Capítulo XVIII: Presagio de tormenta, parte 1.
Después de largos minutos, Diluc finalmente deja de oír los sollozos de su yo pasado al ritmo en que también la lluvia amaina cuando logra llevarse consigo el polvo de los recuerdos.
Todo resultaba cada vez más difícil de procesar pues no solo era el volver a repetir sus propios amargos recuerdos ya que ahora también había visto tantas cosas nuevas desde el punto de vista de Kaeya, ayudándole a construir una gran narrativa que acunaba todos los acontecimientos de aquel entonces y le daban una nueva perspectiva de su pasado, o más bien, del pasado que comparten ambos. Y sin embargo, aún si se había reencontrado con tantos retazos de tiempos distantes, estos no le habían ayudado a entender los enigmas del hombre a quien supone debe ayudar, al contrario, solo lo dejaban más a la deriva. Hace solo un rato que lo vio buscarlos a él y a su padre lleno de desesperación, no obstante, a la hora de la verdad no dio ni un solo paso para consolarlo por la pérdida ni tampoco derramó lágrima alguna para lamentarse; él también se había enfrentado a un alto mando de los Caballeros y puso en riesgo su puesto por el bien de la seguridad de ellos, y aún así, eligió seguir trabajando para la Orden incluso después de la trampa tendida por las ratas que operaban desde adentro.
Aquella tarde del día de la muerte de su padre, él había traído una terrible verdad a la luz, solo para exponer todas sus mentiras y su oscuridad. ¿Por qué?, Diluc no podía hallar razón de ser a sus contradictorios comportamientos. ¿Simplemente por qué tenía que ser tan enrevesado, y tan complejo, y tan confuso, y también tan...?.
Diluc pensó en el pequeño Kaeya, en el joven Kaeya parado a su lado, en los Kaeyas de los recuerdos y en el Kaeya que creyó conocer alguna vez en su juventud, así mismo, también pensó en el Kaeya de esa noche de tormenta. Pensó en el orgulloso capitán de caballería caminando a sus anchas por las calles de Mond y también pensó en el hombre solitario sosteniendo un vaso de líquido dorado, sentado en un taburete de su taberna.
Al final, ¿qué parte de él es la real?.
Mira de vuelta al joven a su lado, el chico mantiene su mirada perdida por un tiempo, pero pronto nota al mayor observándole y solo entonces le devuelve la mirada con una expresión ambigua. La lluvia aún resuena de fondo.
-Estás empezando a mojarte, por lo que será mejor que nos marchemos. No estamos congelados en este lugar, después de todo- al decir esto, hace una mueca que Diluc antes hubiera interpretado fácilmente como una sonrisa engreída en conjunto a un encogimiento de hombros pretencioso, ahora en cambio, todos los rasgos gestuales de su cara se desdibujan y difuminan en el mismo instante en que el pelirrojo intenta ponerle un nombre a la expresión, y es así que por primera vez se da cuenta de que, a diferencia de todos los Kaeyas que había encontrado en los recuerdos, el joven frente suyo se parece cada vez más a un cascarón vacío, una entidad a la cual es difícil de dar forma y definir.
-... Está bien- Diluc cede, pero parece tener algo ocupando su mente con insistencia. El más joven aunque se percata de esto no está dispuesto a indagar en ello, así que con esa misma mueca que supone asemejarse a una sonrisa, lo guía a través de la sutil lluvia y el camino hecho de forraje.
El viaje se siente peculiarmente pesado y silencioso esta vez, pero ninguno de los dos hace algún intento por remediarlo pese a la clara incómodidad que flota en medio de ambos; Lo más probable es que ellos tuvieran demasiadas cosas rondando en sus cabezas como para siquiera molestarse en pensar en un tema de conversación adecuado para aligerar el ambiente.
El tiempo pasa hasta que la lluvia se ha detenido y bajo un cielo oscuro, sus pasos los han enviado de vuelta hasta el área circundante al Viñedo. Cerca de la estatua de los siete, lo primero que los recibe es un cristalóptero anemo que circula frente a Diluc con movimientos inestables hasta que se desvanece repentinamente, y para cuando la energía elemental que dejó atrás se dispersa, ambos ya han llegado al borde del acantilado desde donde pueden observar las viñas a la distancia. El pelirrojo nota rápidamente que los alrededores de la bodega lucen más cuidados de lo usual, hay algunas decoraciones acomodadas de manera estética y también varias personas con figuras borrosas pululando por el lugar. Diluc también se da cuenta de que si afina un poco el oído, se alcanza a escuchar con algo de dificultad una ligera melodía que le suena parecido a algún baile de salón. Finalmente entrecierra los ojos al caer en cuenta de algo.
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En el ojo de la Tormenta - Genshin Impact
FanfictionAnte un problema aparentemente menos importante de lo que parece, Kaeya se encuentra en una situación más complicada de lo que esperaba. En un viaje de misterios y recuerdos de un pasado lejano, Diluc tendrá que enfrentarse a aquello de lo que siemp...