Capítulo 5. Sin arrepentimientos

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Cerró la puerta de la suite tras despachar a los hombres de seguridad. Lo primero que hizo fue observar de nuevo a la rubia que seguía durmiendo sobre la cama, desnuda e inconsciente.

La observó sí, pero la diferencia es que ahora la contemplaba desde otro ángulo, desde el punto de vista de un hermano mayor, sin embargo ella seguía provocando en él ese ardiente efecto; deseo y excitación.

—Maldición. —gruñó él. Furioso consigo mismo por haberse descontrolado anoche, cogió la esquina de la sabana y la cubrió.

Ya la había probado, conocía a fondo a esa rubia inconsciente, saboreó y se folló a esa tentación durmiente que yacía tendida y despreocupada sobre su cama. Es imposible olvidarse de lo ocurrido, es imposible olvidarse de su seductor y jovial cuerpo.

¿Retroceder el tiempo y corregir el error? No, si lo hiciera nunca se hubiera dado el placer de comer ese rosado coño, de palparla y follársela sin control.

—Joder, algo anda mal conmigo para seguir prendido, a pesar de saber quién es. —Tomó el bolso de diseño y buscó su tarjeta de identificación, la leyó y lo comprobó, no hay error.

Tampoco puede ni quiere borrar el recuerdo de la mejor noche que pasó con una mujer, de su esbelto cuerpo, de sus gemidos, de sus cristalinos y azules ojos, ojos azules que la delatan como una auténtica Rousseau. Una tentación que le traerá dolores de cabeza.

Pero, sí puede evitar que vuelva a ocurrir. No caerá en la tentación otra vez. Como magnate siempre ha estado rodeado de mujeres hermosas, mujeres que son una tentación para cualquier hombre. Pero esta rubia era una tentación peligrosa, la tentación más hermosa y prohibida que pudo haber probado.

Verla lo tienta, con la intención de frenar ese libido deseo, cogió su celular y mensajeó a su asistente para ordenar lo que su padre le encomendó y un vestuario para la rubia.

Entre medio de palabras de texto, escuchó que la rubia se quejó, envió el mensaje y guardando su celular en su bolsillo, se acercó a ella y la miró, notó que temblaba de frío y entre sueño pedía algo, haciendo que Lucas fijara su atención en esos labios rozados que probó anoche.

Se sentó en el borde de la cama y la palpó ahora estaba fría, hace un momento estaba caliente. Sus repentinos cambios de temperatura hizo que llamara a un doctor, no, mejor una doctora, se corrigió. Ella esta desnuda y con chupetones en todo su cuerpo.

Ella se seguía quejando, y buscaba con sus brazos algo... intuyendo lo que quería, Lucas la atrajo hacia su cuerpo, envolviéndola con sus fuertes brazos, le dio calor, un calor que él desprendía puesto que la tenía desnuda. Casualmente ella tenía frío y pues él.... Él tenía calor, además de una gran erección, de la que tendrá que encargarse luego.

Estuvo con ella abrazándola hasta que la doctora llegó, el asistente de Lucas lo hizo segundos después, casi al mismo tiempo.

La doctora entró directamente y buscó el cuarto donde Crystal estaba, lo mismo estaba por hacer el asistente pero,

—Tu no. —le impidió que entrará a la habitación.

—Eh.... ¿Porqué? —preguntó el asistente confuso.

Si la doctora entró él también puede hacerlo ¿Cuál es el impedimento?

—No está en condiciones. —simplemente dijo.

Fue entonces que el asistente adivinó que después de una intensa noche de pasión, la mujer tenía que estar dormida y desnuda por supuesto. ¿Desde cuándo se preocupa por el pudor y honradez de una mujer? Le extrañó que su jefe se preocupe por algo así.

La Tentación Prohibida Del MagnateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora