Capítulo 19. Bajo las olas del Mar

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—Regresa a la suite y espérame despierta a que vuelva —él ordenó.

«¿Le hizo caso a la caprichosa de su prometida? Yo también lo soy pero esta mujer me supera con demasías»

—Por mi mejor si no vuelves, quédate con tu prometida que ha volado desde Gotemburgo hasta Roma solamente para verte —dijo con una calma y serenidad simulada que debe una mujer reflejar para no demostrar lo que le afectó una escena como la que acaba de presenciar.

Con Monic que la seguía, pasó de largo dejándolos a los dos en el medio del pasillo, no volteó ni esperó una respuesta de él, tiene orgullo como para dejar que los dos pisoteen su corazón y la dignidad que intenta mantener.

Es consciente que ellos son la pareja idónea para llegar al altar al que se dirigen, reconoce que es la que sale sobrando en esa relación, es mejor aceptar las cosas como en realidad son, antes de que la herida sea más profunda y por tanto más dolorosa.

Se llevó una mano a su pecho cuando les dio la espalda asegurándose de que no la vean, a pesar del poco tiempo que lo conoce la intangible herida le duele demasiado, como una presión en el pecho que punza causando una invisible grieta que no deja doler cuando los ve.

Inmersa en sus pensamientos, dobló el final del pasillo sin reparar en la alta figura que chocó con su hombro izquierdo cuando pasó por su lado y tampoco volteó, siguió su camino sin mirar a la persona con la que se topó o disculparse.

—Señor Melbourne ¿Se encuentra bien? —preguntó nerviosa la mujer que por su formal vestimenta y por los archivos que sostenía en las manos daban la apariencia de ser una eficiente secretaria.

Daxton Melbourne, el magnate ferroviario y fluvial volteó hacia la portadora de la exquisita fragancia que acaba de inhalar cuando pasó por su lado.

Al principio no la detalló bien, su concentración estaba fija sobre la pareja que se abrazaba en la entrada del pasillo, en especial en Eleonor, tanto es el odio que siente por la mujer que lo dejó en Londres para volver con el hombre que rivaliza desde tiempos inmemorables, que no reparó en la otra mujer que estaba cerca de ellos.

Y sólo fue cuando ella venía en su dirección que detalló con minuciosidad a la rubia de ojos azules brillantes.

—Síganla —ordenó con una gélida voz a sus guardaespaldas que se mantenían ocultos para no ser percibidos por los exaltados escoltas de Lucas que inspeccionaban las afueras del hotel.

Cuando Crystal dobló el pasillo y desapareció del campo de su visión, Daxton volvió a observar a la pareja, hizo una mueca y se dio la vuelta para irse a su hotel, jamás se hospedaría en los hoteles de los Rousseau, no vino para verlos mucho menos espiarlos, eso es un trabajo que delega a sus hombres.

Si vino al territorio de los Rousseau fue por the world business conference y la gala benéfica, no para ver el rostro de esa zorra, suficiente tuvo con soportar a Lucas en la conferencia como para tener que encontrarse con Eleonor.

A sus pensamientos vino la rubia y esa fragancia a vainilla que inhaló, es de los que creen que la vida es una caja de pandora, el rival con el que rencorosamente quiere acabar le ha quitado la mujer que más ha amado, a cambio le dio la oportunidad de fijarse en algo que al parecer es más delicioso.

Sonrió mientras se dirigía al garaje, no recuerda cuando fue la última vez que lo hizo quizás antes que ella lo dejara. Sin embargo, una nueva curiosidad acompañada de un nuevo interés surgió de una conferencia internacional de la que se negaba a asistir.

Salió del hotel de donde el propietario es el hombre que le quitó a su novia y subió a su coche pero no con el sentimiento agridulce que pensó sentiría al volver a verlos juntos.

La Tentación Prohibida Del MagnateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora