La ausencia

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Pesadillas

Alicia se veía a la orilla del mar. Era de noche y había una terrible tormenta. Mientras sonaban los truenos y los rayos iluminaban el agua, ella veía a Martín flotando a lo lejos. Quería meterse al mar a rescatarlo pero no podía.

Luego veía a Martín muerto. Gritaba pero no le salía la voz.

Sentía una angustia y un dolor tan agudos que no lo soportaba. Luego, Martín desaparecía y veía a dos muñecos. Una niña y un niño. También los veía a los lejos sobre el agua. Los escuchaba llorar, corría, trataba de meterse al agua para salvarlos, pero un peso en sus piernas le impedía moverse. Solo sentía que se quería morir.

-Alicia, Alicia, despierta, mi amor. Es solo una pesadilla, le dijo Fabián, sacudiéndola suavemente para que despertara.

-¿Qué pasa? Preguntó, ella, quien temblaba y estaba sudando frío.

-Tuviste otra pesadilla, mi amor, le respondió Fabián.

-¿Qué haces aquí? Te he dicho mil veces que no me gusta que te quedes a dormir, dijo ella en tono duro.

-Yo sé, luego que te dormiste también me quedé profundo. Disculpa, dijo Fabián, con expresión de molestia, pero también de dolor.

-¿Hasta cuándo? Llevamos 5 años juntos, te amo y lo sabes y siempre que me quedo me reclamas, dijo, mientras terminaba de vestirse.

-Desde que comenzamos esta relación fui clara contigo. Te quiero y lo sabes, pero no hay más allá, esto es lo que hay. Ni siquiera te he exigido que me seas fiel, eres libre, respondió Alicia, presta a levantarse de la cama.

Por favor cierra bien al salir. Mañana debo presentar una acusación y tengo que prepararme muy bien, agregó.

-Tú siempre lo haces bien, por algo eres la mujer de acero, dijo Fabián.

Piensa en lo que te dije, un día me puedo cansar y si me voy no regreso, remató y salió de la habitación.

Alicia se dirigió a su estudio y se sentó ante su ordenador.

Cada vez que tenía esas pesadillas la invadía una sensación de debilidad, un sentimiento de angustia que le quitaba el aliento y se instalaba en la boca del estómago.

Al revisar el calendario de sus cosas pendientes reparó en que se acercaba su cumpleaños número 40.

Para ella era increíble que ya habían pasado 25 años desde la noche en que comenzó a vivir la pesadilla que marcó su vida para siempre.

El primer amor

Alicia y Martín crecieron juntos en un pueblo cercano a Acapulco. Ella era hija de Gonzalo Montiel, poderoso hombre de negocios, dueño de empresas navieras de importación y exportación.

Martín era hijo del notario Facundo Guerra, un hombre débil y afectado por el alcoholismo que trataba de disimular. Era un servidor incondicional de Gonzalo Montiel.

Desde que podían recordar, Martín y Alicia estuvieron casi siempre juntos.

Además de la relación de sus padres, los unía el hecho de que no tenían madre. La de Alicia se fue cuando tenía 3 años y la de Martín murió cuando tenía 5 años.

Martín era tres años mayor que ella y desde que tuvo uso de razón la cuidaba, primero como un hermano mayor, luego como el mejor amigo, pero desde que Alicia cumplió 13 años, un día, así, de la nada, mientras estaban en la playa y ella apareció con sus amigas, en traje de baño, comenzó a verla como una mujer.

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