Nuestros hijos

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La comida en casa de Martín fue una maravilla. La mesa estaba llena de alegría. Alicia no sabía por qué estaba invadida de esa sensación de paz.

Tanto Alicia como Martín se sentían como en familia y no tenían idea del origen de ese sentimiento.

-Esta mesa está llena como desde hace tiempo no ocurría, dijo Maruja, viendo a cada uno de los comensales, incluyendo a Moisés, quien sentado en su sillita alta trataba de meterse la papilla a la boca. 

Estaba hecho un desastre, pero era tan tierno que todos reían con sus ocurrencias y su carita embarrada.

-Alicia ¿Podemos hablar al terminar la comida?, preguntó Martín.

Ella había llamado a su despacho para decir que llegaría tarde. Estaba dispuesta a hablar con Martín para aclarar todo entre ellos. No se le había olvidado ni la noche que pasaron juntos ni el hecho de que Martín se había ido sin explicarle por qué se hizo pasar por muerto.

-Sí, dijo tajante, viéndolo directo a la cara. 

El resto de los presentes calló, pero en un silencio cómplice, pues todos sabían del gran amor que se tuvieron en el pasado. Y, aunque apenas los habían visto juntos unos momentos, se notaba que se amaban.

Tanto Alicia (joven) y Marcus, no paraban de hablar con ella. Se sentían cómodos y, a pesar de que apenas la habían conocido, la sentían cercana.

-¿No te parece increíble lo simpática que es? Preguntaron casi al mismo tiempo, ambos jóvenes, mientras buscaban el postre en la cocina. Se miraron y echaron a reír.  Les parecía muy graciosa la coincidencia.

Y es que, desde que se conocieron, en diversas oportunidades, los jóvenes decían las mismas frases y a veces casi al mismo tiempo. 

Se sorprendieron ejecutando las mismas acciones con anticipación, incluso, sabían, sin hablar, del estado de ánimo en que se encontraban.

Alicia caía muchas veces en un estado de tristeza por la reciente muerte de su esposo y porque pensaba en que su hijo crecería sin su padre.

-No estés triste, le decía Marcus. 

Ni mi papá ni yo vamos a dejarte nunca. Puede que yo me vaya a estudiar a Estados Unidos, pero siempre voy a estar presente para mi sobrino. Además, eres muy joven y seguro vas a rehacer tu vida, la consolaba.

-Ahora lo sé, dijo la joven. 

Desde que ustedes llegaron ya no tengo esa sensación de soledad. Pero, tampoco he dejado de pensar en que mi hijo va a crecer sin padre, que lo perdió en un accidente tan absurdo, expresó.

-¿Absurdo? Cómo es eso, preguntó Marcus.

-Sí. Samuel era mecánico y nunca descuidaba su carro. Y un día volcó, así, de la nada. Lo peor es que la policía no investigó nunca, se quejó, llorando.

-Se me ocurre algo. Alicia es la jefe del MP en Guerrero, por qué no hablas con ella y le pides que abra una investigación. Por lo que he averiguado, ella es conocida como la "mujer de acero". 

Su trabajo se centra en que se haga justicia. Seguro te ayuda, afirmó Marcus, abrazando a la muchacha.

Ahora vamos que todos esperan el postre.

...

EL culpable 

Luego de terminada la comida, Alicia y Martín se encerraron en el despacho de este, para conversar.

Pero, lo primero que hizo Martín fue abrazarla y besarla apasionadamente. 

Alicia correspondió con la misma fuerza y amor.

TE AMO, dijeron al separarse y luego, siguieron abrazados un buen rato.

-Alicia y Marcus son divinos y el bebé me robó el corazón. Eres afortunado por la familia que tienes. Viéndolos, me pregunto ¿Cuánto años tienen? ¿Unos 24, 25? Esa edad tendrían nuestros hijos o, tienen, dijo Alicia, a punto de llorar.

-Mi amor, no te pongas así. Desde la otra noche no he hecho sino pensar en nuestros hijos. ¿Nunca encontraste algo, alguna pista que te dijera, al menos qué pasó, si ... Murieron o a dónde o quién se los llevó?, preguntó Martín.

-Claro que sí. Después de mi paso por varios años de terapia y cuando ya era fuerte, contraté detectives  para que trataran de averiguar. Pero, nada, nunca encontraron pistas. Nadie supo ni vio nada esa noche. 

En la finca solo estábamos mi Yaya y una empleada, el resto eran los vigilantes que mi padre puso para que yo no me escapara. 

Nos drogaron a todos. Además, en esos días y durante mucho tiempo, como ahora, el robo de niños en México es una plaga y nadie hace nada. 

Una de las razones por las cuales acepté este cargo, en este estado, es para tratar de hacer justicia. Si no lo hago por mis hijos, lo haré en nombre de ellos. En mi despacho tengo decenas de expedientes de casos de secuestros, sin resolver, explicó Alicia, más calmada, pero muy triste.

Ahora, dime. ¿Por qué te hiciste pasar por muerto. Ese fue el primer golpe que sufrí. Yo te esperaba en esa finca, no sabía nada de ti y luego, mi padre me trajo tus ropas, esas que habían encontrado en la playa. 

Me dijo que habías tratado de escapar en barco, pero que en una tormenta, todos los que iban en la embarcación, perecieron, entre ellos tú, le contó.

-Alicia, debes ser fuerte por lo que te voy a contar. Desde que me dijiste de nuestros hijos,  por todo lo que me estás contando y por lo que me pasó, lo he pensado muy bien y creo que sé quién es el responsable de todas nuestras desgracias.

Mi amor, creo que fue tu padre.

-¿Qué?, dijo Alicia

¿Cómo? ¿Por qué dices eso? Yo no lo quiero, porque desde que se enteró de mi embarazo se convirtió en un monstruo y cuando me dijo que yo había muerto para él, lo acepté. Pero, de allí a pensar que ¿fue él? 

Tienes que darme una razón muy poderosa para aceptar lo que me estás diciendo.

-Alicia.... Tu padre me mandó a matar, me tuvo secuestrado varias semanas y luego ordenó a sus hombres que me lanzaran al mar. Me salvé de milagro. Tu propio padre, pensando que ya no viviría para contarlo, me confesó que él era el responsable de la muerte de mis padres.

Pero, eso no es lo único...

De esta forma, Martín le fue relatando a Alicia lo que pasó la noche de sus 15 años. 

Le dijo de cómo fue que alguien lanzó a su padre desde el balcón de la mansión Montiel. 

Le contó  de lo que le dijo su padre antes de morir. Incluso, le contó que su papá aseguró que fue Gonzalo Montiel quién mató a su madre, cuando él tenía solo 5 años.

Le habló de la carta que su papá le dejó con El Diablo, por si algo le pasaba y de la súplica para que Martín escapara de Gonzalo Montiel y de Sergio Carranza, padre. Le habló del sobre con documentos que El Diablo le entregó, antes de partir a Estados Unidos.

Le relató también de cómo fue a parar con los Schmidt, quienes luego lo adoptaron y se lo llevaron a Europa, de donde regresó hecho un heredero.

Pero, también le dijo que había regresado a hacer justicia.

Alicia escuchaba con los ojos muy abiertos y casi no daba crédito a estas palabras. No obstante, algo le decía que todo eso podía ser verdad.

Y es que, a su correo electrónico llegó un anónimo que decía: TU PADRE ES UN MONSTRUO y CUIDATE DEL GOBERNADOR SERGIO CARRANZA Jr.

CONTINUARÁ








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