-¡MIRA, MIRA, MIRA!, dijo Sergio, en tono de burla.
Pero si la princesa ya se encontró con su papi.
¿Qué tal padrino? Veo que te lo estás pasando de pelos, rodeado de tu patética familia.
Mientras yo, sigo aquí con tus nietos, gozando de su dolor. ¿Qué te parece, mi admirada Alicia? Se me ocurre gozar de tu hijita, antes de mandarla al otro mundo y de hacer sangrar un poquito a tu bastardito.
¿Qué opinas, Martín? ¿Lo golpeo hasta matarlo o le doy un tiro de gracia? Mejor le pego, para que sufra, decía, burlándose, mientras mostraba las imágenes de los muchachos que seguían amarrados.
-ERES UN ANIMAL, gritó Martín.
¡Te voy a matar, lo juro!.
-ERES UN BOCÓN, como siempre. Pero les voy a dar la oportunidad de ver a sus hijitos y despedirse de ellos. No, mejor dicho, de irse al infierno con ellos.
Van a ir ustedes, solos, al lugar donde les voy a indicar. Si dicen algo a la policía, si veo el más mínimo indicio de que están con alguien más, mato a los bastardos y luego a ustedes, dijo Sergio, tajante y cortó la llamada.
-ESE MONSTRUO VA A SEGUIR HACIENDO DAÑO, si no acabo con él, dijo Alicia, con lágrimas en los ojos, por la angustia que le causaba el peligro que corrían sus hijos.
Mientras ella decía eso, Rebeca seguía en un rincón de la habitación, acurrucada.
A Gonzalo Montiel, se lo llevaron en una ambulancia, detenido. Lo instalarían en una ala de la comandancia policial, en espera de la decisión de un juez que debía determinar, dónde esperaría el juicio o si simplemente debía permanecer en su casa, por la edad que tenía.
Alicia se acercó a Rebeca, la tomó por los hombros y la obligó a verla a la cara.
-Mamá, mamita, le dijo.
-En estos minutos he estado recordando muchas cosas, aún las veo borrosas, pero sí te recuerdo. Recuerdo tus abrazos, tus besos, tus canciones y te veo leyéndome cuentos, antes de dormir.
Una personas así, no pudo abandonarme. También me acuerdo de gritos, peleas y golpes. Yo solo me acurrucaba en un rincón y tú llegabas a abrazarme, le contó y la abrazó muy fuerte.
Las mujeres se abrazaron y lloraron largamente.
De pronto, Alicia recordó claramente, el cuarto escondido en la biblioteca. Y se le ocurrió buscarlo.
-Tengo un presentimiento, le dijo a Martín y llamó al comandante de la policía.
-Por favor, suba de inmediato, creo que sé dónde podemos encontrar una pista que nos diga dónde están mis hijos.
Martín, Alicia y Rebeca, corrieron al despacho y buscaron la pared llena de libros que Alicia recordaba. Rebeca también la secundó y así dieron con el libro que abría "la puerta" de la habitación oculta.
En efecto, allí estaba. Las fotos en las paredes, cajas llenas de dinero.
Incluso, había nuevas fotos, más recientes, donde también se veía a Sergio, lo que demostraba que Montiel siguió cometiendo asesinatos y secuestros de niños, acompañado de su cómplice.
Pero, hubo algunas fotografías que llamaron la atención de Martín, quien había visto, cuando Sergio llamó, una imagen que le resultó familiar.
-Yo conozco este lugar, expresó, señalando las fotos de una de las paredes.
Gonzalo Montiel me encerró en una cueva hace 25 años, luego de que mi padre murió en mis brazos.
Y esta imagen la acabo de ver por la video llamada que hizo, aclaró.
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La Ausencia
General FictionUna historia llena de intriga y amor que unió a Martín y Alicia para toda la vida