t r e c e

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—Buenos días, Seungmin —le saludó su madre con un beso en la mejilla— ¿Cómo dormiste?

—Buenos días, mamá —contestó mientras se servía un poco de cereal en un tazón —Dormí bien.

—Que bueno— besó su frente— Ya debo irme al trabajo, nos vemos más tarde, cielo.

—Si, suerte — no la miró, ella agarró sus llaves, su bolso y salió a toda prisa en cuanto el claxon del auto de su novio sonó.



Seungmin terminó de desayunar, se lavó los dientes, agarró su mochila y antes de salir se vio rápidamente al espejo, una vez fuera de su casa, comenzó a caminar hacía la preparatoria. Como de costumbre, llevaba los audífonos puestos para escuchar música y hacer su camino menos aburrido. Chan había decidido llevarlo, solo que no sabía exactamente en donde vivía y por eso le había estado esperado en donde siempre se veían, no le había aviso antes, porque probablemente él se negaría, así que en cuanto lo vio caminar, comenzó a seguirlo y bajó la ventanilla del auto.



—Pequeño —le llamó, pero este no le escuchó— Seungmin! — volvió a llamarle y al ver que no le escuchaba decidió bajarse del auto e ir detrás de él.



Seungmin sintió que alguien le tomaba de la muñeca y el pánico se apodero de él, creyó que iban a asaltarlo, así que cerró sus ojos esperando lo peor, pero lo único que sintió fue una mano acariciando su mejilla y entonces abrió los ojos.



—¿Chan? —se quitó los audífonos— ¿Qué haces aquí?

—Bueno, esta es la calle, ¿por qué no estaría aquí?

—Sabes a que me refiero —rodó los ojos— Me espantaste, pudiste haberme aviso que estarías por aquí.

—Se arruinaría la sorpresa —sonrió— ¿Quieres que te lleve?

—Uh, no...

—¿Por qué? —frunció el ceño— ¿Prefieres caminar y sudar?

—Bueno, esta bien—se decidió, pues el sol estaba en su máximo punto. Ambos subieron al auto y Chan se dirigió hacia donde aquel, le había dicho que estaba el edificio.

—¿A caso no tienes otras cosas que hacer?

—Necesitaba verte con uniforme— sonrió enseñando su linda dentadura de conejito —Te vez tan tierno.

— Daddy —le regaño—Sabes que no debes venir por aquí.

—Deberías de estarme agradeciendo —contestó sin apartar la vista de la carretera— Te salvé de caminar con este sol.

—Pues nadie te lo pidió.

Él pelinegro negó con la cabeza— A veces eres raro.

—¿Por qué?

Oh Daddy ᶜʰᵃⁿˢᵉᵘⁿᵍDonde viven las historias. Descúbrelo ahora