Capítulo I

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Capítulo I: Como comienzan todas las desgracias.

Esa mañana, cuando los rayos crueles del sol de madrugada escocieron en naranjo a través del tejido blando de su párpado descubierto hasta el volteado globo ocular, Kaeya se quejó con un sonido que indicaba obvio desagrado, pero cuando quiso ocultar su rostro de la luz mañanera, se sintió tan incómodo que no pudo evitar abrir su ojo. Lo primero que el hombre vio fue verde, un verde que se extendía hasta un cielo azul grisáceo, marcando claramente la línea del horizonte, y solo entonces su percepción empezó a llenarse de información sobre otros detalles sensoriales, como la picazón del pasto en las zonas desnudas de sus brazos, el olor a tierra mojada y el cantar suave de algún gorrión mañanero.

Se levantó rápidamente para mirar a su alrededor, sumamente descolocado y mareandose ligeramente en el proceso, ¿dónde diablos estaba?.

Su cuerpo dolía y Kaeya atribuyó la razón de esto a que, al parecer, había pasado la noche durmiendo a la intemperie, siendo más específico, en el suelo en medio del bosque, y por el ruido continuo que emitían las vibraciones de algo líquido se agregó información adicional sobre la existencia de algún cuerpo de agua en las cercanías. Aún sin poder determinar en qué punto exacto del mapa se encontraba, el hombre se miró a sí mismo solo para darse cuenta de que se encontraba terriblemente sucio, como si se hubiese arrastrado por el suelo cual gusano. Inmediatamente se sacudió la ropa llena de tierra y polvo, sintiéndose avergonzado por el aberrante estado de su atuendo. 

En medio de su lucha por tener un aspecto entre comillas decente, se distrajo cuando un objeto que apenas desprendía brillo entre las hierbas del bosque captó su mirada, barriendo momentáneamente todas las preocupaciones de su mente. En una sección más apartada del camino, unas pequeñas plantas con forma de farolillo brillaban tenuemente bajo las sombras de los árboles. Olvidando por completo lo que había estado haciendo anteriormente, sin saber por qué, se sintió extrañamente atraído al hierbajo y se acercó a él como una polilla que vuela hacia la luz; el brillo que desprendía le traía una indeterminada sensación de nostalgia que no terminó de entender, por lo que, intrigado, se agachó junto a la pequeña cosa para apreciarla más de cerca, y cuando su mano se extendió para tocar la pequeña planta de nombre desconocido, un repentino sonido muy fuerte lo inundó por completo y reverberó dentro de su cráneo. Detuvo sus movimientos y levantó su cabeza alertado por el estruendo que parecía venir de algún lugar lejano, y aunque no encontró la fuente del sonido, si que vio el gran lago que imitaba espléndidamente el color del cielo en un reflejo cristalino, y en medio de él, una ciudad amurallada que era testigo solemne de las historias de su gente.

A través de los bordes afilados de su pupila, la ciudad de Mondstadt en la lejanía empezaba a despertarse.

(...)

Camino por la ciudad, Kaeya saludó a los mondstadtinos que ya estaban en pie desde temprano en la mañana, preparándose arduamente para su usal rutina de trabajo. Algunos se le quedaron mirando extrañados por el aspecto de sus ropas sucias, acostumbrados a la pulcra imagen del capitán que no tenía nunca ningún hilo fuera de lugar, mientras que otros, como los caballeros que vigilaban la entrada central, lo observaron con algo de admiración a su diligencia, pensando que sus pintas desaliñadas eran debido a trabajo de campo y no otra cosa.

Durante el transcurso del viaje, el capitán no desarmó su sonrisa hasta que finalmente llegó a la seguridad de su hogar, donde se permitió dejar que un atisbo de preocupación se colara en su rostro. Intentó rememorar qué demonios había sucedido la noche anterior, pero los eventos estaban borrados, ¿quizás había desarrollado sonambulismo y terminó vagando fuera de la ciudad?, la idea fue desechada rápidamente como si nunca hubiera existido, y al ya no tener ninguna respuesta plausible por más duro que intentara pensar, decidió que por ahora era mejor no perder el tiempo esforzándose en recordar algo que definitivamente no estaba siendo retenido por su cerebro, en cambio, resultaría mucho más sencillo preguntar a sus alrededores si alguien lo había visto haciendo algo en particular ayer.

Decidido, siguió más o menos su rutina diaria, se aseó, arregló sin demasiado cuidado sus cabellos revueltos y cambió sus ropas por un uniforme limpio. Antes de estar totalmente preparado, Kaeya sostuvo su capa entre sus manos y luego de una larga mirada, consideró dejarla en casa debido al triste estado en el que estaba: empolvada y antiestéticamente arrugada. Generalmente Kaeya se sentiría algo incómodo sin ella, además, dado los fuertes vientos gélidos que corrían libres desde Espinadragón hasta la ciudad, incluso en los días más cálidos Mondstadt mantenía un clima bastante fresco, por lo tanto, era difícil dejar la protección que daba la prenda, sobre todo ahora que estaban en temporada de invierno.

Después de varios segundos pensándolo, una mirada de desaprobación se apoderó del único ojo, y aunque su mente reprochaba que parecía que hubiesen arrastrado el atuendo por el suelo como un trapero, sus manos ya se encontraban sacudiendo la capa para luego dar un par de palmadas al material felpudo para quitar el polvo. Sin sentirse del todo satisfecho con el resultado, colgó la prenda sobre sus hombros y fue directo a la sede de los Caballeros.

(...)

Kaeya tuvo una sensación ominosa cuando abrió la puerta de su oficina. Con ojo crítico examinó el lugar, al mismo tiempo que daba un paso adentro con la cautela de un felino, como si cualquier paso en falso pudiera explotar una mina oculta. El hombre no estaba seguro de qué era con exactitud, pero había algo extraño en la habitación.

Lentamente avanzó hasta su escritorio y examinó con cuidado la forma en que estaba distribuido cada elemento sobre la superficie de madera de la mesa, el pequeño calendario, el afildado abrecartas, las plumas, la tinta fresca, los documentos y los libros dispersos. Si algo se había movido de posición o no, el hombre no pudo decirlo, no es que pudiera recordar a la perfección el orden exacto en el que había dejado sus cosas de todos modos, pero aún así, se mantuvo alerta.

"Definitivamente algo está pasando" el pensamiento de Kaeya fue tan agudo como el filo de su espada, pero pretendió no preocuparse, y en cambio, revisó con diligencia los papeles sobre su escritorio.

Había pasado quizás un poco más de media hora cuando el moreno sostuvo el fajo de papeles y los golpeó contra la mesa para ordenarlos y separarlos en dos pilas, una con la documentación que debía entregar a Jean ese mismo día, mientras que la otra eran meramente papeles que parecían no tener relación alguna con nada en concreto, cosa que ciertamente no tenía sentido para una persona tan meticulosa con los detalles como él.

Kaeya apoyó su rostro en la palma de su mano y en un gesto casi despectivo con la mano restante, agarró una punta de la pila de papeles y las hizo correr, provocando el sonido característico de las cartas siendo barajadas; tan terriblemente astuto como era, el capitán se dio cuenta rápidamente de que faltaba documentación importante.

Se levantó de su asiento y caminó hasta la chimenea de su oficina, ahí se agachó y con una mirada atenta registró el suelo... no se tuvo que esperar demasiado para que una sonrisa oscura emergiera y se hiciera hogar en sus labios cuando vio las pruebas de todas sus sospechas. Recogió un poco de la muestra incriminatoria del suelo y lo examinó entre sus dedos, no cabía duda de que eran restos de cenizas. Por supuesto, no sería para nada extraño encontrar cenizas en una chimenea, si no fuera porque Kaeya en realidad no encendía la chimenea nunca pese a que su asistente solía dejar leña seca a mano, lista para usar.

Con saña, el hombre sacudió sus manos para quitar el polvo y volvió silenciosamente hasta su escritorio en disposición a meter su cabeza de lleno al trabajo, pues ahora debía encargarse de un nuevo asunto aparte de los documentos que le debía a Jean, y este prometía ser sumamente interesante.
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Primer capítulo liberado, y aunque corto, tiene bastantes detallitos que debes tener cuidado de dejar pasar 👀. En general, la primera parte de esta historia tiene capítulos cortos para que sean más fáciles de digerir, pero ya se irán volviendo más largos jeje.

Sin mucho más que decir, espero que estes disfrutando de la lectura, y según vaya la cosa, quién sabe, ¡tal vez te sorprenda con otro capítulo sorpresa!.

Escrito con cariño, Al.

En el ojo de la Tormenta - Genshin ImpactDonde viven las historias. Descúbrelo ahora