Rebeca Rodríguez, era la hija única de un afamado hombre de negocios. Un potentado con empresas en casi todo México, además de Estados Unidos y Europa.
A sus 20 años y siendo la única heredera de un imperio, ella se enamoró perdidamente de otro heredero, Gonzalo Montiel, quien tenía el centro de sus negocios en Acapulco.
Se conocieron en una fiesta y para ella fue "amor a primera vista". Criada como había sido, con todos los lujos y privilegios, sus padres le advirtieron acerca del peligro de enamorarse así, de la nada.
Aunque Montiel era un muchacho guapo y con dinero, no tenía buena fama. El padre de Rebeca advirtió a su hija que debían investigar primero al joven, antes de dejar que se casaran, porque al ser la única heredera de su imperio, no podía relacionarse con cualquiera.
Al principio, Gonzalo Montiel se mostró indiferente con Rebeca, pero meses después de conocerse, sorpresivamente, él regresó a Ciudad de México, comenzó a cortejarla y como ella ya estaba enamorada, simplemente accedió a sus avances y terminaron por comprometerse.
Lo que no sabía Rebeca, era que Gonzalo solo la había buscado por interés, no le gustaba y menos la amaba. Lo que quería era casarse, por apariencias y además, porque el amor de su vida, Miranda, había preferido a su amigo, Facundo Guerra.
La boda de Rebeca y Gonzalo fue por todo lo alto. Se casaron en una mega ceremonia a la que asistió la crema y nata de la sociedad mexicana.
Al día siguiente de la boda, cuando se suponía que se irían de luna de miel, él cambió de parecer y de inmediato, la pareja viajó a Acapulco y se instaló en la mansión.
Desde ese momento, la vida de Rebeca se convirtió en un infierno. No solamente no tuvo la luna de miel de sus sueños, sino que Gonzalo Montiel se tornó frío y distante. Únicamente tenía intimidad con ella cuando estaba borracho y la llamaba "mi Miranda".
Una vez que ella le reclamó, la respuesta de Gonzalo fue la violencia. Le dio un par de cachetadas.
Y desde ese día la vida de Rebeca cambió mucho más. Gonzalo la maltrataba física y emocionalmente. Se cuidaba de no lastimarle la cara, pero la golpeaba salvajemente.
Rebeca, por orgullo, nunca dijo nada a sus padres y se fue tornando triste y temerosa. De la mujer bella y altiva que fue, solo quedaba una sombra triste.
Una vez, Gonzalo le confesó que se había casado con ella por interés y que NUNCA LA IBA A AMAR, porque solo había una mujer a la que amaría toda su vida.
Además, Gonzalo nunca le perdonó que el día de la boda, poco antes de la ceremonia, el padre de Rebeca lo llamó a su despacho y, delante de notarios, le hizo firmar un documento donde constaba la separación de bienes. Es decir, que la herencia de Rebeca únicamente le pertenecía a ella y no le tocaba ni un centavo a su esposo.
Los años pasaron y Rebeca quedó embarazada. Gonzalo dejó de maltratarla por un tiempo, pues quería tener un hijo, "un macho a quien malcriar" y dejarle toda su fortuna.
Cuando Alicia nació, por obvias razones, Gonzalo Montiel no solo despreció a la niña, sino que volcó toda su rabia contra su esposa.
En varias ocasiones, la golpeó sin motivos y siempre la humillaba. Rebeca no tenía amigas y se refugió en su hijita, sobre quien volcaba todo el amor que podía, y además, la protegía de su padre.
Rebeca estaba tan dominada que no solamente casi no se comunicaba con sus padres, sino que hasta tenía prohibida la entrada al despacho de Gonzalo.
"Allí hay cosas de hombres que tu inteligencia limitada no entendería", le gritaba Gonzalo, para humillarla.
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La Ausencia
General FictionUna historia llena de intriga y amor que unió a Martín y Alicia para toda la vida