El río, el mar... el amor

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Alicia contemplaba una hermosa plaza desde la ventana de su despacho. Temprano, ese lunes, había tomado posesión de su cargo como nueva jefa del Ministerio Público en Guerrero. 

"Tengo que poner mis ideas y sentimientos en orden. No puedo distraerme de mi objetivo que es hacer justicia. Así que Martín tendrá que esperar", pensaba mientras tomaba un café.

Había pedido al funcionario que designó como asistente que la pusiera al día con los asuntos de la oficina, pero antes de llegar a Acapulco, ya había investigado estudiando "la zona".

Al jefe que ella sustituyó lo habían "trasladado" a otro estado y con un "cargo de oficina".  Había denuncias de corrupción en su contra, pero, lo más grave era que también le acusaban de "proteger a criminales" que habían salido impunes de varios delitos.

Además, le preocupaba una caja de expedientes, de las decenas que pusieron en su escritorio, que contenía casos inconclusos  sobre feminicidios, secuestros y desapariciones de niños, en los últimos años. 

"Casos no resueltos", decía el rótulo de la caja.

Para Alicia, esos crímenes debían resolverse. En eso había basado su carrera, en encerrar a este tipo de criminales.

En eso pensaba cuando la secretaria de su despacho le dijo que alguien quería verla.

-Licenciada Montiel, afuera está la primera dama, la señora Fedora de Carranza ¿La dejo pasar?

-Claro, que pase, respondió.

Ante Alicia apareció su "amiga querida del alma", como se decían cuando eran niñas y hasta la adolescencia.

Tenían la misma edad, solo con unos meses de diferencia y habían crecido juntas.

-Amiga, dijo Fedora, con los brazos extendidos y lágrimas en los ojos. 

Desapareciste tantos años. Cómo, ¿por qué, hiciste eso? Interrogó Fedora.

Alicia también la abrazó, con lágrimas en los ojos.

-No fue mi culpa, pasaron tantas cosas. Mi padre fue el de la idea y en esa época, no tuve la voluntad para oponerme, respondió, ya más calmada.

Pero, no creo que este sea el lugar donde debamos hablar al respecto. Creo que debemos tomarnos un tiempo para conversar y te diré la verdad, completó Alicia.

-¿Ya pensaste dónde vas a vivir? El idiota de Mujica, el que ocupaba ese puesto tenía una mansión a las afueras de Acapulco, pero no creo que quieras vivir así. Sé de buena fuente que eres muy recta, como siempre, y que tienes fama de "mujer de acero", comentó Fedora, risueña.


-Si, ya estoy buscando una casa  modesta para mí y para Yaya. No pienso ir a vivir con mi padre, en el pueblo. Prefiero un lugar cercano, explicó.

-Martín quiere verte, dijo Fedora de un solo golpe. 

Me mandó a ver cómo podía hacer para verte. No he hablado con él aún. Es muy pronto, pero me dijo que tuvo sus razones para irse, así como tú tuviste las tuyas para no desmentir a tu padre, argumentó.

-Como siempre, sirviendo de mensajera y Celestina, jajajaja, no cambias amiga. Si, yo sé que debemos hablar y mucho. Son muchas cosas que explicar y preguntar, mucho que contar.

Pero, aún no estoy lista, muchas emociones, demasiados recuerdos y cosas que arreglar.

Dile que sí, pero que yo le avisaré. Supongo que está viviendo en su casa, expresó Alicia.

La AusenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora