Desde que Maruja supo que Alicia había regresado, casi al mismo tiempo que Martín, tenía pendiente visitar a su querida niña y también a Yaya, una de sus mejores amigas.
Desde que ocurrió la muerte de Facundo, la supuesta muerte de Alicia en ese accidente que siempre le pareció muy raro y también la presunta muerte de Martín, Maruja quedó muy sola y destrozada.
Fue gracias al consuelo de la amistad de El Diablo que pudo salir adelante. Pero, también a que apareció en su vida, aquella recién nacida que unos muchachos encontraron en una cesta, cerca de la desembocadura del río.
"Gracias a Dios, esta casa quedaba cerca y esos muchachos dejaron a la criatura en mi puerta", pensaba Maruja, revisando baúles llenos de recuerdos que quería mostrarles a Marcus y Martín.
Maruja recordó que la niña estaba encendida en fiebre y tan débil que casi no la saca adelante.
De pronto, hizo memoria y recordó la razón por la cual se le ocurrió ponerle el nombre de Alicia a la pequeña. Lo hizo, en primer lugar, en honor a su querida niña, la novia hermosa de su adorado Martín.
Pero, también, por esa extraña prenda que encontró enganchada en su ropita. Era la mitad de una joya, específicamente, una especie de sol y luna que por detrás decía "LICIA".
¿"Dónde puse esa joya"?, se preguntaba, hurgando entre las cosas del baúl.
Estaba en esa búsqueda, cuando la ayudante de la casa la llamó, para que atendiera el teléfono.
-¿Aló? Quién habla
- ¿Maruja? Soy Yaya, dijo la nana de Alicia, del otro lado de la línea.
- Amiga querida, respondió Maruja, te traje con el pensamiento. Estaba por llamarte, tenemos que vernos, ingrata, dijo, y luego soltó una carcajada.
Son 25 años sin vernos, tenemos que hablar, no sabes cómo te extrañé cuando desapareciste, tras ese supuesto accidente de Alicia.
Pero, como me alegré al saber que estás de vuelta y con mi niña, explicó.
-Claro, debemos hablar y para eso te llamo. Te parece si nos vemos. No sé, puedes venir aquí a la casa, para que también veas a Alicia, o yo voy. Tú me dices.
-En este momento estoy en casa, cuidando de mi nieto. ¿Por qué no vienes y así conoces a mi Alicia?, invitó Maruja.
-Está bien, nos vemos allá, respondió Yaya.
...
Maruja tenía en sus brazos a Moisés, cuando tocaron a la puerta. Era Yaya.
Las amigas, ancianas ya, se vieron y de una vez, se abrazaron, incluyendo al pequeño que a sus 10 meses era la representación de la ternura.
-Mi querida amiga, dijo Yaya, viendo a Maruja de arriba a abajo.
¿Y este pequeño tan hermoso?, preguntó acariciando la mejilla del bebé que luchaba para soltarse, porque ya gateaba y quería estar en el piso.
-Es Moisés, mi nieto. Es el hijo de mi Alicia, porque yo también tengo la mía, respondió Maruja, soltando al pequeño en el piso, para que le diera rienda suelta a sus ganas de gatear.
"Te voy a estar vigilando", le dijo, mientras ambas mujeres se sentaban en el sillón de la sala.
Por mucho tiempo, mientras se turnaban para vigilar y tomar al bebé en brazos, las amigas hablaron de lo que les pasó en esos 25 años.
Maruja le contó de su soledad y dolor, al perder a Martín y Facundo casi al mismo tiempo. También le habló de su sufrimiento, al saber del accidente de Alicia y su supuesta muerte.
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La Ausencia
General FictionUna historia llena de intriga y amor que unió a Martín y Alicia para toda la vida