Capítulo III

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Capítulo III: Uniendo las piezas, parte 1.

Esa mañana Kaeya amaneció sintiéndose mareado.

Sujetó su cabeza sin poder levantarse de la cama hasta que finalmente el mundo dejo de girar y la visión de su ojo volvió a la estabilidad. Con cuidado de evitar movimientos bruscos, el hombre se sentó en la cama y vio el desastre de papeles desordenados que había sobre las mantas, tal desastre lo acusaba de haberse quedado dormido mientras investigaba sobre las finanzas de uso público y algunos otros papeles correspondientes al caso que, ya fuera por mera suerte o por sus tendencias recelosas, había guardado en la seguridad de su hogar, pero que inconvenientemente no recordaba tener hasta que ayer por puro impulso revisó el cajón bajo llave de su escritorio personal una vez llegó a casa luego del trabajo. Quizás lo más preocupante de todo el asunto, más allá de las confabulaciones que estaba intentando desenmarañar o del hecho de que simplemente había olvidado que tenía toda esta cantidad de evidencia guardada, es que toda esta representaba por lo menos unos cuantos días de trabajo duro...lo cual dejaba en claro que el periodo de tiempo que se había evaporado de su mente era un trecho más extenso de lo que pensaba en realidad.

Sin tomar en cuenta demasiado el desorden, recogió casualmente los papeles y los acomodó en el orden correcto, ninguno estaba doblado ni arrugado, gracias a que Kaeya apenas se movía cuando dormía.

Con un gran bostezo se levantó de la cama y fue al baño de su pequeño departamento. La casa del capitán no era muy grande ni tampoco estaba bien estilizada, pues con el poco tiempo que pasaba en ella, las decoraciones simplemente acumularían polvo en los muebles y dificultarían su posterior limpieza. Lo que si habían eran varios cuadros colgados en las paredes, algunos eran pedidos que había hecho a Albedo, otros eran cuadros de la autoría de un artista que había firmado como "C. R.", sin más especificaciones.

Cuando Kaeya terminó de prepararse y estuvo todo listo para salir, fue a buscar algo ligero para desayunar en El Buen Cazador, donde varios ciudadanos lo saludaron amablemente, y una vez su pedido para llevar estuvo listo, Kaeya se despidió con una sonrisa y dirigió sus pasos hacia la sede. Todo a su alrededor parecía ser otro día más dentro de lo cotidiano, sin embargo, una voz dentro suyo le advertía constantemente que había algo fuera de lugar, no con los demás pero consigo mismo. Kaeya evitó perderse demasiado en los avisos de su instinto, por lo que empezó a recapitular la información que tenía actualmente acerca de toda esta extraña situación.

Ayer había pedido a su asistente que le trajera parte de los papeles que había estado revisando esa noche hasta caerse dormido, y aunque el caballero encontró rara la petición del capitán, no dudó en llevar a cabo su orden. Cuando el joven caballero entregó los papeles le dijo "No esperaba que los pidiera de nuevo, ¿pasó algo con los anteriores que le di?". Aquella pequeña pregunta había encendido todas las alarmas de Kaeya y pronto se encontró enumerando las cosas que no tenían sentido: despertar sin saber por qué estaba fuera de la ciudad, archivos que no correspondían a su área de trabajo, la chimenea de su oficina que había sido usada y su aparente pérdida de memoria...no había forma de que esas piezas sueltas no estuvieran conectadas de alguna forma, solo tenía que saber cómo ubicarlas correctamente y el puzzle estaría resuelto.

Y fue con el objetivo de instruirse más en el tema que había pasado la noche en vela revisando los papeles que su asistente le entregó, sin embargo no pudo encontrar nada extraño en ellos, el presupuesto del fisco usado en los arreglos de la ciudad eran los correctos, las cuentas de los materiales que se habían comprado para arreglar los caminos tenían sus respectivas boletas, los registros sobres los bienes mensuales estaban incluso ordenados por precio. Era un trabajo diligente que no mostraba fallos, por lo que era difícil sospechar de que hubiera algún tipo de malversación de fondos. Sin embargo era obvio que algo apestaba a treta en este asunto, por lo que a Kaeya no le quedaría de otra que consultar en logística si es que habían notado algo extraño con la contabilidad y los productos recibidos este último mes, ah, pero antes de eso, debía terminar el papeleo de Jean si no quería ser terriblemente reprendido por ella más tarde.

Así, Kaeya gastó toda su mañana y parte de la tarde encerrado en su propia oficina, ahora arrepintiéndose un poco de haber actuado como un pícaro y haber asumido más trabajo del que le correspondía. Para cuando se decidió darle un pequeño descanso a sus huesos rígidos por estar tanto tiempo en una misma posición, se preguntó cómo es que Jean podía estar tanto tiempo haciendo trabajo de escritorio sin terminar con terribles dolores de espalda. Kaeya suspiró y finalmente salió de su oficina, sería bueno aprovechar de hacer una ronda por la ciudad para escuchar los informes de los caballeros, saber si de nuevo hay limos apareciendo por la entrada lateral y de paso encontrarse con Hertha, Capitana de Logística.

Con la lista de tareas en mente, Kaeya estaba saliendo del cuartel cuando repentinamente se vio detenido por una voz estridente.

-¡Senpai!- el grito de Ámber resonó por el pasillo y algunos caballeros que caminaban tranquilamente por ahí se giraron para ver a la enérgica joven.

-Oh, Ámber, ¿qué pasa? - preguntó con una sonrisa casual a lo cual la joven respondió con una mueca algo insatisfecha cuando finalmente lo alcanzó.

-¿Acaso no fue usted quien me pidió que le reportara si encontraba algo extraño? - la chica puso ambos brazos como jarras sobre su cintura y con el labio en un ligero puchero lo observó con reproche. Kaeya estaba bastante acostumbrado a la disposición de amor-odio que tenía la exploradora hacia él; lo suficientemente entusiasta para aceptar sus peticiones y ser reconocida por su buen trabajo, pero siempre amargada y suspicaz por la actitud del capitán. Debía ser complejo querer el reconocimiento profesional de alguien que definitivamente no es tu tipo favorito de persona.

-Ah, por supuesto, mis disculpas- el hombre sonrió como si definitivamente supiera de qué pedido le estaba hablando Ámber cuando claramente no recordaba ninguna palabra del acuerdo. - ¿Entonces puedo suponer que encontraste algo? - ante la pregunta, la chica le dio una sonrisa llena de confianza en si misma, pero luego su expresión se tornó un poco más aprensiva cuando asintió con la cabeza, como si de repente recordara que el tema a tocar no era uno para estar feliz. -Entonces vayamos a mi oficina, no es bueno tener oídos indiscretos- Kaeya sonrió con misterio y la joven confundida solo pudo hacerle caso a su superior. Cuando estuvieron en la oficina del capitán, la chica empezó a relatar su informe.

-He estado observando los movimientos de los Acaparadores de tesoros como me sugirió. Hoy cuando fui a hacer mis rondas me di cuenta de que un grupo en específico no estaba ubicado en sus lugares usuales, parecen haber cambiado sus posiciones y zonas de tránsito- la chica explicó rápidamente mientras sacaba un pergamino con un mapa dibujado a mano, con seriedad se lo entregó al capitán y este no demoró en desplegar el papel, en él se encontraban señalados con exactitud los cambios que la joven había expuesto anteriormente.

Kaeya apoyó el mapa sobre el escritorio y se inclinó sobre él, con un dedo indicó el lugar dónde habían estado reuniéndose con regularidad los ladrones y luego lo arrastro siguiendo el camino de rayas hasta la nueva ubicación. Bien, esta era información muy interesante.

-Hiciste un gran trabajo- dijo el hombre finalmente cuando volvió a cerrar el pergamino y se volteó hacia la chica con una sonrisa. - Recuerdame invitarte el almuerzo la próxima vez en agredecimiento por tu buen desempeño- dijo en un tono divertido, no queriendo quedarse sin pagar el favor. La chica por su parte se cruzó de brazos y aunque parecía altiva, había una pequeña margarita en uno de los costados de su sonrisa.

-Para ser el capitán de caballería realmente tiene mucho tiempo libre- se quejó Ámber mientras le daba la espalda. -Seguiré atenta en caso de que note algo extraño, y cuando el trabajo esté hecho, tomaré su palabra- Kaeya asintió de acuerdo y se despidieron.

Ahora solo en la oficina, el hombre sostuvo el mapa en sus manos y lo guardó bajo llave en su escritorio, al parecer ya habían desaparecido algunos de los papeles que había estado investigando anteriormente, así que era mejor no tentar a la suerte. Con esto hecho, Kaeya se dirigió nuevamente hasta la salida del edificio, aún quedaba todo un día por delante.

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Cuarto capítulo subido, tal como lo prometí, estaré viendo qué tal voy de tiempo esta semana, a ver si no subo otro más como sorpresa, así que mejor estén atentos jeje.

Con cariño, Al.

En el ojo de la Tormenta - Genshin ImpactDonde viven las historias. Descúbrelo ahora