NO MÁS AUSENCIA

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Luego de la confusión y la balacera, Marcus y Alicia fueron llevados a un hospital, donde los evaluaron y determinaron que, más allá de unos golpes, moretones y deshidratación, estaban bien y se recuperarían pronto.

Por intervención de Alicia, los médicos accedieron a ubicar a los muchachos en la misma habitación.

-Todavía no puedo creer que Alicia y Martín sean nuestros padres, dijo la jovencita, adolorida y afectada por la intensidad de los hechos vividos el día anterior.

-Es verdad, me parece increíble que estuve los últimos 14 años de mi vida, viviendo con mi propio... con nuestro padre. Con razón lo sentía tan cercano, con razón nos parecemos tanto, respondió Marcus.

-Nos deben una explicación del por qué nos abandonaron, dijo Alicia, triste. 

Tuve suerte de que me criara mi propia... nuestra propia tía abuela, pero pudo no ser así. Además, toda mi vida pensé en eso, en el abandono, en la ausencia de mis padres. Entiendo, por lo que hemos escuchado, que Martín no sabía nada, pero ¿Alicia? Ella se hizo pasar por muerta, nunca nos buscó.

Tengo un hijo y siento que jamás lo habría abandonado.

- Alicia, entiende, nos secuestraron.No seas tan dura con ella. Es injusto que la juzgues así. Papá me contó por lo que ella tuvo que pasar, gracias al monstruo que resultó ser nuestro abuelo. Ya no somos unos niños y estamos en capacidad de comprender. Mejor, escuchemos su versión de los hechos y luego veremos, le dijo Marcus, en tono de regaño.

Alicia y Martín tocaron a la puerta y entraron a la habitación.

Un silencio incómodo se hizo presente. Allí estaban, padres e hijos. Era increíble el parecido de Alicia con su madre y de Marcus con su papá, salvo el color de los ojos.

-¿Cómo se sienten?, preguntaron Alicia y Martín, al mismo tiempo, se vieron y se echaron a reír, los cuatro.

Y es que los mellizos por fin comprendieron el por qué sus reacciones parecidas y frases pronunciadas casi al unísono.

Mientras que Alicia y Martín, desde que eran pequeños, estuvieron tan compenetrados, que también les pasaba lo mismo.

Con el ambiente un poco más distendido, Alicia y Martín tomaron una silla cada uno y se sentaron, entre las camas que ocupaban sus hijos.

-Pueden preguntar lo que deseen y les responderemos con la verdad, pero primero permitan que les digamos nuestra versión de todo lo que pasó en estos años, explicó Martín.

Y voy a dejar que su mamá les cuente todo, agregó

De este modo, Alicia, por primera vez en 25 años, estuvo frente a sus hijos, consciente de que eran ellos y les contó todo lo que recordaba desde niña, acerca de cómo ella y Martín se conocieron cuando apenas tenían 3 y 5 añitos, respectivamente.

Les habló de su adolescencia con Martín, del primer beso, del anillito que aún colgaba de una fina cadenita, en su cuello. 

Les contó de sus paseos por el río, de sus planes para estar juntos toda la vida, de la fiesta de 15 años y de su decepción cuando Martín no llegó para ser su chambelán.

Con episodios y llanto y desesperación, Alicia fue relatando cada episodio de sufrimiento de su vida, desde la noche de sus 15 años, cuando se entregó al amor de su vida y Martín le entregó la joya MARLICIA.

Les habló de su desesperación cuando pasaba el tiempo y no sabía nada de Martín. Luego, al enterarse de su embarazo, les dijo como su papá, Gonzalo Montiel, la desterró a la finca, donde pasados unos meses, le entregó la ropa rasgada y ensangrentada de Martín, diciéndole que estaba muerto.

Relató como, junto con Yaya, tejió la ropita y las mantas, resignada a criar sola a sus hijos.

-Yo jamás pensé en regalarlos o darlos en adopción, nunca, pese a lo joven que era, aseguró, llorando.

Les contó cómo luchó cuando esos hombres entraron en su habitación y la durmieron y de su dolor, cuando despertó y sus mellizos ya no estaban.

Y así continuó relatando cómo fue su vida desde ese momento. Desde que pasó por la clínica psiquiátrica, atacada por la depresión y la culpa, pasando por sus intentos de buscarlos, sin lograr nada, hasta que regresó a Guerrero.

-Quiero que sepan que nunca los abandoné, jamás lo pensé, siquiera. Esto lo repetiré siempre. Me sentí culpable porque no supe cuidarlos, pero tenía 15 años, era casi una niña.

Tal vez crean que no hice lo suficiente y tal vez tengan razón, pero sufrí por ello y creo que sufrí bastante. Ahora, si quieren, pueden juzgarme, pero ningún juicio será más duro que el mío, dijo, finalmente.

-Ahora vengo yo, expresó Martín, enjugando sus lágrimas y abrazando a Alicia.

Relató la misma historia que Alicia, sobre todo hizo énfasis en el amor que desde niños se tuvieron y de cómo, desde que se dieron cuenta de que se amaban, nunca dejaron de hacerlo.

Martín les dijo sobre el odio que Sergio Carranza Jr y Gonzalo Montiel, por distintos motivos, le tuvieron.

Les habló del significado de la joya, de  la noche de 15 años, de la entrega de ambos al amor.

Y desde allí, relató cada episodio de sufrimiento, desde que su padre, Facundo, murió en sus brazos y le dijo que escapara.

Relató su agonía, luego de que los hombres de Montiel lo lanzaron al mar y difundieron que estaba muerto. Les contó cómo supo de la supuesta muerte de Alicia y de la decisión de su padrino, el Diablo, de enviarlo fuera de México.

Y así, Martín también dibujó ante sus hijos toda vida, marcada por la ausencia de sus seres más amados, en especial su adorada Alicia.

Habló del amor profundo que desde el día 1 sintió por Marcus, sin saber que era su hijo y que gracias al destino pudo criar.

Aprovechó para decirles a todos que Marcus apareció en Alemania por una jugarreta del destino. Y es que a la pareja que lo compró, la asaltaron unos maleantes.

-Julieta pudo averiguar y fue más fácil de lo que pensaba. Revisó los diarios de la época, en Hamburgo, y supo del asesinato de una pareja a la que asaltaron y los maleantes abandonaron a un bebé, a quien dejaron en las cercanías del puerto, donde lo encontraron y lo llevaron a un orfanato en Berlín.

Martín dijo que nunca había dejado de amar a Alicia y se disculpó con Marcus, porque sabía que amaba mucho a Julieta, quien fue una madre para él.

-Yo la quise mucho, pero jamás dejé de pensar en mi Alicia, dijo, abrazándola muy fuerte.

Los muchachos hicieron varias preguntas, sobre todo Alicia, quien no podía comprender cómo el odio de dos personas pudieron hacer tanto daño a tantos inocentes.

Luego del relato Alicia y Martín se levantaron y dijeron que se irían para dejarlos pensar las cosas.

-No esperamos nada de ustedes, solo comprensión y, si pueden, amor. Pasamos 25 años separados y sufriendo la ausencia de nuestros seres amados. Ahora, los tenemos con nosotros, si quieren,  y nos tenemos el uno al otro, dijo Alicia, quien anunció que entendía si los jóvenes no la querían cerca.

Dicho esto, Alicia y Martín se abrazaron y caminaron hacia la puerta.

-MAMÁ, PAPÁ, NO SE VAYAN, POR FAVOR, dijeron los muchachos,  al mismo tiempo, y con lágrimas en los ojos.

CONTNUARÁ
















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