Epílogo

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Epílogo: Al final de la tormenta.

Diluc abrió los ojos apenas, sintiendo sus párpados terriblemente pesados. Lo primero que ve es blanco, una mancha borrosa marca el centro de su visión hasta que sus ojos se enfocan lo suficiente como para distinguir lo que parece ser un humilde y práctico candelabro colgado del techo; intenta moverse y siente que sus articulaciones rechinan.

-¿Se-Señor Diluc?- una voz femenina lo llama y en respuesta, inclina su cabeza para observar sobre su pecho a la sombra difusa de la joven. Hay un sonido sordo que Diluc no logra registrar, pero parecía que la chica había dejado caer algo de la sorpresa. - ¡Iré a avisarle a los demás!- el hombre apenas logra divisar el haz de cabello cenizo y la falda de volantes flotando mientras corre en una carrera llena de prisas hacia la puerta, el golpeteo de sus tacones y el tintineo de las piezas metálicas de su armadura se escuchan incluso después de que cierra la puerta.

Diluc pestañea un par de veces para orientarse, luego inclina su cabeza hacia el lado izquierdo, encontrándose de lleno con el rostro durmiente de Kaeya. Se queda pasmado por unos segundos intentando procesar su situación y solo cuando su cerebro logra juntar todos los cables, es que intenta incorporarse con dificultad, pero detiene sus acciones cuando siente su mano tirar de algo. Aún estaba sosteniendo a Kaeya. Diluc observa su unión antes de dejarlo ir para poder tener dos manos útiles para apoyarse hasta que al fin logra sentarse apropiadamente. Con un suspiro agitado como resultado del esfuerzo, mira al hombre a su lado con preocupación, ¿por qué aún duerme?, inquieto, agita ligeramente su hombro, donde puede sentir los huesos palpables incluso a través de su musculatura. Diluc frunce el ceño cuando no recibe respuesta; al menos el capitán aún respira, o eso indica el plácido sube y baja de su caja torácica.

-¿¡Despertaron!?- la voz que irrumpe es la de una mujer rubia, su cola de caballo usualmente ordenada parece un nido de pájaros o bien un fajo de trigo, ambas descripciones servían.

-¡Maestro Diluc!, ¡Joven amo Kaeya! - la siguiente es otra mujer, que aunque mantiene su melena impecable, hay ojeras bajo sus ojos que delatan su cansancio. Más personas acuden en masa, pero solo un par se atreven a entrar en el cuarto mientras el resto esperan asomados en el marco de la puerta. Aquellos que entran son Albedo, que llega tan solo un segundo después que ambas mujeres, y la propia Adeline, que no perdería por nada su derecho como figura materna. Ambos hacen su camino rápidamente hasta el par de pacientes.

-Sucrose, ayúdame a tomar los signos vitales- Albedo indica de forma rápida y eficiente a la jovencita, quien se apresura.

-¡S-si!- el jefe alquimista hace su primer movimiento y Adeline abre el paso para él.

-¿Cómo te sientes?- parte haciendo el procedimiento habitual de tomar el pulso de Diluc, mientras que Sucrose imita la acción con el paciente al otro lado de la cama.

-Un poco pesado. Kaeya aún no despierta- los ojos de Albedo chequean al capitán rápidamente, pero pronto vuelve a su trabajo.

-Kaeya onii-chan...- Klee se asoma por la puerta, sus hombros están siendo sostenidos cuidadosamente por Jean.

-Signos vitales normales- la voz de Albedo suena casi como un suspiro antes de que se reafirme - ¿qué tal ahí?- sus ojos vuelven al otro lado y Sucrose asiente positivamente.

-Ha vuelto a ser estable- afirma con alivio y todos los presentes al fin parecen volver a tomar una bocanada de aire.

-¿Pero por qué aún no despierta?- cuando habla todos miran a Lisa, quien parece ser la más compuesta aparte del equipo médico.

-Puede ser que aún se esté recuperando...Maestro Diluc, ¿logró cumplir con su propósito?- apenas la pregunta de Albedo cae, todos los ojos se dirigen directamente hacia Diluc, el sentir la ansiedad de forma palpable en las miradas de todos de algún modo le ayudó a mantener la calma dentro de este ambiente agitado.

En el ojo de la Tormenta - Genshin ImpactDonde viven las historias. Descúbrelo ahora