La pequeña Circe abrió los ojos, los frotó y se levantó lentamente de su cama. Su pelo pelirrojo esta despeinado y el sueño asomaba en su rostro. A pesar de esto, salió de su habitación y, apenas abrió la puerta, podía escuchar a su madre hacer cosas en la cocina. Tal vez estaba cocinando o preparando hierbas medicinales. Bajó las escaleras, observando cómo su mamá estaba preparando una poción.
La joven mujer se dio la vuelta, dejando de lado lo que estaba haciendo para acercarse a su pequeña hija y cargarla en sus brazos.
—Buenos días —le da un beso en la frente, mientras la niña frotaba unp de sus ojos—, ¿cómo has dormido?
—He soñado con muchas cosas —respondió, mirando a los ojos marrones de la mayor—...
—Puedes contármelo mientras te peino.
Tras esas palabras, la mujer de cabellos lisos camino a otra habitación, una que tenía un tocador rodado en la cual sentó a su pequeña frente al espejo. De un cajón agarró un cepillo y agarró con cuidado el cabello rizado de su hija, peinandolo.
—¿Y que has soñado?
—Primero estaba en el país de las Rosas, donde había un rey que no podía comer pasteles —empezó a decir, ya un poco más despierta—. Me dijo que lo tenía prohibido. Luego conocí a un león que era muy perezoso y también a un pulpo muy tímido.
—¿Tenían problemas?
—Sí, pero no podía ayudarlos. Tampoco pude ayudar al chico serpiente o al brujo. Parecían muy tristes —esto último lo dijo con un rostro apenado, cómo si se sintiera culpable por ello—.
La mujer sonrió y se agachó ante ella, abrazandola con cariño.
—Cariño, el oír que quisiste ayudarlos es suficiente. No pasa nada, aún eres inexperta con tú magia —le dio un beso en la cabeza—. No te presiones, la intención es lo que cuenta.
Hoshi siguió cepillando él cabello de su hija, la cuál no miraba muy convencida su reflejo. Cuando su madre terminó de cepillar su cabello y salió de la pequeña habitación, la pequeña pelirroja observo sus ojos en el espejo.
—... Me gustaría ayudarlos.
Ninguna de las dos sabía que Circe podía ver el futuro, igual que el Maestro de Maestros, pero no eran visiones exactas. Menos cuanto tiempo pasará para aquello, que sería mucho, siglos.