EL AMOR

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-¿Martín?, preguntó Alicia, frotando sus ojos, porque creía que aún estaba dormida. Instintivamente, se cubrió con la sábana y de inmediato su mente retrocedió a esa noche de sus 15 años. 

-Si. Dijo él tajante.

Yo sé que te dije que esperaría tu llamada, pero, no puedo más. He tratado de contenerme, ocupando mi tiempo en el trabajo, pero no puedo, respondió Martín, acercándose a la cama.

-Por favor, no te acerques. Qué te pasa, cómo puedes hacer eso, ya no tenemos 15 y 17 años, dijo ella, poniéndose de pie y recuperando el aplomo. Por dentro sentía que moría, no solo de amor, sino de miedo.

-Disculpa. No quise asustarte. Es que no he podido dejar de pensar en nosotros, en que me dijeron que estabas muerta, en que necesito darte una explicación, dijo Martín, sentado en la cama.

-Martín, han pasado 25 años. Tenemos 40 y 43 años. Somos adultos y muy bien pudiste esperar, yo iba a llamarte mañana, para conversar como gente civilizada. Y qué haces?, te trepas por mi ventana como adolescente. ¿Sabes quién soy ahora? No tienes idea de la responsabilidad del cargo de ocupo y de todo lo que me ha costado labrar mi reputación, le explicó.

-Está bien, me voy. Pero quiero que sepas que no he dejado de amarte. Sí, han pasado los años. He tenido mujeres, estoy divorciado, pero ese amor que sentí por ti en esos años jamás murió, expresó Martín, dispuesto a salir por la ventana por la que trepó, sin ninguna dificultad.

Pero, no me voy sin antes hacer esto, dijo y de la nada se acercó a Alicia, plantándole un beso que la tomó por sorpresa.

Sus bocas se reencontraron nuevamente. Ya se habían besado en el río, pero esta vez era distinto. El ambiente, el escenario, era muy parecido a esa única vez en que se amaron, siendo casi unos niños.

Alicia quiso separarse, pero no pudo. Sentir A Martín, sentir sus labios, su lengua, sus manos recorriéndola por completo, simplemente vencieron cualquier barrera.

Martín solo sabía que quería amarla. Ninguna mujer le había hecho sentir lo que Alicia. 

Ambos se dejaron llevar. En pocos movimientos, Martín desnudó a Alicia y ella hizo lo mismo. Era como si se hubiesen amado siempre. Sus manos se reconocieron, sus bocas se recorrieron.

Martín alzó en peso a Alicia y la puso delicadamente en la cama.

La besaba desde el cuello y al llegar a sus pechos, ella soltó un gemido.

Él siguió su camino hacia abajo. 

Alicia únicamente sentía una mezcla de pasión y amor que no podía explicar y tampoco quería.

Martín la penetró con fuerza. Ya no eran los niños que se amaron la primera vez, explorando sus cuerpos.

Eran un hombre y una mujer con experiencia y un amor contenido por años.

Sus cuerpos se acoplaron como si se hubieran amado toda la vida.

Sus movimientos lentos al principio, se aceleraron y no supieran más, sino que se amaban, se deseaban y querían estar uno dentro del otro, más allá de sus cuerpos.

Cuando llegaron al orgasmo, ambos dijeron: TE AMO

Pasaron lo que quedaba de la noche haciendo el amor de todas las formas imaginables, hasta que se quedaron dormidos.

Pesadillas... nuestros hijos

Cuando comenzaba a amanecer, Alicia comenzó a moverse y a balbucear entre sueños. Martín había despertado y la contemplaba. Pensaba en que Alicia era y sería el único amor de su vida.

-Martín, fue mi culpa,  no me odies, decía Alicia, atacada por una de sus pesadillas.

Yo no los supe cuidar, se los llevaron, se llevaron a nuestros hijos, decía, bañada en llanto y moviendo su cabeza de un lado a otro.

Martín se quedó helado.

-Alicia, despierta, despierta. Estás soñando ¿De qué hijos hablas?, preguntó mientras le daba palmaditas en las mejillas.

Ella despertó y cuando estuvo consiente de que Martín estaba allí, estalló en llanto.

-Martín, no te lo puedo ocultar. No puedo, dijo, llorando y tapando su rostro.

Esa noche de mis 15 años, quedé embarazada. Por eso mi papá me desterró en la finca y me dio por muerta. Para él yo era una prostituta que le había arruinado sus planes de casarme con Sergio para unir las fortunas.

Le contó de los meses terribles que pasó, luego de que le dijeron que él se había ahogado tratando de huir en barco.

Le dijo que tuvo mellizos y que al tercer día de nacidos, se los robaron.

"Me drogaron y se los llevaron Martín, pero fue mi culpa, no supe cuidarlos", gritaba y lloraba.

Martín también lloraba.

-¿Tuvimos dos hijos? Pero, no comprendo cómo, por qué, quién?, preguntaba también, preso de la tristeza.

Alicia le contó de las consecuencias de esa pérdida. Le relató sus días encerrada en una clínica psiquiátrica.

También le contó que quiso investigar acerca de sus hijos, pero, a pesar de que lo hizo ya siendo abogado y fiscal, nunca pudo dar con alguna pista de ellos.

-¿Y sus nombres? ¿Cómo los llamaste? 

-Alicia y Martín, como nosotros. Quise hacerlo como un homenaje a ti, a nuestro amor. Apenas nacieron les puse en la ropita, a cada uno, la mitad de la joya que me regalaste.

Martín se cubrió el rostro y lloró como nunca. Ella lo abrazaba.

Pero, él pensaba: "no puedo culparla, era una niña. Por otra parte, tampoco puedo decirle que el motivo de mi huida fue su propio padre, qué él mató a mis papás y también quiso matarme. No puedo causarle más dolor".

-Martín, por eso nunca regresé y dejé que todos creyeran que estaba muerta. Solo hasta que me nombraron Jefe del MP en Guerrero es que decidí volver. Quiero que se haga justicia, si no por lo que le hicieron a nuestros hijos, si por otros casos. Aquí hay una plaga de niños secuestrados y nadie hace nada, le explicó.

Él únicamente la abrazó y le dijo que tenía que irse.

-Te amo. Necesito pensar en todo esto, le explicó, se vistió y se fue.

CONTINUARÁ




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La AusenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora