero el idiota de ojos grises frente a mí pareció no notarlo mientras estampaba su boca con la mía, odio a los hombres que cambian según su conveniencia propia.

— ¿Puedo retirarme?

—Por supuesto que sí, tiene mucho trabajo que hacer, largo.

Salgo de la oficina siendo recibida por Amalia quien me entrega un paquete de memorias para la computadora donde me explica que cada color va por continente y debo organizar en carpetas individuales cada país y estado.

—Creí que te hablarían para preguntar por el Boss—comenta Amalia mientras entramos a mi oficina.

—Yo igual, mejor así, no quiero hablar de ese sujeto—le digo sacando una bolsa de botanas.

— ¿Qué es eso?—pregunta metiendo su mano para llevársela a la boca.

—No tengo idea cómo es que siempre estuvo detrás de mí y nunca me di cuenta—le digo comiendo de la bolsa.

—Vi las fotos en tu ropa, ¿por qué las guardaste?

— ¿Me veo genial, no?—le digo con ironía—Pienso venderlas.

— ¿En serio?—pregunta con la boca llena.

—Por supuesto que no tonta, no se las iba a dejar a los empleados, suficiente tengo con que el jefe las tenga.

Renovada 🔪Donde viven las historias. Descúbrelo ahora