Capítulo 27

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Vera y yo nos levantamos a las ocho de la mañana, aunque ninguno tenemos un buen despertar, la resaca aparece y la cabeza empieza a dolerme.
Lo primero que hago es ir al baño a ducharme, seguidamente me visto con ropa cómoda. Bajo a la cocina y voy preparando las tostadas mientras Vera se ducha. Miro mi teléfono y no puedo evitar preguntarme que me respondería Laurent. Vera aparece con su bolso, saca una caja de pastillas para el dolor de cabeza.
—Te amo -digo al ver la caja y ella sonríe.
Nos tomamos las tostadas junto a un zumo de naranja natural y la pastilla para el dolor. Limpiamos la cocina y nos vamos a mi habitación para hacer mi maleta.
—¿Qué te vas a llevar? -dice Vera mientras observa mi colección de funkos y libros.
—La ropa espero que toda, al menos la de inviernos.
—He oído que los dormitorios son de dos -susurra.
—Por eso he pensado que es mejor que me lleve ropa, el ordenador y el libro que me estoy leyendo ahora.
—¿Qué libro te estás leyendo ahora? -Vera me mira y puedo notar su curiosidad.
—<<Cartas a los perdidos>> -le señalo el libro en la estantería.
—¿Me lo dejarás cuando lo acabes?
—Si tú me dejas <<Cincuenta sombras>> -esboza una sonrisa traviesa y me muerdo el labio.
—Me parece un buen trato -sonríe.
Tardo tres hora en decidir la ropa que me voy a llevar. Llego a pensar que Vera incluso quiere matarme. Después de otra media hora, tengo la maleta hecha, el iPad y el Mac en la mochila de cuero negra junto al libro que me estoy leyendo.
—Todo listo -digo con una sonrisa.
—¡Por fin! -grita Vera y alza los brazos como gesto de celebración.

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Tardamos treinta minutos en llegar a casa de Vera y otros treinta en hacer la maleta y recoger las cosas que le hacen falta. Me fascina lo ordenada que es, ojalá yo tuviera esa cualidad.
—¿Comemos aquí o allí? -me pregunta mientras guarda el ordenador en la mochila.
—Allí mejor, así ya vamos viendo cuáles sitios son más rentables que otros -le guiño el ojo.
—Conduzco yo -sonríe Vera.
Bajamos las cosas al coche y la guardamos en el maletero. Me monto el lugar del copiloto, Vera conecta su teléfono mediante Bluetooth y pone su playlist de Spotify.
El viaje se me hace realmente corto, a pesar de que estábamos a casi dos horas de distancia. Supongo que será lo que tiene estar con Vera, hace que el tiempo se me pase volando.
—¿Donde quieres comer? -dice Vera bajando el volumen a la música.
—Me apetece hamburguesa y patatas -sonrío y me relamo.
Cuando llegamos a Linston me quedo boquiabierto es más grande de lo que me esperaba. Parece un ciudad entera, el campus es enorme, los edificios tienen un diseño antiguo pero encantador. Acabo de llegar y ya estoy enamorado. Caminamos por el campus hasta el edificio principal, allí un profesor nos recibe nos entrega a cada uno la llave de los dormitorios y le damos las gracias. Subimos las escaleras, por suerte nuestra habitación están al lado.
—Esto es gigantesco -susurra Vera—. Me voy a perder todas las clases porque no voy a saber donde está cada cosa.
Las paredes son blancas con franjas grises a juego con las baldosas del suelo.
—Mi habitación es la trescientos diecisiete.
—La mía la trescientos dieciocho -sonríe Vera.
Abrimos las puertas a la vez, dejamos las cosas y nos vamos a comer.
Encontramos un burguer no muy lejos de la residencia, me pido la hamburguesa doble con bacon y huevo. Vera se pide una hamburguesa con bacon y tres quesos distintos. Además pedimos un plato de patatas cheddar.
—¡Está riquísimo! -dice Vera con la boca llena.
—Prueba la mía, te vas a correr del gusto -le guiño el ojo.
—Joder, el mejor orgasmo de mi vida -Vera gime para exagerarlo más.
Desde la ventana puedo ver una pequeña cafetería con un diseño vintage.
—Esa cafetería va a ser mi nuevo hogar -susurro emocionado.
—Nues...tro ho...gar -me corrige Vera con la boca llena.
Me muerdo el labio para no reírme pero acabo haciéndolo.
—Sois nuevos aquí, ¿verdad? -nos pregunta el chico que nos ha atendido.
Me limpio la boca disimuladamente, Vera me imita.
—Sí -responde avergonzado—. Acabamos de llegar.
—Bienvenidos -esboza una sonrisa encantadora—. Soy Marshall.
—Vera.
—Jay.
—¿Estudiaréis en Linston? -nos mira intrigado.
—Así es -respondo. Vera asiente mientras se come una patata.
—Nos veremos por clase -sonríe y se marcha atender a los nuevos clientes.
—¡Es Marshall Eister! -grita Vera.
Le doy una patada por debajo de la mesa para que baje el tono de voz aunque creo que la han escuchado hasta los de la cafetería vintage.
—Como he podido ser tan idiota, es uno de los chicos que entraban en mi ranking como novio perfecto -le da un trago a su refresco de limón—. Hasta me siguió de vuelta -masculla y hace como si se estuviese limpiando las lágrimas.
—Tenemos que volver a la residencia -le digo.
Dejamos una buena propina para Marshall. Nos despedimos amablemente y con una sonrisa de oreja a oreja.
—Me lo pido -dice Vera y se ríe.
—Mierda, siempre llego tarde -me quejo.
—Dios, creo que he engordado dos kilos -dice Vera acariciándose el vientre.

Cruzamos a la calle de enfrente, subimos la escaleras y entramos al campus, pasemos tranquilamente hacia la zona residencial.
—Tengo ganas de ducharme -susurra Vera.
—Creo que tenemos baño compartido.
—¿Todos juntos? -Vera me mira aterrorizada.
—No, me refiero a nuestra habitación y la tuya, comparten baño y terraza.
—Que alivio -dice aliviada.
Entramos al interior de la zona residencial, me encanta que haya una alfombra roja desde la entradas hasta la subida de las escaleras de madera. Me hace sentirme con una estrella de cine.
Recorremos el pasillo hasta llegar a las habitaciones, abro la puerta emocionado por conocer a mi compañero de habitación y entro.
—¡Y una mierda! -grito.
Vera y su compañera de piso vienen corriendo y se asoman exageradamente a la habitación aunque supongo que ellas creen que están siendo disimuladas y discretas.
—¿Qué coño haces aquí Laurent? -le miro incrédulo.
—Me temo que, soy tú compañero de piso -Laurent esboza una sonrisa incómoda.
—¿Quién es ese? -masculla la compañera de Vera.
—Su mejor amigo, que se le declaró hace años y ahora está con su ex novio, que lo dejó porque no podían mantener una relación a distancia -le explica Vera.
—¡Vera! -le regaño para que se calle.
—Perdón -susurra.
—Bienvenidos a Linston... supongo -susurra y se mueve incómodo.

Mi mejor amigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora