MARTÍN ... ¿Vendieron a mis hijos?

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Tras la reunión entre Martín y Alicia, este puso a andar su plan de averiguar lo que pasó con sus hijos y, de paso, conseguir más pruebas contra Gonzalo Montiel.

Estaba convencido de que ese hombre estaba detrás de la desaparición de sus mellizos.

Lo primero que hizo fue conversar con su padrino, el Diablo, para contarle lo que le dijo Alicia y pensar, junto con él, acerca de alguna pista o indicio.

Pese a que Alicia le dijo que había tratado de investigar, comprendió que desde lejos y en la situación en que ella se encontraba, pese a ser abogado, esa investigación  no se hizo tan a fondo como ella creía.

-No puedo creer lo que me estás diciendo. Pobre niña, lo que sufrió y debe sufrir por la ausencia de sus hijos y la tuya, dijo el Diablo.

-Creo lo mismo. No me imagino su sufrimiento y, ahora, que lo hablamos y le dije mis sospechas acerca de que su papá puede estar detrás de todo esto, también le ha causado dolor. Aunque ella me dijo que no quería a su papá, debe estar sufriendo, respondió Martín.

El diablo quedó pensativo y luego de un rato, se le ocurrió una idea.

-Según Alicia, a ella la atendió una partera ¿Verdad? Y justo en esa misma época, yo acudí a María, la curandera del puerto, para que me ayudara a curarte. Ella murió hace años, pero una de sus hijas, la mayor, siguió sus pasos.

Esas mujeres tal vez se hayan conocido. Tal vez hablo de más, pero las mujeres de ese oficio comparten, se conocen. ¿Y si vamos donde la hija de María, para ver si sabe de alguna partera que haya conocido su mamá y que vivía en las cercanías de la finca?, preguntó el Diablo.

-Tienes razón padrino. Mientras nosotros averiguamos eso, los detectives que contraté pueden hurgar en el puerto y conseguir pruebas de los negocios socios de los Carranza y de Montiel, porque estoy seguro de que Sergio Jr. ha seguido con los negocios de su padre, comentó Martín.

...

En efecto, el Diablo puso conversar con Marta, la hija de la curandera María, quien ayudó a salvarle la vida a Martín, cuando lo hirieron.

-Don Diablo, dijo la mujer de unos 45  años. 

Yo tenía como unos 20 años en esa época y hasta ayudé a mi mamá a preparar los ungüentos que ella le aplicó al joven. 

Si, por los lados de la finca de don Gonzalo había una partera muy famosa que también ayudó a mi mamá varias veces, cuando ella no podía con los partos difíciles de las pescadoras, relató Marta.

Ella aún vive, pero está ciega y muy anciana, destacó.

-¿Sabes donde?, preguntó el Diablo.

-Sí, en una casita, cerca de la finca, por donde terminan los campos sembrados, explicó.

Así fue como Martín y el Diablo llegaron a la casita de la anciana llamada Josefina. 

La mujer pasaba de los 95 años y estaba postrada en una cama, completamente ciega.

Una de sus nietas accedió a que hablara con los hombres, pero les advirtió que casi no recordaba nada.

-Déjanos intentar, rogó Martín, es de vida o muerte.

El estado de la abuela era deplorable. Pero Martín insistió en hablar con ella.

Luego de un rato de intentar e intentar, la anciana puso atención y recordó, justo cuando Martín le mencionó la palabra "mellizos".

-Si, la niña tuvo mellizos. Ella lloraba y no quería pujar.  Yo le dije, puja niña que tú puedes. Eran dos bebés hermosos, decía la viejita con una hilito de voz.

La AusenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora